La eterna ciudad del papel couché

Los príncipes de Mónaco, en Cáceres

En marzo de 1975, los entonces Príncipes de Mónaco, Rainiero y Grace Kelly, pasearon por la ciudad junto a dos de sus hijos, Alberto y Estefanía

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

A la realeza siempre le ha tirado Cáceres. Es normal, teniendo en cuenta los encantos de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, de piedras milenarias que conquista y atrapa a partes iguales. Fue a finales del mes de marzo de 1975, el día 31, ocho meses antes de la muerte de Franco, cuando los príncipes de Mónaco, Rainiero y Grace Kelly, visitaron Extremadura acompañados de dos de sus tres hijos: Alberto, que entonces tenía 17 años y hoy es príncipe de los monegascos, y Estefanía, con 10. Carolina, ya con mayoría de edad, se quedó en el Principado.

Los príncipes pasaron primero por las Fiestas del Chíviri en Trujillo, desfilaron por Guadalupe y finalmente aterrizaron en Cáceres, donde fueron recibidos por el alcalde, Alfonso Díaz de Bustamante, el presidente de la Diputación de Cáceres, Felipe Camisón, y el gobernador civil, Gutiérrez Durán. Firmaron en el Libro de Oro de la Ciudad, tocaron el pendón original de San Jorge, recorrieron la parte antigua y luego el aljibe y el Museo de Cáceres, donde se captaron unas instantáneas que han pasado a la historia del papel couché de nuestra ciudad.

La visita tuvo lugar justo ocho años antes de que la princesa Grace, oscarizada musa de Hitchcock, muriera con tan solo 52 años en un malogrado accidente de tráfico cuando perdió el control del coche que conducía y en el que viajaba su hija pequeña. Fue una desgracia que conmocionó al mundo.

Cáceres no olvida aquel viaje que la puso en el mapa y en cuya agenda participó muy activamente el entonces alcalde, Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano, que nació en 1911 en Corrales de Buelna ( Santander) y qye llegó a la ciudad como aristócrata, así que Alfonso nunca fue Alfonso, Alfonso fue siempre Don Alfonso.

Don Alfonso vivía en la calle Ancha, en una casa preciosa que hay frente al Parador de Turismo. En aquella época, como el gobierno era el que elegía a los alcaldes, a él lo nombraron alcalde en 1963, un cargo que ocupó hasta 1977.

En Cáceres se metieron mucho con él, decían que tenía mucha influencia con los peces gordos -era cuñado del ministro de Justicia de Franco, Francisco de Oriol y Urquijo- y le reprochaban sus comilonas. Craso error el de los críticos porque, en honor a la verdad, Don Alfonso fue uno de los alcaldes que más hizo por esta ciudad: el pantano del Guadiloba, el desvío ferroviario hasta Cáceres, el semidistrito de la universidad, el inicio del Parque del Príncipe y las reformas de la ciudad monumental que años después impulsarían su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Don Alfonso era un hombre con mucho carácter al que le gustaba tenerlo todo muy atado, tan atado que cuentan que cuando los entonces Príncipes Juan Carlos y Sofía venían a Cáceres, dos días antes mandaba que le pusieran una cama en el ayuntamiento y se quedaba allí a dormir para que todo estuviera a punto. Carmina Caldera fue su secretaria, Juan Ramón Marchena su jefe de protocolo, y Francisco Pache, su conductor. Entonces el coche oficial era el Land Rover, aquel que también fue testigo de una visita de excepción: la de Rainiero y Gracia de Mónaco en Cáceres, la ciudad más bonita del mundo.

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