Arte abierto. Interacción pintor-público

Un museo en la casa de Manuel Bayón Torres de Monesterio

Durante este verano el pintor abre las puertas de su casa familiar para compartir algunos de los cuadros de su prolífica obra

Manuel Bayón Torres con algunos de sus cuadros en su casa familiar de Monesterio

Manuel Bayón Torres con algunos de sus cuadros en su casa familiar de Monesterio / Rafa Molina

 La pintura ha sido siempre, y sigue siendo, su gran pasión. Alumno del añorado maestro de pintores Antonio Pérez-Carrasco Megía, Manuel Bayón Torres, aprovecha sus largas estancias estivales en su pueblo natal para compartir con amigos, vecinos, curiosos y paseantes, algunos de los cuadros de su prolífica obra.

 Pintor de rostros surcados de arrugas, en su obra destaca el detallismo que festeja sentimientos de amor hacia las personas. Hacia los suyos, y hacia aquellos hombres y mujeres que han formado parte de su entorno más rural. No obstante, a lo largo de su dilatada carrera artística, Bayón no ha dejado de tocar cualquier temática: retrato detallista, paisajes, escenas cotidianas, vistas panorámicas… son algunas de las características de la pintura de trazo grueso de quién, por su formación académica expresa contenidos filosóficos, a veces difíciles de interpretar por el espectador.

Compartido

 El arte, no es arte si no es compartido. Una pintura que nadie vea, más que su autor, es una emoción perdida. Esta ha sido desde siempre una de las constantes de Manuel Bayón. Su obra se reparte por doquier. Familiares y amigos podemos presumir de su mejor regalo. También instituciones y lugares de ocio. Donaciones de sus obras personales al pueblo de Monesterio, como las que pueden verse en edificios municipales, y, sobre todo, en la sede de la asociación de pensionistas.

 Este verano, Manuel ha tenido la feliz idea de abrir el viejo bar que regentara su padre, en plena travesía del Paseo de Extremadura, para compartir algunas de sus obras. Una retrospectiva en la que se aprecian décadas de evolución. Paisajes de juventud de su pueblo natal datados en 1960, hermosean paredes desconchadas y contrastan en técnica y color con los envolventes motivos marinos de playas gaditanas, recién acabados.

Atracción por el color

 Puertas y ventanas abiertas de par en par. Manuel, libro en mano, saca una silla a la calle. Poco dura el tiempo de lectura. Personas de toda índole, de cualquier edad, se paran atraídos por el color de los lienzos que destacan sobre caballetes en el antiguo salón de copas. Ocupan paredes, y, a falta de espacio, se apilan en el suelo.  

 Bayón los invita a pasar. No hay prisa. El mejor guía para revelar su obra es el propio pintor. Les explica el porqué de sus pinturas. El emisor de los mensajes que encierran cada cuadro transmite doblemente sus emociones. La obra habla por sí sola; expresa la interioridad del pintor, que abierta y sosegadamente conversa con paisanos y forasteros.