rehabilitación del edificio del siglo XIV del Marqués de Monroy en la plaza del Doctor Durán

La Cámara de Comercio de Cáceres restaura su palacio, que fue El Mercantil y La Concordia

La institución cameral adecúa sus instalaciones de Cáceres para ganar en accesibilidad y funcionalidad

Las obras de mejora comenzarán en agosto y se prevé que su ejecución se lleve a cabo durante tres meses

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

La Cámara de Comercio de Cáceres ha puesto en marcha un plan de rehabilitación para modernizar las instalaciones de su sede central en la plaza del Doctor Durán, en pleno casco histórico de Cáceres. Este edificio singular, que originariamente fue el Palacio del Marqués de Monroy, del siglo XIV, también albergó El Mercantil y La Concordia; fue un colegio de niñas huérfanas, una posada y hasta la Delegación Hacienda. Ahora será renovado por la institución para modernizar sus instalaciones, mejorar su accesibilidad y adecuar el edificio a las necesidades actuales del sector empresarial de la provincia.

Las obras de mejora comenzarán en agosto y se prevé que su ejecución se lleve a cabo durante tres meses. Esta actuación, que cuenta con una inversión total de 400.000 euros, -financiada en un 80% con fondos Feder, a través del proyecto ‘Coworking Hub Digital’ de la Fundación Incyde-, no impedirá seguir prestando tanto atención empresarial y ayuda al ciudadano, como las actuaciones formativas presenciales, según ha confirmado la institución cameral.

Así será la reforma

El acondicionamiento y reestructuración se realizará para la ampliación de los servicios vinculados al Coworking Hub Digital que la Cámara ya ofrece, con el fin de mejorar su funcionalidad, poner en valor espacios deteriorados y renovar las instalaciones para garantizar que el edificio sea accesible a personas con dificultades de movilidad.

Imagen de la fachada de la Cámara de Comercio de Cáceres.

Imagen de la fachada de la Cámara de Comercio de Cáceres. / Carlos Gil

Así, la propuesta plantea la renovación del edificio respetando sus elementos protegidos. En concreto, se llevará a cabo la adecuación del salón de actos, el acondicionamiento de su patio, recepción y el espacio dedicado al emprendimiento, Cáceres Lab, Centro de Alto Rendimiento para Startups y emprendedores con iniciativas centradas en energías renovables, agro-tech; food-tech y emerging tech, a los que se les prestará en el enclave formación especializada, acceso a orientación, mentoring y asesoramiento personalizado para que tanto las iniciativas con corto recorrido como aquellas con cierto grado de madurez ganen músculo empresarial para garantizar su perdurabilidad. 

La Cámara ha destacado que esta iniciativa de rehabilitación del palacio (en la fachada principal destaca el escudo de los Saavedra, realizado en mármol, entre adornos de granito, todo ello del XVIII), supone un paso más en la puesta en valor del proceso de revitalización de la zona y la protección del patrimonio edificado con el objetivo de conseguir que el centro de la ciudad sea aún más atractivo y tenga mayor calidad. 

Imagen del Mercantil.

Imagen del Mercantil. / EL PERIÓDICO

¿Cuál es la historia de este edificio?

Construido en el siglo XIV, el inmueble fue restaurado en el XV y el XVIII. Su nombre le viene del Marqués de Monroy que lo hereda en el siglo XIX. Luego fue un colegio de niñas huérfanas. Pero el edificio tuvo más usos. De hecho fue antes de la guerra cuando Edmundo Cordero, un empresario pionero que tenía vacas de leche y que fundó la Central Lechera de la avenida de Alemania (que fue un fracaso porque la cooperativa, de la que también formó parte Domingo Martín-Javato, no funcionó), montó un bar en la calle Sánchez Garrido (la del antiguo Adarve, actual Bos) que se llamaba La Sultana. Edmundo era, a su vez, abastecedor del Círculo de Artesanos, que estaba en la plaza Mayor y al que acudía la clase media de la capital.

Un día le pidieron a Edmundo que organizara una boda muy grande porque se casaba una de la familia de Las Herederas, que era una familia de Cáceres de la que se decía que había recibido una herencia y que sólo podrían disfrutar de ella en vida. Así que Edmundo, en vista de que El Artesano se quedaba pequeño, echó un vistazo por la plaza del Doctor Durán (que en sus orígenes también se llamó del Sol) y topó con el Palacio del Marqués de Monroy.

En el siglo XIX el Palacio del Marqués de Monroy albergó una posada y luego la Delegación de Hacienda. Edmundo encontró ese palacio vacío, habló con la propiedad y allí organizó la boda de Las Herederas, que fue un exitazo. La casa, situada junto a la hojalatería y la pescadería de Jaime Zaragoza (hoy de los Salgado), tenía unos salones preciosos y un patio alucinante, así que Edmundo decidió establecer allí su negocio y bautizarlo con el nombre de El Mercantil. Era 25 de enero de 1931.

