Si un año pudiera resumirse en una sola palabra –o en tres--, este último en Cáceres hay una que gana por unanimidad: Helga de Alvear. En primer lugar, porque entonces se cumplía una década desde que la coleccionista estrechó lazos con la ciudad y abrió su fundación en la Casa Grande y en segundo, por el gran motivo, el que ha puesto su nombre y el de la capital tanto en boca de los entendidos del arte y la vanguardia como de los que rara vez se han aproximado a lo contemporáneo.

El 25 de febrero de 2021 marcó un antes y un después. A la fecha de la inauguración, al museo le han sucedido doce meses en los que ha acaparado reconocimientos internacionales, nominaciones a los premios más prestigiosos de arquitectura, portadas en la prensa internacional, los primeros puestos en las listas culturales y visitas de personalidades.
El Helga nació como un espacio reservado al arte pero se ha convertido en un símbolo de la modernidad. Un emblema de la innovación. Un ejemplo claro que representa bien aquello de que una sociedad vale lo que vale su cultura.
Cierto es que la crisis sanitaria frustró un acto de bienvenida multitudinario aunque consiguió volcar las miradas hacia la ciudad en un mundo marcado por la pandemia, ya que contó con la presencia de los Reyes Felipe VI y Letizia. Aquella jornada transcurrió con un despliegue de seguridad sin precedentes, un recibimiento a los monarcas entre aplausos de los cacereños, que acudieron a las inmediaciones para mostrar su respeto a la Casa Real, y gestos amables como los de la galerista de 85 años recorriendo el museo del brazo de Felipe VI.
Aquella jornada fue el preludio de lo que más tarde ha vivido el museo, que bien puede presumir de haber acumulado tantas anécdotas como días ha estado abierto, siempre custodiado por las guías de sala que con talento y disposición, han sabido difundir las bondades de un espacio que por su magnitud se ha mantenido en las conversaciones de los cacereños, los primeros que, por curiosidad, pudieron acudir a visitarlo debido a las restricciones de movilidad.
De hecho, como gesto paralelo a la apertura, el museo sacó varias obras a la calle para acercarlas a la ciudad. Meses más tarde, la bienal Cáceres abierto repartió también sus piezas por la ciudad monumental y una de ellas, elaborada con los restos del Azor, el barco de recreo de Franco, fue adquirida para la colección.
No fue hasta mayo cuando se empezaron a relajar las limitaciones, la ciudad volvió a programar su agenda cultural, ya con el Helga integrado en sus citas. Isabel Coixet, Nathalie Poza, Carolina Yuste, Pilar Palomero y Marisa Paredes lo recorrieron por el festival de cine de Cáceres y la bailaora Cristina Hoyos lo convirtió en su escenario el día de los museos.
A lo largo de este primer año, han atravesado también sus puertas los arquitectos Norman Foster y Rafael Moneo, los artistas Ai Weiwei y Thomas Hirschhorn, el escritor Ian Gibson, el ministro de Cultura, Miquel Iceta, y el chef Pepe Rodríguez, entre otros.
Y si ha coleccionado visitas también ha hecho lo propio con los reconocimientos. Es candidato a Mejor Museo Europeo del Año, figura entre los 100 lugares a visitar en el mundo según la revista Time y ha posicionado a Cáceres como la décima ciudad del país en oferta cultural según el Observatorio de la Cultura. Un balance inmejorable para un espacio que nació, sigue y seguirá con el foco en su principal objetivo: hacer llegar el arte a todos.