Adquirir un nuevo autobús de 55 plazas ya cuesta en torno a 300.000 euros. Su vida útil se apaga a los 16 años. Es fácil echar cuentas de lo que las empresas dedicadas al transporte de viajeros por carretera han de pagar al mes para ir financiando su flota. Dicho de otro modo: el autocar no puede parar porque debe amortizarse con sus servicios. Ahora añadan el resto de costes (seguros, inspecciones, impuestos, mantenimiento...) y agreguen una pandemia que paraliza todas las actividades de las que se nutren estos negocios (rutas escolares, turismo, torneos, Imserso...). Solo así se puede comprender la situación que atraviesan el centenar de empresas cacereñas del sector. Aunque lo peor ha pasado y tienen sus expectativas puestas en 2022, temen nuevas olas del covid. Cada una de ellas supone otro frenazo.

En marzo de 2020, el inicio de la pandemia les obligó a meter sus vehículos en las cocheras durante meses mientras el mundo se detenía, pero no las facturas. «Muchas de las empresas de la provincia son pequeñas, casi todas familiares (hermanos, padres e hijos, matrimonios...), de una media de 3-4 vehículos. Ni siquiera se podían plantear cerrar porque se trata del medio de vida de la familia. La gran mayoría ha aguantado con ERTES, con recortes de vehículos y conductores, paralizadas al cien por cien», explica Rubén Blanco, administrador junto a su hermano Andrés de Autocares Blanco (11 vehículos). Esta empresa cacereña fue creada por su bisabuelo a finales del siglo XIX cuando comenzó a transportar madera y luego viajeros en carruajes de caballos desde Torrejón hasta Cáceres.

«Nos costó mover los ERTEs, pero lo conseguimos y gracias a ellos se alivió un poco la carga del sector, que siempre está embarcado en el pago de vehículos. Aun así, y pese a ser empresas sólidas por lo general, hemos tenido que ir inyectando nuestros ahorros para poder sostener la situación. Afortunadamente tenemos buenas carteras de clientes y eso nos ha animado a resistir, a mantener el parque, a esperar una mejoría para volver al trabajo», señala Benjamín Izquierdo, titular de la Empresa de Autocares Emiz, con 22 vehículos.

Benjamín Izquierdo en las cocheras cacereñas de la Empresa de Autocares Emiz, con 22 vehículos. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

El caso de Emiz es muy ilustrativo. Su última renovación ha consistido en 3 grandes autobuses y 2 microbuses, el último matriculado solo días antes del primer estado de alarma. Durante estos dos años de pandemia ha tenido que abonar unos 14.000 euros mensuales solo por este concepto. «Aunque somos una empresa consolidada y económicamente bien asentada (fue fundada en los años 40 por el padre de Benjamín, que ya cubría las líneas Trujillo-Plasencia, y conectaba Torrejón y los Cuatro Lugares con Cáceres), hemos tenido que echar mano de nuestra despensa de ahorros e incluso posponer algunas mejoras informáticas (control de flotas, programa de gestión y facturación) hasta que las cosas se despejen», indica Benjamín Izquierdo.

Todas las empresas han hecho lo mismo: tirar de los fondos guardados como garantía de futuro (quien los tenía) para no cerrar. Gracias a ello, a los ERTEs y a alguna ayuda, la pandemia no ha supuesto una debacle absoluta en el sector, que trata de mantenerse a flote. «Lo que más nos ha costado a todos ha sido volver a reconducir la situación, recuperar las plantillas con los altibajos que sigue generando el covid, y reactivar la flota», detalla Rubén Blanco. De hecho, los autobuses estuvieron parados medio año «y al ponerlos en marcha hubo que hacer inversiones importantes, porque estos vehículos llevan mucho componente electrónico y al que no le fallaba una cosa le fallaba otra. No pueden estar parados», advierte.

Los costes fijos, los desembolsos para poner en marcha los parques de autobuses, los retrasos del pago del transporte escolar y la necesidad de ayudas, llevaron al sector a plantear concentraciones en Madrid, Badajoz, Cáceres, Mérida... «En 2020 íbamos directos al precipicio», subraya Benjamín Izquierdo, durante veinte años presidente de los transportistas extremeños (Asemtraex) y hoy vocal de la asociación nacional Direbus.

