A lo largo de su dilatada trayectoria, el historiador Javier Coma ha ido desperdigando no pocas referencias sobre el tema de la caza de brujas, cuando la fobia anticomunista se cebó en un Hollywood que, a finales de los 40, dejaba de ser la fábrica de los sueños. Lo ha hecho en ensayos o diccionarios centrados en determinados autores de cómic, la novela negra o diversos géneros cinematográficos. En Diccionario de la caza de brujas (subtitulada Las listas negras en Hollywood ), Coma procede a iluminar no pocos de los claroscuros que aún se mantienen sobre aquel aciago período.

UN TRABAJO OPORTUNO

La obra, publicada por In¨dita Editores, fue presentada recientemente con la asistencia, entre otros, de Juan Marsé, Joan de Sagarra, Enrique Vila-Matas y el autor del prólogo del diccionario, Román Gubern, quien en 1970 escribió un primer acercamiento al tema, La caza de brujas en Hollywood . El trabajo de Coma no es sólo muy oportuno, sino que se revela como el más ambicioso de los textos que en torno a la caza de brujas publicados hasta ahora. Escasea la literatura sobre el tema en los Estados Unidos, por lo que no es de extrañar que un agente editorial estadounidense se haya mostrado interesado en la traducción al inglés del libro de Coma.

El diccionario consta de más de 500 voces con entrada específica. Dominan los que sufrieron el acoso del Comité de Actividades Antiamericanas (unos 350), pero también hay espacio para biografiar a quienes delataron, a los políticos que llevaron a cabo su peculiar inquisición y algunas personalidades relevantes relacionadas de forma más esquinada con el proceso.

Junto a los nombres de presencia obligada, como John Garfield, Dalton Trumbo, Robert Rossen y Joseph Losey entre los represaliados; el fanático senador Joseph McCarthy y el director del FBI John Edgar Hoover, entre los represores, y Elia Kazan y Edward Dmytryk, entre quienes delataron a sus compañeros para reinsertarse en Hollywood, figuran presencias menos conocidas. Es el caso de William M. Gaines, creador de una línea de tebeos criminales y de terror, los cómics EC, que se convirtió en objetivo preferido de los represores; Howard Rushmore, un periodista exmiembro del Partido Comunista que acabó transformándose en lo que Coma define como cazador de rojos profesional, y Don Hollenbeck, locutor radiofónico y presentador televisivo de ideas izquierdistas que trabajó en la CBS (Columbia Broadcasting Station) cuando esta cadena fue bautizada por un crítico anticomunista como Communist Broadcasting Station.