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Cuando en Cáceres había hogueras y guerras de brevas en Alcoresa, Pinilla y San Francisco

De Llopis a Pinilla, pasando por La Madrila, San Francisco o Alcoresa, los barrios cacereños organizaban en masa sus fogatas y se batían en duelo con las guerras de brevas

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

 En Alcoresa estaban el ultramarinos del señor Antonio y el de la señora Aurora, casada con el señor Alejandro. El bar clásico era el Piper, que lo llevaban Choni y Daniel. Después estaban Mobylette, y las moreras junto a Frucáceres, en las que se cogían las hojas para los gusanos de seda. Luego estaba el famoso campo de fútbol de Las Patatas, apodado así porque aquello más que un campo de fútbol era un patatal. Pero no importaba porque el estadio fue testigo de memorables encuentros contra El Perú, enemigo público número uno de Alcoresa en cuestiones deportivas y cuando llegaban las hogueras de San Jorge.

Y es que en San Jorge las fogatas no faltaban en Alcoresa, el barrio donde durante tantos años estuvo la central central lechera Ilcasa: el lugar donde los chavales de la barriada merendaban cada tarde y que ahora es sede la jefatura de la Policía Local. Semanas antes los niños se aprovisionaban de maderas, de alcohol, revistas viejas y monos de trabajo que rellenaban de papel para hacer los muñecos que, en mitad de la hoguera, se colocaban en lo alto de los palos de la luz que cogían del almacén que Telefónica tenía al lado de Ilcasa.

Era muy feliz la vida en aquellos pisos blancos de rayas azules, con su trocito de terraza para la lavadora, su despensita en la cocina y sus porteros: el señor Benigno y la señora Leo, entre ellos.

Las hogueras y las luchas de brevas entre barrios eran una tradición en Cáceres: desde la parte antigua al Rodeo, pasando por San Francisco, La Madrila y hasta sus últimos reductos en Cabezarrubia.

Pero donde triunfaron sobremanera fue en Pinilla, donde Juan Rodríguez y Vicente García Oliva formaban parte del equipo de ebanistas que cada año construían las carrozas y dragones para San Jorge, la fiesta cacereña que en el barrio los vecinos siempre vivían con especial intensidad.

Pinilla, que también tuvo su calle de La Pulmonía, era un barrio muy tranquilo y familiar que durante San Jorge era pura algarabía. Eran los años en que las mujeres, lideradas por doña Basilisa, montaron una asociación de vecinos y se juntaron cuatro o cinco carpinteros de la barriada para hacer las carrozas del desfile de la fiesta del patrón de Cáceres, una costumbre que en realidad puso de moda el obispo Llopis Ivorra cuando vino de Valencia.

Al caer la noche las mujeres llevaban pinchitos a los hombres para que el trabajo se les hiciera más llevadero. Juan, Vicente, Felipe, José, Gibello y los demás participaban en la ejecución de aquellas obras maestras de madera, cartón y trapos viejos. Duras jornadas hasta concluir aquellas espectaculares mezclas de colores en forma de carrozas y dragones con las que luego el barrio se presentaba al concurso que organizaba el ayuntamiento, y que un año les valió un premio especial tras una lucha encarnizada contra Aguas Vivas.

En las hogueras todos quemaban lo viejo, se iban los malos augurios y San Jorge brillaba más que nunca. Lástima que se hayan perdido y que nadie se acuerde de recuperarlas

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