La villa de Valores

Un pueblo asturiano en el corazón de Cáceres

Hay 60 casas, solo la mitad, no hay sitio para exponer más, tiene su puerto, su cofradía de pescadores, su iglesia, su supermercado, su parque... Se llama Valores y el cemento que une los tetrabriks de Central Lechera Asturiana que lo forman es plantar cara al parkinson con el ejercicio físico de las manos y con la mente ocupada. Su creador es Oscar García Rioboó

Óscar García Rioboó con una parte del pueblo de Valores.

Óscar García Rioboó con una parte del pueblo de Valores. / CARLOS GIL

José Luis Bermejo

José Luis Bermejo

Sobre una mesa de cuatro metros cuadrados, en un comedor de un piso de la calle Antonio Silva, en el corazón de Cáceres, hay un pueblo, una villa asturiana con sus sesenta casas, su ayuntamiento, su puerto, su cofradía de pescadores, su faro, sus parques, su estación de servicio, su quesería, su cementerio, su cuartel, su iglesia, su supermercado... El material principal de esta población son tetrabriks de la marca Central Lechera Asturiana, no podía ser otra.

Es un pueblo que está en el corazón de Cáceres, el piso se encuentra a treinta metros del paseo de Cánovas, y en el de su creador, Óscar García Rioboó. Es uno de sus hobbies que le ayudan a tener la mente ocupada y a trabajar con sus manos para ganar fuerza y evitar la rigidez que le provoca el parkinson con el que convive desde hace más de una década, «el estar doblando los tetrabriks para engarzarlos en otro requiere de un ejercicio físico importante de tus manos», explica.

La plaza de Valores.

La plaza de Valores. / CARLOS GIL

Empezó trabajando con material reciclable hasta que llegó a los tetrabriks en Asturias, el segundo lugar de España donde más tiempo ha pasado con su familia, son trece veranos, desde entonces la marca «se convirtió en un clásico en el frigorífico y no solo para nosotros -su mujer María José, sus hijos Javier y Óscar y él-, sino también para los donantes de tetrabriks», que son su familia y amigos que le proporcionan más material para sus edificaciones.

Comenzó utilizando los recipientes para hacer taburetes y cajas, pero su proyecto evolucionó hasta que comprobó que «colocando de determinada manera nueve tetrabriks sobre un contenedor, que es otro tetrabrik, y con unos ajustes para que tuviera una cubierta a dos aguas, me salían estas casas», que empezó a regalar a los amigos, lo que «era también una manera de testar el producto, como me hablaban de las casas después de dárselas, entendí que gustaban». Las casas las completa con accesorios y complementos como arbolado alrededor y flores, «pensando mucho en Asturias, por las hortensias exuberantes que hay allí en las aldeas».  

No solo es un pueblo con continente, sino que también tiene un contenido que va más allá de las casas. Es su nombre, Valores, una denominación imaginaria como Macondo, Utopía o Comala, elegido porque «como padre me preocupa mucho todo a lo que están expuestos nuestros hijos, y esto me lleva a pensar que se tiene que dar más protagonismo a los valores». Otro hecho destacable es el reciclaje de los materiales que usa para su población, el cartón de leche se transforma en un pueblo. 

Casas

El número de casas que tiene es muy superior, no solo las sesenta que conforman el pueblo. Cuenta con otras sesenta casas más que las tiene guardadas, más todas las que ha regalado. En la construcción de cada una puede tardar algo menos de hora y media, «teniendo el material, tardo una media hora, y luego en la decoración sumo otra media hora más, aunque también depende de la destreza que yo pueda tener ese día o en ese momento por razón del parkinson. Cada casa es un entretenimiento para las manos y para la cabeza».

El pueblo y sus edificaciones es también una manera de afrontar el parkinson porque «la clave de bóveda de todo el cuerpo es la mente, y el parkinson se encarga de dinamitarla, todo lo que puedas hacer para que esto no ocurra es bueno». «Podemos hacer cosas para encontrarnos mejor, hay que tener la cabeza ocupada, haciendo cosas o imaginándolas», detalla.

No solo la actividad mental y creativa, el pueblo es una de sus actividades, le ayuda, también el apoyo de su familia, «que me ha acompañado siempre», y el ejercicio físico, para el que tiene un socio y compañero de paseos, su galgo Erik, «que es mi entrenador personal». El parkinson tiene que ser «un trabajador fijo discontinuo, fijo porque lo tienes de por vida, moriré con parkinson, pero no de parkinson, pero también discontinuo porque si le das todo el protagonismo en la cabeza, te la va a inundar y romper el resto del cuerpo». Tiene un blog en el que cuenta toda su experiencia con el parkinson y cómo lo afronta con un enfoque en positivo. (Ver blog).

Ese enfoque y esa búsqueda de una actividad es el cemento que compacta Valores. Ahora su intención es que todas esas construcciones hechas con materiales reciclados puedan «mostrarse a terceros», puedan exponerse, bien en un escaparate o en una centro de exposiciones, «es algo a lo que llevo tiempo dando vueltas». 

No es el único destino que quiere dar a su creación, también pretende que las casas se puedan vender por un precio simbólico y con un fin solidario, que los ingresos que se obtengan se puedan destinar a una organización sin ánimo de lucro, como el Banco de Alimentos o a otras similares, que el fin de Valores vaya a fomentar valores porque detrás de sus casas y sus construcciones hay mucho más que un pueblo de tetrabriks de colores rojos y azules. 

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