Dicen que cosió con sus propias manos el pendón de Cáceres que Alfonso IX había traído a la ciudad tras la conquista de Cáceres, pero Isabel La Católica cosió mucho más: bordó el símbolo del reino de Castilla en ese mismo pendón, y además zurció la sociedad cacereña prohibiendo los enfrentamientos entre los bandos leonés y castellano de la resquebrajada nobleza local. Y sobre todo, la organización concejil y las múltiples ordenanzas que los Reyes Católicos concedieron a la villa (basura, montes, sal, fuego, de la labranza, de la Ribera, e incluso la organización de la prostitución), pusieron los cimientos de la ciudad que Cáceres es hoy, y que con estos monarcas inició el tránsito del Medievo a la Edad Moderna.

Los dos cronistas oficiales de la ciudad, los historiadores Santos Benítez y Fernando Jiménez Berrocal, dan fe de la importancia que supuso dicho reinado para Cáceres. Isabel fue la figura más influyente y gestó una interesante relación con la villa, tanto que en sus dos visitas permaneció aquí durante semanas. El Archivo Histórico Municipal conserva nada menos que 126 documentos entre actas de juramento, cartas reales, ejecutorias o reales cédulas. Algunas de ellas son genéricas pero muchas se refieren en exclusiva a Cáceres. «Nos trasladan a un corpus documental de vital importancia para entender la relación que la monarquía católica tuvo con la villa cacereña», afirma Jiménez Berrocal, responsable del Archivo Histórico Municipal.

La reina Isabel ha sido noticia recientemente por la presentación a nivel nacional del Archivo Histórico Digital de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, que se conserva en el Palacio de los Golfines de Abajo. Se trata de un tesoro con más de 9.000 documentos y volúmenes, los más antiguos del siglo XIV, entre los que destacan los libros de cuentas de la reina, escritos por su camarero, Sancho de Paredes Golfín, que detallan incluso su rico ajuar. Y es que la estrecha relación de Isabel con la familia Golfín hizo que se alojara en su palacio durante sus dos estancias en Cáceres.

Carta de reclutamiento de 1485 para la guerra de Granada. Cáceres aportó casi 700 hombres. ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE CÁCERES

Cuenta Santos Benítez que la monarca visitó por primera vez el concejo en 1477, en plena guerra civil entre sus partidarios y los de su sobrina Juana la Beltraneja. Era costumbre que los reyes juraran los fueros y privilegios que regían las villas. Así, el 30 de junio de 1477, «antes de entrar en Cáceres por la puerta nueva (hoy Arco de la Estrella), acompañada del Cardenal Mendoza y rodeada de su séquito, de los caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de Cáceres, la reina Isabel juró sobre los Santos Evangelios conservar y defender los fueros, privilegios y libertades de la villa», relata el historiador. Por ello, el Arco de la Estrella alberga una cartela simbólica de aquel momento. También recoge Santos Benítez que fue el bachiller Hernando de Mogollón quién, arrodillado, le presentó el misal y le pidió su juramento. «E Isabel, con su mano derecha en el libro sagrado, majestuosamente le respondió: Sí, juro, e amén».

Posteriormente, el 9 de julio, la reina seguía en la villa y recibió a todas sus autoridades mientras eran leídos los capítulos de las ordenanzas que ella misma había dado para un buen gobierno de Cáceres. «Aquel día fueron aceptadas bajo juramento por 96 caballeros y escuderos en representación de la ciudad, que en esos momentos tenía alrededor de 2.000 vecinos», detalla Santos Benítez.

Pero las ordenanzas eran mucho más que textos organizativos de la vida social. Mediante ellas, «la villa pasaba a ser de realengo, dicho de otro modo, villa o señorío urbano que pertenecía a un rey. También se establecieron las normas relativas a la constitución del ayuntamiento, creando los cargos que habían de regirlo», precisa Fernando Jiménez Berrocal. De hecho, ese 9 de julio se redactó el acta de nombramiento y constitución del Concejo de la Villa de Cáceres, y se dieron las normas para su pertinente elección.

Santos Benítez detalla el primer organigrama del gobierno local: «Doce regidores de nombramiento real y perpetuo, un procurador del concejo, un escribano, cuatro fieles y el procurador del común». Y mientras sucedía todo esto, la reina permanecía sentada sobre una piedra ante la concurrencia, y en otra apoyaba sus pies.

