LA CRÍTICA DEL FESTIVAL CLÁSICO

‘El mercader de Venecia’, en versión capitalista y amorosa

Un momento de la representación de 'El mercader de Venecia'.

Un momento de la representación de 'El mercader de Venecia'. / FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE CÁCERES

MIGUEL FRESNEDA / Crítico teatral

La compañía catalana Daul al Sec Arts Esceniques abarrotó de público el pasado viernes el Gran Teatro, que estuvo ahíto de intriga, con un atento silencio, al reducir mucho la trama shakespiriana y con solo cuatro personajes, vestidos a la moderna y magistralmente interpretados con una buena proyección de voz y modulación, a ratos acelerada, pero con perfecta ubicación escénica, ayudada de una oportuna iluminación.

La reducida versión se debe al alemán Konrad Zschiedric y Mingo Rafols. La escenografía brilló por su ausencia, pues era una caja negra, con una mesa multiuso por todo atrezzo y un misterioso humo inicial; así con esta desnuda escena resaltó más la turbulenta expansión del poder económico y su impacto en las relaciones humanas, en la Venecia del siglo XIV, aunque aparentemente intemporal o actual. Con ello, esta original versión se centra en los movimientos del capital, del que carecía el protagonista Basaniio, recurriendo al usurero judío Shyllock, por medio de su arruinado amigo Antonio, quien está enfrentado con el viejo, consiguiendo de éste el alto y condicionado préstamo, con su devolución en un plazo trimestral; con el sentido del dinero y la ley por medio: así la obra anticipa la irrupción de una sociedad dominada por el poder económico o capitalista.

 ¿Para qué quería Bassaniio dicho préstamo sino para cortejar y conquistar a la guapa y rica heredera Porcia, de la que se ha enamorado, rivalizando con otros ricos pretendientes? Mas la condición impuesta por el judío usurero es que si no devuelve tan alta suma en el plazo trimestral convenido, Shylloc se la cobraría con una libra de carne del deudor y mediador Antonio; pero, consumado el plazo, no podrá cobrar el préstamo, porque será imposible arrancar un pedazo de carne sin derramar una gota de sangre.

Y así se desenlaza esta tensa historia mediante un misterioso abogado, que no es otro que la amada Porcia disfrazada con su toga judicial, la que, a su vez reclama su anillo, que se lo ha visto puesto a su pretendiente Antonio, dictando la sentencia contra el judío de pena de muerte por haber atentado contra la integridad de Antonio, confiscándole sus bienes, a cambio y repartiendo a partes iguales el importe del préstamo para el Estado y para su amado Bassanio, y así se podrán casar felices. Con este happy end, el silencioso público prorrumpió en un largo y efusivo aplauso, al comprobar que había recibido una redonda lección del mejor teatro con una adecuada versión clásica, bien pivotada en un excelente trabajo actoral de los cuatro estupendos intérpretes: Silvia Forns, Alvar Tray, Lolo Herrera y Damiá Plensa. Enhorabuena a todo este buen equipo.  

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