Pablo Jiménez Bermejo (Cáceres, 2002) aún no ha cumplido los 21 años y cuenta con un currículo que apabulla. Desde bien pequeñito era aficionado a Lego, le encantaba construir y fabricar cosas, sobre todo dándole rienda suelta a su imaginación. Estudió en el Colegio San Antonio de Padua y tras meses de esfuerzo y de lidiar con la presión del último curso de bachillerato, alcanzó casi la excelencia en los exámenes de selectividad (13,825 de nota media). Con esa calificación y teniendo claro por dónde iría su vocación, no encontró ningún problema para cursar el Grado en Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo del Producto, en la Universidad Politécnica de Madrid.
«Es una carrera que siempre me ha llamado mucho la atención y posee un abanico muy amplio de salidas. Está muy relacionada con las nuevas tecnologías. El ámbito del diseño va a tener en la industria una importancia cada vez mayor», explica Jiménez a El Periódico Extremadura. Y, al mismo tiempo, reivindica con orgullo el «valor que se le debería dar, en una sociedad como la nuestra, a todas las enseñanzas que ayuden a fomentar la creatividad de los alumnos. Sin duda alguna, donde hay una buena idea hay una oportunidad».
Este cacereño es el claro ejemplo de joven universitario preparado, con ambición, creativo y acostumbrado a aplicar su inventiva para elaborar objetos. Las citadas características bien podrían ser el perfil del trabajador más deseado por cualquier gran empresa española o internacional. Pablo junto a otros cuatro compañeros de su clase han sido noticia en los últimos días por inventar un portaequipajes para silla de ruedas. Es el caso de Javier Herráiz (Murcia), Claudia Fernández (Asturias), Carmen Núñez y Julia Viela (las dos últimas de Madrid). Todos ellos están en tercero de carrera y son muy buenos amigos.
El premio
HOOPS, así es como se llama esta nueva creación. El resultado ha sido tan llamativo que ha ganado el premio nacional James Dyson Award 2022, con el que condecoran a los estudiantes de ingeniería que desarrollen resultados que solucionen inconvenientes de la vida real. El concurso es una tarea obligatoria para poder aprobar una de las asignaturas que imparte la profesora Francisca Victoria. «La idea surgió tras hablar con familiares y amigos usuarios de silla de ruedas, cuando detectaron que no existía ninguna solución que les permitiera transportar de forma independiente y segura su propio equipaje. La mecánica es muy simple: la maleta se acopla al eje de las ruedas, dándole al usuario absoluta autonomía al viajar», cuenta sonriente.
Los futuros ingenieros, que pretenden usar los 5.800 euros del premio para crear el primer prototipo, han apostado por fabricar la maleta con materiales 100% reciclados y reciclables. El maletín está diseñado para que sea un equipaje que se pueda meter en la cabina de un avión. Además tendrán la posibilidad de conseguir el galardón internacional y llevarse 33.000 euros.
Cuando se le pregunta a Jiménez por qué le gusta tanto inventar objetos curiosos y útiles, contesta citando a un clásico: «Pues supongo que me encanta ser un poco como Leonardo Da Vinci, es decir, hacer siempre cosas nuevas, probar a realizar cosas muy distintas por mí mismo». Luego, el joven añade: «Me hace sentir bien, me hace olvidarme de todos los problemas». Pasión y trabajo, en uno.
