Toda la poesía de Benito Fernández García es un verdadero tesoro. La conmoción de aprender a saberse vivo le ha ocupado toda su existencia. La ha unido a la emoción desgarrada que le provocaba una tierra a la que ama apasionadamente y a las circunstancias históricas en la que le tocó vivir. Hijo de un pastor, nació en Carrascalejo (Cáceres). Buena parte de su infancia la pasó pastoreando con cochinos y ovejas, junto a sus hermanos.

Tras un breve paso por la escuela, dejó el colegio. A los 17 años conoció a el amor de su vida, Antonia Ocampo, y han tenido tres hijas, «todas ellas muy inteligentes y guapas», advierte Antonia mientras el matrimonio abre las puertas de su casa a El Periódico. Nos atienden con gran amabilidad porque la pareja es la naturalidad en persona. Van salpicando dulzura, sensibilidad y carisma las palabras según avanza en la conversación.

Benito cuenta que trabajó durante 36 años de caminero en la diputación cacereña. Era el operario encargado de cuidar y controlar a pie del camino las obras, en cada legua, unidad de distancia equivalente a unos cinco kilómetros y medio. En España esta figura fue creada en el siglo XVIII concretamente en 1759 y durante el reinado de Fernando VI. «Mi primera carretera fue de aquí hasta Villar del Pedroso. Con el tiempo me metieron de vigilante de las labores de los asfaltos y vías que se iban realizando a lo largo y ancho de la provincia. También he sido albañil», relata.

Estas vivencias tan entrañables le hicieron revelarse como narrador en verso de la vida del campo, el lugar que le ha inspirado a publicar un libro de poesía titulado ‘He cumplido un sueño. Coplas y poesías de un caminero extremeño’, en el que se expresa, se emociona y crea. Su hija María Josefa le ayudó a pasarlo al papel. El libro se editó en Torrijos (Toledo).

Pasión por pintar. ALBERTO MANZANO

Es una firma que recoge lo que de siempre le ha gustado. «Todo empezó por casualidad. Quería plasmar esa naturaleza sobrecogedora con la que me iba encontrando». Para él es una satisfacción personal la obra. Su poesía es una sólida sinfonía que se agarra a la vida con versos de brillo.

Igualmente, disfruta un montón pintando animales, «es lo que más me gusta. Mis animales favoritos para retratar son los pájaros de mi querida Extremadura. Es lo que más me llama la atención», apunta Benito.

Como diría Antonio Machado, caminante no hay camino, se hace camino al andar. Y el camino de Benito ha sido largo y lleno de trabajo y lucha. Ahora, con el apoyo de su familia, este libro refleja en vida su memoria.