Blog del cronista

La calle de los Moros

La actual calle Margallo se denominaba anteriormente Moros porque aquí fueron alojados los moriscos llegados a la villa cacereña en el año de 1572

Calle Margallo.

Calle Margallo. / EL PERIÓDICO

Fernando Jiménez Berrocal

Fernando Jiménez Berrocal

La toponimia histórica tiene un significado especial que nos conduce por el pasado de las localidades que han sabido conservar los viejos nombres con los que fueron designados lugares que se encuentran presentes en el acontecer diario de los vecinos. Otras veces esas denominaciones se perdieron, por motivos de toda índole, aunque la memoria comunitaria siempre supo conservarlas como parte de su afinidad por el espacio urbano que les ha acompañado durante siglos. En ciudades como Cáceres, acordarse de denominaciones añejas es hacerlo de acontecimientos que nos invitan a no olvidar el pasado, para poder trasladarlo a los cacereños del tiempo presente. 

     Hubo una pequeña calle, denominada de Santiago, donde fueron alojados los moriscos llegados a la villa cacereña en 1572. Desde ese momento la calle empezó a denominarse de los Moros. De los 310 moriscos deportados solo llegan vivos a Cáceres 163, lo que nos aporta una idea de lo duro del viaje y la tragedia vivida por familias que fueron desterradas de sus lugares de origen por sus características étnico-religiosas. Moriscos venidos de lugares lejanos como Baza, Guadix o Benamaurel que con el paso del tiempo se integraron perfectamente en la villa de acogida. Una nueva comunidad artesana y menestral que encontró en Cáceres un lugar seguro para la vida y el trabajo. Estos nuevos vecinos ocuparon una parte del arrabal que se encontraba separado del casco urbano por un pequeño regato, el rio Verde, que por medio de un puente, desaparecido en 1903, marcaba el límite entre la calle Sancti Spiritú y la calle Moros. 

     Los moriscos cacereños no ocuparon mucho tiempo la calle Moros, pues el 29 de agosto de 1589, el rey Felipe II envía una carta al corregidor de la villa de Cáceres para que los moriscos que se hallaban en ella desde 1572, sean repartidos por la población de manera que en una misma calle no vivan juntos más de tres o cuatro familias moriscas. Se pretende que los nuevos vecinos vayan perdiendo sus vínculos culturales en lo referente a cuestiones como el vestido, la lengua o los nombres. 

     Los moriscos se reparten por calles de la villa, dándose el curioso dato que donde más familias se van a avecindar en el antiguo barrio de la judería vieja o barrio de San Antonio, donde vivían un total de 25 familias moriscas en 1594, sobre un total de 62 familias moriscas que residían en la villa, que sumaban un total de 290 habitantes de esta etnia. Con fama de buenos trabajadores y excelentes artesanos del cuero, los curtidos o la horticultura, no es extraño que, en 1609, cuando se decreta la expulsión de los moriscos de los territorios de la Corona, las autoridades locales solicitan al monarca que no se ejecute esa orden porque “la mayor parte de ellos son pobres y viejos” y “se ocupan de oficios necesarios y forzosos del beneficio de esta república”.

     El nombre de calle Moros va a estar presente en el callejero cacereño hasta el año 1893 cuando fallece, durante la guerra del Rif, el general y comandante general de la plaza de Melilla Juan García y Margallo, oriundo de la villa de Montanchez. Como homenaje al fallecido, se decide denominar una calle en su honor, para ello se adopta el cambio de nombre de la antigua calle de Moros, por el del difunto militar. El motivo de elegir esa calle fue debido a que lo habían matado los moros rifeños y había que eliminar ese nombre de los “moros” del callejero cacereño para emplazarlo por el del ilustre general. Una decisión descontextualizada que borro un nombre distintivo de la toponimia histórica local.

Calle larga y habitada

La actual calle General Margallo, aun es recordada por los más viejos del lugar como calle Moros. Una calle larga y densamente habitada que tradicionalmente unía el centro urbano con las afueras. Paralela a la calle Barrionuevo, la vieja calle de los Moros ha estado presente en el devenir histórico cacereño durante siglos.  

    En esta calle estuvo el desaparecido Teatro Variedades, fundado por Juana Elguezabal, vasca de nacimiento y cacereña de adopción, que durante 28 años, desde 1886 hasta 1914, fue uno de los espacios escénicos más representativos de la ciudad. A partir de 1918 el viejo teatro se convertiría en las Escuelas de Vicente Marrón, escuela donde se formaron miles de niños y niñas hasta su desaparición, en los años 80 del pasado siglo. También en esta calle estuvo durante casi un siglo el cuartel de la Guardia Civil, hasta que en 2003 la benemérita cambió de sede y abandonó su vieja Comandancia, hoy en estado lamentable en cuanto a su conservación. 

    Asimismo, en el año 2003, se trasladaba a nuevas instalaciones el Colegio San Antonio, regentado por frailes Franciscanos, que se había inaugurado en 1921. Colegio emblemático de la ciudad que en el pasado año de 2021 recibió la Medalla de la Ciudad de Cáceres por su importante aportación al mundo estudiantil cacereño con motivo de su centenario. Actualmente el antiguo colegio franciscano es un moderno hotel de cuatro estrellas. 

    Otro centro educativo que estuvo presente en esta veterana calle sería el denominado Paideuterion Femenino , germen del actual colegio María Auxiliadora , ubicado hasta 1998 en el número 32 de la calle Margallo. Escuelas, teatro, cuartel de la benemérita, tiendas, bares, hostales, albergue de peregrinos, se han sucedido en una calle donde actualmente aun se pueden apreciar fachadas de factura modernista junto a veteranas viviendas que necesitan de cuidados y atención. 

    Una calle que por méritos propios forma parte del entramado urbano local. Desde la que es más fácil conocer capítulos específicos del pasado cacereño, como el de aquellas familias moriscas que en un tiempo de arrebato religioso, fueron obligados a trasladarse a una vieja villa desconocida para ellos, en la que dejaron su huella toponímica.

El autor es cronista oficial de Cáceres

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