Si el poblado minero tenía pocos problemas, ahora le llega una oleada de pintadas. Así lo denuncian los vecinos, que han visto cómo en el último mes muchos inmuebles, la mayoría deteriorados e incluso en ruinas, se están cubriendo con una capa de graffitis. La paradoja es que esta barriada del siglo XIX tiene la catalogación de Bien de Interés Cultural.

«Ya no se trata de pedir que reformen el poblado, se trata de que al menos las instituciones se encarguen de vigilarlo para conservar lo poco que queda», denuncia el presidente vecinal, Francisco Luis Naharro.

El vandalismo y el expolio han acabado con esta aldea de inspiración aglosajona que fue el orgullo de la ciudad. « Los gamberros campan a sus anchas y nadie se hace cargo. Antes de Navidad se cayó el tejado de la Casa de Administración. Del laboratorio no queda absolutamente nada», lamenta Francisco Luis Naharro.

En el poblado viven una docena de familias que carecen de servicio de limpieza viaria, poda, riego, desbroce... «Montamos y mantenemos nuestra propia instalación eléctrica», explica el presidente. Bachean las calles como pueden y ni siquiera disponen de atarjea conectada a la red «Se nos viene abajo», advierten los vecinos.