Acta de juramento del Rey Fernando el Católico de los fueros y privilegios de Cáceres, al visitar la villa en 1479. ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE CÁCERES

En la historia de Cáceres ocupa un lugar muy especial una de aquellas ordenanzas del 9 de julio de 1477: la relativa a la pacificación de la tierra y represión de los bandos de la villa. «Y es que eran continuas las disputas entre las familias leonesas y las familias de la nobleza castellana que entonces residían en el actual casco histórico», dice Fernando Jiménez Berrocal.

En 1476, recuerda Santos Benítez, los reyes ya habían enviado a un corregidor para reducir esta tensión «y ordenar a los señores eliminar los elementos ofensivos y defensivos de sus casas fuertes (arqueras, saeteras, troneras y almenas), y reducir su altura a la de las propias casas. Es lo que se conoce como el desmoche de las torres cacereñas, que nada tuvo que ver con la guerra de la Beltraneja», afirma Santos Benítez. Como no obedecieron al corregidor, la propia reina les hizo jurar en su visita que respetarían esas normas y les obligó a llevar a cabo dichas acciones. Asimismo, repartió entre ambas facciones los cargos concejiles.

Por regular, Isabel reguló hasta las casas del pecado «para salvaguardar al resto de mujeres de que fueran tomadas por lo que no eran o asaltadas por equivocación». Las meretrices se vieron confinadas en la calle Damas (de ahí su nombre), «obligadas a vestir como distintivo de su profesión con toca azafranada o mantilla corta y encarnada. Pasaban una revisión médica periódica pagada por el municipio», pormenoriza Santos Benítez.

Santos Benítez, en el archivo de los Golfines. JOSÉ PEDRO JIMÉNEZ

«La reina ordenó eliminar arqueras, saeteras, troneras y almenas de las construcciones»

SANTOS BENÍTEZ - CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES

Isabel estuvo en Cáceres hasta mediados de julio. En sus ratos de ocio caminaba por la villa y sus alrededores. En uno de sus paseos, cuenta Santos Benítez, llegó hasta una huerta de la Ribera del Marco donde un humilde labrador, sin saber que era la reina, le ofreció una manzana. «Isabel, gratamente sorprendida, le otorgó el favor de pedirle lo que deseara, a lo que el labrador respondió que lo único que precisaba era agua para su huerto. La reina le concedió el privilegio a dichas tierras para ser regadas con el Marco, fuera cual fuese su destino en el tiempo, y esa disposición se mantiene hasta nuestros días. Hoy es conocida como la huerta de la Merced».

También cuenta Santos Benítez que Isabel vio ondear roto y deshilachado el ilustre estandarte que Alfonso IX había traído en la conquista de Cáceres, orgullo y emblema del concejo. Ya era conocido como pendón de San Jorge. La reina pidió que lo llevaran al Palacio de los Golfines de Abajo, «y ella misma en sus aposentos se encargó de remendar sobre seda carmesí, puntada a puntada, las roturas y desperfectos». Bordó el castillo junto al león y este pendón de seda natural está considerado como la bandera concejil más antigua de España, y la primera en la que aparecen juntos los símbolos de Castilla y León, evidencia histórica de su unificación.

La segunda visita de la monarca a Cáceres se produjo 1479, esta vez junto a su esposo. También se alojaron en el palacio de Sancho de Paredes Golfín, que además sería nombrado regidor y ‘contino’ de Fernando el Católico y de su nieto Fernando. De ahí la cartela de la fachada del palacio: ‘Fer de fer’. Permanecieron en la ciudad desde el 20 de abril hasta el 17 de mayo. El rey juró los fueros y privilegios de la villa. Posteriormente Isabel se reunió en Alcántara con su tía, la reina Beatriz de Portugal, para poder establecer los términos de la paz entre ambos reinos.

Acta de Juramento de Isabel la católica a su llegada a Cáceres el 30 de junio de 1477. ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE CÁCERES

La reina ya no volvería a Cáceres. Sí lo hizo su esposo, que pasó las navidades de 1508 en la villa, desde el 23 de diciembre al 2 de enero. Además están documentadas diferentes visitas de Fernando el Católico a localidades cacereñas como Trujillo, Galisteo o Guadalupe. De hecho murió en Madrigalejo tras asistir en Plasencia a la boda de su nieta Ana de Aragón.