 El alivio llegó con la recuperación de las rutas escolares en septiembre de 2020. Es algo que no se conoce fuera del sector, pero los traslados escolares (unos 300 diarios en la provincia cacereña) suponen la auténtica base para la economía de una firma de transportes de viajeros. «Son los que te permiten funcionar en una provincia donde por ejemplo no hay transporte de empleados a grandes empresas. Luego lógicamente necesitas otros servicios, como excursiones, turismo, el Imserso…, y eso no acaba de recuperarse», matiza Rubén Blanco. Los que sí han vuelto son los desplazamientos de clubes y colectivos deportivos.

En cualquier caso, el transporte escolar ayudó a la actividad del sector durante el primer invierno de pandemia (2020-2021). Luego llegó el verano, una temporada en la que «solemos dejar bastantes vehículos en las cocheras haciendo mantenimiento, porque en Extremadura no hay una gran actividad salvo los viajes a la playa y alguna subcontrata con empresas de Madrid para rutas de turismo internacional que apenas suponen beneficios», detalla Benjamín Izquierdo. Aunque en el verano de 2021, al acabar el cúmulo de restricciones y el toque de queda, sí hubo cierta recuperación. «Finalizado el periodo más grave de pandemia, se produjo un resurgimiento, la gente quería moverse, se salvó la temporada. Lástima que algunas empresas no lo aprovecharan porque se habían deshecho de ciertos vehículos o aún no tenían suficientes conductores», lamenta Rubén.

Hay ganas de viajar

Ya en septiembre y octubre de 2021 «parecía que íbamos a conseguir la normalidad», pero la variante Ómicron y la sexta ola han truncado otra vez la recuperación. En cualquier caso, el sector tiene la vista puesta en 2022, concretamente a partir de primavera. «Hay que tomar todo con reservas, pero podemos decir que si no se dispara la situación sanitaria, el año se va a plantear bien porque la gente tiene mucha necesidad de viajar. Nos lo dicen los clientes, las asociaciones...», revela Rubén Blanco.

«Da miedo aventurarse pero creo que podremos remontar en 2022, no sé si por las ganas que tenemos o porque hay indicios de ello, pero lo necesitamos», se sincera Benjamín Izquierdo, con la vista puesta en esas estaciones de primavera y otoño que tan importantes son para el gremio en Cáceres: congresos, excursiones, bodas…

Aun así, además del covid, hay otros problemas serios que afectan al sector, sobre todo en estas circunstancias: los costes se han disparado y no es momento de repercutirlos en las tarifas a los clientes. «El gasoil se ha convertido en el mayor problema. Está carísimo y eso tiene sobre nosotros una incidencia muy importante», explican los empresarios, que calculan un 40% de alza en el combustible durante los últimos cuatro años. «De modo que buscamos fórmulas de ahorro, por ejemplo destinando al personal que ahora está más libre a mantenimiento», destacan. Porque prescindir del gasoil resulta imposible. «Los autobuses eléctricos solo se circunscriben al transporte urbano, no hay horizonte de momento para el transporte por carretera por su autonomía limitada», expone Rubén Blanco.

Luego está el coste de los nuevos vehículos. Los hermanos Blanco acaban de adquirir dos autobuses y no porque sea el mejor momento, sino porque han de hacerlo. «Las empresas debemos tener vehículos en todas las franjas (0-5 años, 5-10 años y 10-15 años) para irlos renovando y amortizando paulatinamente. No puedes permitir que se te acumulen los gastos», explican. De ahí que «la vida de un autocar durante los cinco primeros años sea clave para financiarlo. Hay que moverlo».

Luego se suma el encarecimiento de las coberturas y de las exigencias de seguridad, que son muy altas en este sector. La ITV se pasa cada año (a partir de los 9 años, cada 6 meses), y las ruedas se cambian anualmente (2. 000 € por vehículo). Hasta las facturas de la luz se disparan en sus grandes cocheras. «Estamos estudiando un proyecto de placas solares», anuncia Benjamín Izquierdo. Productos esenciales como la urea, que se añade al gasoil, han duplicado su coste en un año. «Y ahora hablan de peajes en las autovías, sería la puntilla», lamenta el titular de Emiz.

Sin servicios extraescolares, sin una actividad constante en el turismo, las empresas tampoco pueden repercutir estos costes en el transporte escolar, ya que son contratos «con tarifas muy bajas». De ahí las protestas realizadas el pasado diciembre ante el nuevo retraso en el pago de esas rutas (desde septiembre) por parte de la Junta. Ya solo queda pendiente un mes. «Tenemos solicitada una reunión con el presidente de la Junta y con la consejera de Educación para pedir que los abonos se realicen de forma sistemática», avanza Benjamín Izquierdo. A pesar de todo, el sector quiere mirar hacia adelante y no volver a parar los motores.