Abastecimiento

Fuente Fría, el lugar donde Cáceres sigue yendo a por agua y crecen los lirios

Vídeo | Así recogen agua de Fuente Fría en Cáceres

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Con el agua del grifo de Fuente Fría se abastecen cada día cientos de cacereños, que llevan décadas acudiendo a ella para llenar sus garrafas y consumirla en sus casas. Aunque parezca una situación bastante normal, no lo es, ya que el ayuntamiento ha dictaminado en varias ocasiones que no es potable.

Las aguas de Fuente Fría se han usado para el consumo de los hogares, son buenas contra los cálculos de riñón y para cocer los garbanzos. La historia escrita habla de millones de agravios cometidos contra este paraje, con un cartel que se aparece al caminante lleno de pintadas y un entorno rodeado de maleza y suciedad

Situada detrás del antiguo monasterio de San Francisco, en 1964, una orden del Gobernador civil, permitía al vecindario su utilización; cosa que no ocurrió con las demás, clausuradas por estar contaminadas. En la actualidad, los cacereños siguen acudiendo a ella para abastecerse de agua, ya que tiene gran calidad por su naturaleza silícea (procede de la infiltración en las cuarcitas de La Montaña), así como propiedades diuréticas. A finales de los años 90 fue restaurada por los talleres de la Universidad Popular y fue objeto de una intervención en 2004 (Proyecto Urban-Calerizo). En su entorno se ambientaron leyendas cacereñas que tenían como marco la fuente, el arco-acueducto (ya destruido) y la callejuela de la “Mansaborá”.

Pero no es solo el agua lo que caracteriza a esta zona de Cáceres, también son los lirios que navegan en el interior de la Ribera y son como los patriarcas del Marco en el mapa confuso y espeso en el que lleva años convertido el río de Cáceres. Si hay lirios al sureste de la ciudad es gracias al biólogo Juan Ramos. Por él sabemos que la buena salud de la que goza literariamente el paraíso verde cacereño arrastra, en el plano real, una situación muy delicada desde hace décadas en la que peligra, incluso, su elemento más esencial: el agua.

La Ribera guarda 13 hectómetros cúbicos (por comparar, el embalse del río Guadiloba que abastece a Cáceres tiene una capacidad de 20). Conviene recalcar, aunque se haya hecho ya tantas veces, que el Calerizo es esencial en el origen de los primeros pobladores de la ciudad en el Paleolítico, que habitaron la Cueva de Maltravieso, a orillas de nuestro río, escondido hoy por la maleza y el abandono.

La Ribera nace en el Calerizo y a lo largo de sus siete kilómetros acumula piedras con fósiles vegetales que merecerían su respeto, conservación y catalogación. Desde su caudal originario en la Fuente del Rey (frente al Palacio de Justicia) hasta su desembocadura en el Guadiloba, siempre fue hermana de Cáceres. Las cosas cambiaron primero en los 60 cuando se proyectaron tres pozos en la cerca de San Jorge (en las inmediaciones del actual Espacio para la Creación Joven) que taladraron el Marco, y luego en los 70 tras la aparición de los supermercados, que siempre dieron la espalda al potencial de los productos autóctonos que cultivaban nuestros hortelanos. Esos tres pozos, interconectados, dieron de beber a Cáceres hasta que en 1971 se inauguró el pantano del Guadiloba. Hoy continúan en activo y de ellos se toma el agua para regar el parque del Rodeo o las vías públicas de la capital. Se puede lograr para la Ribera del Marco el título de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco siempre y cuando la Ribera se embellezca y se libere de contaminación. Un primer paso es el proyecto de ampliación de la depuradora que afrontará la Confederación Hidrográfica del Tajo, responsable del cauce. Pero es necesario avanzar. La iniciativa tiene de su lado una aliada imprescindible: el agua. Y mientras siga habiendo agua este lugar es un paraíso.

De hecho, los hortelanos de una parte de la Ribera del Marco exigen, por su parte, una solución al desperdicio de agua que se produce en sus parcelas debido a la antigüedad de las canalizaciones que datan de 1900 y que provoca que se malgaste gran cantidad de la que debe usarse para regar sus cultivos.

Es una petición más que se suma a la realizada durante la pasada legislatura cuando la Comunidad de Regantes La Concordia mantuvo un encuentro en Mérida con la entonces consejera de Agricultura, Begoña García Ramos, para acogerse a una línea de ayudas del gobierno autonómico que podría suponer el inicio de su transformación, una auténtica revolución que pondría al río de Cáceres en primera línea del desarrollo agroganadero de la capital cacereña. Pasaba por un proyecto de modernización de las explotaciones de huertas que, en números redondos, podría suponer una inversión de 1 millón de euros. Que siga la lucha, antes de que las ranas emigren y mueran los lirios.