"¿Qué hora es, por favor, qué hora es?". Las nueve y cuarto. "¿Sólo? ¡Me va a dar algo!". Trabajándose las uñas con los dientes, Anabel Alonso caminaba en círculos con la mirada perdida. Hecha un flan, Eva Santolaria, aparecía tras una cámara pidiendo el parte. "¿Qué falta?" Son las nueve y veinte. "¿Todavía? Por dios, que pase ya", resoplaba la actriz. Aspirina en mano, Gonzalo de Castro intentaba quitarle hierro al momento, sin lograrlo: "Esto empieza a parecerse a las campanadas de Nochevieja", decía a la caza de un vaso de agua.

AMBIENTE SIDERAL

El ambiente que se vivía la noche del domingo en el plató de Globomedia donde se graba Siete vidas, junto a la sede de Tele 5 en Madrid, era de Cabo Cañaveral en días de gala. Un lanzamiento sideral parecía estar a punto. No llegaba a tanto el cometido, pero casi. Para celebrar la emisión del capítulo 200 de la serie más longeva de la parrilla televisiva actual, productora, cadena y actores habían decidido hacer el triple salto mortal sin red: escenificar y emitir el episodio de principio a fin en directo. Sin trampa ni cartón.

"No, si la idea es preciosa. Pero si me quedo de repente en blanco, ¿qué digo? ¿Españoles, me he quedado en blanco?", musitaba Santolaria antes de que acabara la cuenta atrás. La presencia de la actriz, junto a Toni Cantó, Santi Millán, Blanca Portillo, Carmen Machi y Florentino Fernández, componía otro de los morbos añadidos de la velada. Para acabar de complicarlo, la trama incluía el desfile de viejas glorias de la serie. El envite exigía un despliegue técnico de final de Champions. Ponga usted de acuerdo a 15 actores, casi un centenar de operarios y 150 invitados de público para que durante 45 minutos nada ni nadie se salga del guión.

Hazañas de este calibre han sido probadas con diversa fortuna en EEUU (capítulos de Urgencias, Will y Grace y El ala oeste de la Casa Blanca también se han emitido en directo), pero en España lo más parecido al reto que se marcó Tele 5 eran los espacios teatrales que ofrecía en vivo TVE hace medio siglo, Galería de maridos, con Adolfo Marsillach y Amparo Baró, la gran figura de Siete vidas , en papeles estelares.

MIEDO ESCENICO

La actriz tenía el domingo en el cuerpo el gusanillo de las grandes premieres del teatro. "Pero multiplicado por mil. No puedes quitarte de la cabeza que no te ve una platea, sino millones de ojos", ponderaba la actriz. Para ser exactos, 5.514.000 (29,4%) personas sintonizaron T-5.

El miedo escénico paralizaría a cualquiera, pero en la sala el ambiente era de jarana. Dos horas llevaba Willy, el animador del público, lanzando las pulsaciones de los invitados, tarea a la que se sumaba de vez en cuando Santi Rodríguez, el Frutero. "¿Quién soy?", preguntaba paseándose con los pantalones por los sobacos. "¡Julián Muñoz!", respondían desde la bancada.

Las risas no tardarían en brotar espontáneas al empezar la función. Venían desde el improvisado anfiteatro, pero también desde la sala donde Santi Millán y resto de actores aguardaban para salir a escena. El punto y final desató el júbilo entre actores, técnicos e invitados. Lo había pronosticado Gonzalo de Castro: parecía Nochevieja.