Carta de la directora de El Periódico Extremadura

La corona forjada con el espíritu cacereño

Miles de cacereños salen a la calle en Fuente Concejo.

Miles de cacereños salen a la calle en Fuente Concejo. / El Periódico

Marisol López

Marisol López

Hace ahora un siglo, en las páginas del entonces Extremadura se mezclaban las noticias llegadas desde la guerra del Rif en Marruecos con la sucesión en el consistorio cacereño. Se despedía como alcalde Antonio Silva y asumía el cargo de regidor Juan Muñoz y Fernández Soria, al frente de una corporación en la que estaba representada «lo más significado de la ciudad», a decir de las crónicas del decano de la prensa extremeña. Lo más acuciante eran «los problemas del agua» ante la falta de un sistema de canalización adecuado. Aún las lavanderas iban a lavar a la orilla del río las ropas de los señoritos o portaban el agua en pesados cántaros en perfecto equilibrio sobre sus cabezas.

La corona forjada con el espíritu cacereño

La corona forjada con el espíritu cacereño / marisol lópez del estal

Aquellos tiempos, que en otras partes de Europa se vivieron como los ‘locos años 20’, eran en España los de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Cáceres luchaba contra un subdesarrollo que comprometía hasta la salubridad de la ciudad. Las más pudientes se vestían en el Palais de la Mode de la calle Margallo, y en el Gran Café de Viena de la antigua Alfonso XIII (hoy calle Pintores), se degustaban el aperitivo o hasta un chocolate que bien pudiera venir de la fábrica La Favorita, en el cercano Cañaveral. Los menos afortunados se conformaban con sobrevivir en una sociedad en la que entonces, como ahora, había un elemento de cohesión que trascendía lo cotidiano: la proximidad de la Bajada de la Virgen de la Montaña.

Y en esas mismas páginas del Extremadura, cacereños de todo tipo y condición podían leer su nombre escrito en letra de imprenta, y su esfuerzo reflejado bajo un titular destacado en la segunda de sus cuatro páginas: ‘Para la Corona de la Virgen’, la suscripción popular en la que tenían el mismo valor simbólico los pendientes de oro y turquesas donados por doña María del Sagrario Muro y Muro que los cinco céntimos en metálico de la niña Nemesia Manzano. La joya destinada a la coronación canónica fue elaborada con mimo en una orfebrería de Madrid, donde metales y piedras preciosas se fundieron como lo hacían los propios habitantes de Cáceres. Como lo siguen haciendo. Porque el fervor que despierta la patrona estalla cada vez que abandona su santuario y desciende para ser recibida en la calle Caleros, la calle gremial que servía, y sirve, de antesala a la gran fiesta en la plaza Mayor.

Engalanadas están las calles y se vive la llegada de la imagen, considerada protectora de la ciudad, a la que los cacereños se encomiendan en tiempos duros de pandemias, o para pedir favores particulares: encontrar ese necesario empleo, que el nieto apruebe las oposiciones y ya, por pedir, no falta el hincha que ruega porque el verdiblanco Cacereño alcance la gloria futbolística.

Es la Virgen de la Montaña una imagen de rogativa, a la que este año, de momento, habrá más que agradecer que pedir, en vista de cómo rebosan embalses y cantan las gargantas de La Vera o el Jerte. El campo se pinta con los colores de la primavera y los cacereños renuevan una tradición que supera el paso del tiempo, creencias o ideologías. Porque en ese amparo que buscan los habitantes de una ciudad que tantas dificultades vence desde hace siglos, se refleja la añoranza del regazo materno, la infancia perdida, la incertidumbre del futuro. Y, sobre todo, las señas de identidad de un pueblo que implora bajo la advocación de la Montaña, salud y porvenir para los que tienen la fortuna de venir al mundo en su tierra de origen. Nuevas generaciones que llevarán la impronta de un acervo cultural que debe preservarse, como se resguarda el mayor de los tesoros, el que corona el espíritu luchador de toda una ciudad, Cáceres.

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