Aquel periodo se ha transmitido hasta la actualidad mediante la importante documentación que se encuentra en el Archivo Histórico Municipal de Cáceres, que custodia, guarda, mima y conoce al detalle Fernando Jiménez Berrocal. «La influencia de este reinado para el futuro de Cáceres fue determinante. Los monarcas otorgaron una serie de disposiciones jurídicas de vital importancia en el desarrollo concejil de siglos venideros», subraya. También adoptaron medidas que han pasado al lado más oscuro de la historia, como la expulsión de los judíos (en Cáceres tenían una comunidad prospera) y la creación de la Santa Inquisición.

Para valorar su extraordinario peso en el pasado local, basta decir que la monarquía católica fue la que ordenó en 1480 la creación de la casa del corregimiento, antecedentes del edificio destinado al gobierno concejil, según explica Jiménez Berrocal. También dio origen a los archivos municipales: «Hagan arca donde estén los privilegios y escrituras del concejo a buen recaudo, que a lo menos tenga tres llaves, que la una la tenga la justicia y la otra uno de los regidores, y la otra el escribano del concejo», decía la Pragmática Sanción de aquel año 1500.

Entre estos fondos que conserva el archivo cacereño, «cuyo soporte principal era el papel de pasta de trapo, material endeble que ha conseguido llegar hasta la actualidad a pesar de las penalidades archivísticas», matiza Jiménez Berrocal, existen auténticas joyas documentales como el acta de juramento prestado por la reina Isabel en 1477, y el libro con las ordenanzas dictadas por la soberana ese año (represión de los bandos, constitución del concejo...), junto con otras 37 ordenanzas de 1494 que permitían regular los montes (106 capítulos), la cal, la sal, la basura, el fuego, las viñas, el vino y la producción en La Ribera del Marco, y que se convirtieron en el principal marco para el desarrollo de la vida social y económica de la villa.

Otras joyas del archivo que detalla Jiménez Berrocal son por ejemplo la carta de la reina de 1477 en la que ordenaba al corregidor de Cáceres que investigara la ocupación de tierras comunales (algunos caballeros se habían apoderado de ejidos, montes, prados, sotos, abrevaderos y dehesas). Se conserva asimismo la curiosa carta de los Reyes Católicos de 1485 ordenando hacer reclutamiento para la guerra de Granada. «La contribución cacereña fue grande no sólo en términos económicos. Casi 700 hombres acudieron a la llamada de los monarcas», recuerda el responsable del archivo. «Un hecho que sin embargo despoblaba las aldeas de fuerza de trabajo joven y generaba el abandono y la miseria de las familias humildes, que veían como sus hijos marchaban a una guerra de las que desconocían su futuro incierto», afirma.

SILVIA S.F.

«Se conservan 126 fondos de la época: actas de juramento, cartas, ejecutorias, reales cédulas...»

Fernando Jiménez Berrocal - RESPONSABLE ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE CÁCERES

Destaca también la carta de los Reyes Católicos de 1488 confirmando al Concejo de Cáceres sus privilegios sobre la libre circulación de mercancías, muy importante según Jiménez Berrocal «porque evitaba el déficit de algunos productos provocado por el excesivo proteccionismo del comercio local». En otra Real Provisión de 1488, los reyes ordenaban que las justicias de Cáceres no cobraran por sus actuaciones más derechos que los fijados en el arancel. Una nueva Real Provisión de 1491 instaba al corregidor de Cáceres a restituir a la villa la parte de sus términos que había sido usurpada por la Orden de Alcántara (era época de litigios con órdenes y conventos).

La alhóndiga

El 18 de julio de 1504, la Real Cédula que conserva el archivo «autorizaba el establecimiento de una alhóndiga en Cáceres, es decir, un almacén para el trigo administrado por el concejo que trataba de evitar que faltase el grano para hacer pan y en épocas de siembra. Estuvo durante siglos en la plaza de las Piñuelas», describe Berrocal. Asimismo, en 1500, los Reyes Católicos autorizaron a Cáceres la creación de una casa de la harina para poner el peso del trigo obtenido en los Llanos.

También en 1501 aprobaron los acuerdos adoptados en Cáceres sobre el abastecimiento del pescado y el aceite. Ese año ordenaron al corregidor que estudiase el encauzamiento de la Ribera del Marco, y dieron licencia a la villa para hacer un puente sobre el río Almonte. En 1503, una Real Provisión de la reina especificaba lo que habían de cobrar los alcaldes de las alzadas en la villa de Cáceres.

Isabel la Católica murió en 1504, pero su legado permanece en Cáceres. Aquí sigue su pendón bordado, su huerta de La Merced, sus torres desmochadas y, sobre todo, su cuidada organización que ha permitido a esta villa de realengo crecer como ciudad.