Quién le iba a decir a Alfonso XIII que casi un siglo después de su paseo por Las Hurdes (en junio de 1922) esa comarca de pizarra y esquisto, barro y madera, iba a vislumbrar un futuro prometedor al abrazar la era post covid y potenciar el turismo residencial, para poner fin a la despoblación que se ceba desde hace décadas con las pintorescas alquerías hurdanas.

La comarca ha transitado por el siglo XX con un marchamo de miseria. Voces de alarma y horror denunciaban el atraso de Las Hurdes, que el cineasta Luis Buñuel consiguió elevar a la categoría de internacional con su manipulador documental de «Las Hurdes/Tierra sin pan». Un mediometraje que llegó a presentar en la Universidad de Columbia de Nueva York.

De hecho, con motivo del centenario de Buñuel en el 2000, los alcaldes de los pueblos hurdanos se opusieron a que la comarca le rindiera un homenaje, debido a que había mostrado a los lugareños como «seres extraños y sin moral». Sin embargo, aunque la entrada en el siglo XXI comenzó con una sangría poblacional para el territorio, la era post covid pone en el disparadero a este privilegiado enclave del norte de Extremadura, donde parece que el tiempo se haya detenido, y que conserva casi intacta su popular arquitectura negra y su laberíntico entramado de callejuelas. 

Una oportunidad que viene de la mano de un proyecto millonario. Una lluvia de millones del Estado, ese que tantas veces le ha ignorado (más allá de paseíllos reales), que pondría a la comarca a la cabeza del turismo residencial.

Con estos mimbres, el Ayuntamiento de Ladrillar ha aprobado un proyecto para rehabilitar las alquerías de Ladrillar y Riomalo de Arriba (esta última con apenas 2 habitantes). El proyecto se ha presentado a la Secretaría de Estado de Turismo por un importe de 9,9 millones de euros; ahora, toca esperar a la luz verde.

El objetivo reconstruir y rehabilitar estas alquerías en un destino de turismo residencial sostenible, ecológico, con identidad propia y perdurable en el tiempo. «El turismo residencial es el único capaz de fijar población y generar negocios complementarios rentables en destinos emergentes», aseguran desde el consistorio.

Porque, sostienen, «está demostrado que el turismo rural convencional es incapaz de generar ocupaciones superiores al 20% anual, mientras que el residencial se aproxima a un ratio del 80%».

El turista residencial demanda nuevas soluciones habitacionales en la naturaleza, en espacios únicos, excepcionales; alejados de núcleos urbanos masificados pero con toda la comunicación y tecnología a su alcance, para descansar sin ver menos cavada su capacidad de teletrabajar.

Una apuesta que se confirma como solución a la dispersión de la población en la era post covid.

Mientras tanto, colectivos como la Fundación Riomalo de Arriba luchan para devolver el lustre a esta comarca. La fundación ha motivado que el Ayuntamiento de Ladrillar haga una petición formal a Patrimonio de la Junta de Extremadura para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) este paraje de extraña y silenciosa belleza.