Se cierra un capítulo de la historia del bar Monroy. Tras 50 años al mando del emblemático establecimiento situado en Pinilla, en la cacereña calle Julio Romero de Torres, Venancio Ruiz (Monroy, Cáceres, 1957) dice este sábado adiós a lo que se ha convertido en «mi segunda casa». Orgulloso, y algo emocionado echa la vista atrás y no hay lugar a dudas: «He visto de todo. El cariño que recojo después de todos estos años es mucho mayor de lo que nunca hubiese imaginado, me voy con gran pena por tantas alegrías vividas», comenta Ruiz a El Periódico Extremadura.

Las horas vividas detrás del bar que abrió su padre, Estanislao, en 1972 fueron incontables, e incluso reconoce que, «mi vida no hubiera sido tan completa si no me hubiese entregado en cuerpo y alma a este negocio familiar. Empecé a trabajar en el local con 15 años. De eso hace ya medio siglo. Comencé a echar cortos, hacer cafés, tirar cervezas, poner vinos y aprender el arte de la profesión. La hostelería es muy dura, tiene que gustarte. Yo no estudié y siempre supe que había que trabajar. Es increíble pensar cómo ha cambiado el barrio y el mundo desde entonces», rememora.

Venancio Ruiz siempre contó con la ayuda de su mujer, Mari Carmen, y posteriormente con la de sus hijos. De las manos de su esposa han salido deliciosos aperitivos y ricas raciones, «orejas, riñones, callos, hígados, magro, prueba...», manifiesta.

En este tiempo igualmente, «he visto a clientes hacerse abuelos, he visto crecer a esos nietos, e incluso he tenido un montón de clientes policías, guardia civiles, funcionarios de prisiones y a presos que salían después de cumplir condena de la antigua cárcel de Cáceres», destaca este hostelero con una amplia sonrisa.

«Hay personas que venían a diario y que se han convertido en amigos, a los que vamos a echar muchísimo de menos. Eso sí, ahora vendremos con ellos a tomar algo como clientes», apunta, sin poder evitar emocionarse. Pero es que han sido cinco décadas de convivencia, en los que ha habido brindis, bastantes goles que celebrar y también alguna que otra derrota que superar juntos. Porque en este local ha habido pasión por el Madrid.

Ahora, a pesar de que se encuentra «con salud y ganas de seguir trabajando», Ruiz dice adiós a su vida laboral y se adentra en la merecida jubilación «con la sensación de haber sido muy feliz». Y subraya que se queda muy tranquilo porque «mi casa se queda en las mejores manos, las de mi cuñado». Paco continuará el legado que «ha encandilado a tantos cacereños durante tanto tiempo».