Estando allí, Edmundo, que era muy emprendedor, subarrendó al Ateneo una parte de aquella casa, pensó que el Ateneo era bueno para Cáceres y para el movimiento cultural de la ciudad. Pero el Ateneo duró poco y en el 36, en plena contienda, se dio de baja. Más tarde, socios del Círculo de la Concordia, que entonces era el casino de mayor renombre de la ciudad, contactó con Edmundo para que le subarrendara parte de la casa. Y así lo hizo Edmundo, que se convirtió en abastecedor de La Concordia, que ahora se llama La Colina y está en el parque del Príncipe.

El palacio se dividía pues en dos partes separadas por una cancela: la cafetería del Mercantil y el Círculo de la Concordia, donde se leía la prensa diaria y en feria se jugaba al bacarrá o cuando el gobernador lo permitía porque estaba prohibido. En La Concordia se organizaban fiestas de alto copete cuando a los 18 años las señoritas se vestían de largo. En ferias se celebraban tres bailes: la matiné, de una a tres de la tarde, el baile vespertino después de los toros para los hijos de los socios, y el de la noche, con cena y dos orquestas.

Eladia, una de las hijas se Edmundo, se casó con Abelardo Martín, que trabajaba como dependiente en Los Muchachos, un comercio de telas de la calle Pintores que regentaba Juan García, que terminó siendo Sederías Oriente, que estaba frente a la zapatería Peña, muy cerca de Las Niñas y La Muñeca.

Abelardo, que fue mayordomo de la Cofradía de la Virgen de la Esperanza, jugaba en el Club Deportivo Las Arenas y era amigo de Terio, el de la sombrería. Con Eladia se casó en San Juan y lo celebraron en El Mercantil, el lugar donde finalmente él entraría a trabajar. En esas estaba Abelardo cuando un día se comenta en la barra del Mercantil que unos falangistas andaban alardeando de que habían tirado a un hombre por un puente. El gobernador se enteró y fue a ver a Abelardo. "Abelardo, mira, que me han dicho que aquí se ha hablado de unos supuestos abusos cometidos por falangistas. ¿Quiénes andan diciendo esas cosas?". "No lo recuerdo, señor gobernador" , respondió Abelardo seguramente haciendo uso del secreto profesional. "Pues te vas a ir unos días al calabozo, Abelardo, para que lo recuerdes" , zanjó el gobernador.

Abelardo y Eladia (que tuvo 9 abortos) fueron padres de cuatro hijos: Carlos, María Ángeles, que venía con su melliza que nació muerta, y Esperanza y Abelardo, también mellizos. Abelardo se quedó con El Mercantil tras comprar las 16 porciones en que se dividía el palacio. La familia vivía en la primera planta del edificio, de habitaciones inmensas, techos altos, un salón con un brasero y un pasillo largo que llegaba a Sergio Sánchez y que había que recorrer cada noche para ir a dormir. Los sábados calentaban agua porque tocaba la ducha semanal en un cuarto de baño que tenía bañera. A diario te lavaban las manos, las rodillas y la cara, pero los sábados te bañaban porque al día siguiente ibas a misa y no podías ni ensuciarte ni pecar.

En San Juan había misas todas las medias. La primera a las 8.30. Las oficiaban don Julián, y don Manuel Vidal, bueno, y José Luis Cotallo, que daba la misa de hombres y que se llamaba así porque a ella solo iban los hombres.

Además del Mercantil, Abelardo pujaba cada año en la Obra Sindical por la caseta de la Ciudad Deportiva, que en la feria de Mayo y en la de San Miguel organizaba unos saraos de no te menees. Por El Mercantil pasaban peñas: la de Luis Nuños Beato, médico, que iba mucho con Infante, médico de garganta, Carlos Acedo, farmacéutico de Pintores o Benedicto Arias, que era rico.

Los camareros del Mercantil eran Eugenio, Ramón, (también trabajaba en el ayuntamiento), Montaña, (murió en accidente de moto), y después estaba El Penas, que era el más famoso. Le llamaban así por el latiguillo que siempre soltaba: "Ay que pena, ay que pena". Los clientes le preguntaban: "¿Penas, has ido a misa?" . Y él respondía: "Sí, claro, a las de las 7.30" , pese a que las misas empezaban una hora más tarde. Entonces el Penas se agarraba de la cintura y exclamaba: "¡Ay, cómo me duelen los ovarios!" , sin saber que los hombres no tienen ovarios.

En El Mercantil, famoso por su arroz con pollo, se celebraban las bodas. Allí se casaron Luisina y Marchena, los Muriel, los Chacón... A finales de los años 70 Abelardo vendió el palacio a la Cámara de Comercio y lo hizo por tan solo 6.200.000 pesetas. Ahora, ese palacio del paisanaje y de la historia local de Cáceres será rehabilitado.

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