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UN TEBEO EMBLEMATICO.

Las batallitas del abuelo

Una antología conmemorativa reúne 43 historietas de la serie de la familia Cebolleta, en la que, a pesar de la censura, Vázquez trastocó los roles tradicionales de la institución familiar.

Las batallitas del abuelo

Mientras Don Rosendo, el padre de la familia Cebolleta, intenta beberse una botella de tinto a escondidas, eso sí, con la ayuda interesada del cínico loro Jeremías, que a cambio de que le deje beber no le dará el soplo a su mujer, el abuelo llega para contarles cómo ganó la batalla de Sebastopol con sus 2.000 lanceros. Nacidas de la mano de Manuel Vázquez esas fueron las primeras viñetas de la que se convertiría en una de las series más emblemáticas de la factoría Bruguera. Esa primera historieta de la familia Cebolleta se publicó en la revista DDT en 1951, y de eso hace ya 60 años. Para conmemorarlo, Ediciones B ha publicado esta semana un álbum antológico de la colección Magos del Humor, con una selección cronológica de 43 historias y prologado por Antoni Guiral.

"Vázquez tenía varias series familiares como la de los Gambérrez, los Churumbel o las hermanas Gilda, pero fue en la de los Cebolleta donde más evidenció que él no creía en la familia tal y como estaba estructurada, como demostró en su vida real. Utiliza la familia como un juego perverso donde se trastocan los roles habituales, como en el caso del cabeza de familia, el único que trabaja y al que todos deberían obedecer, y que en cambio no tiene ni voz ni voto", explica Guiral, autor de numerosas obras sobre cómic y especialista en el universo Bruguera y en Vázquez. Suyos son el álbum sobre los 100 años de la editorial y la biografía del autor de Anacleto, agente secreto (By Vázquez) , publicados hace unos meses en Ediciones B y que coincidieron con el estreno de la película de Oscar Aibar donde Santiago Segura encarnó al pícaro, moroso y polémico dibujante.

"Vázquez criticó la institución familiar y en un momento en que la censura ponía mucho celo en no discutir la autoridad paterna, dibujó a Rosendo, el padre, como el que menos pintaba", añade Manuel de Cos, editor de Ediciones B.

Vázquez se enfrentaba a la España franquista de los 50 y 60, "donde la familia era intocable e inviolable y no se podía hacer parodia de ella --coincide Guiral--. Quizá por eso a la gente le interesó ver cómo rompía la disciplina familiar y cómo se burlaba de ello".

"En los primeros años, su humor era más ácido y crítico. Pero en 1957, cuando la censura entró a saco en el cómic infantil, tanto él como los otros dibujantes tuvieron que dulcificar las cosas", comenta De Cos.

Otra de las marcas de la casa Cebolleta es "la visión que tenía Vázquez de la tercera edad. El abuelo Cebolleta no es el clásico abuelo que cuida de los nietos y aporta su sabiduría sino que es una persona muy egoísta que dinamita la teórica armonía del entorno familiar y al que lo único que le importa es explicar sus batallitas", opina Guiral, quien evoca otras series del dibujante en que también eso ocurría, como La abuelita Paz o Don Polillo.

Un loro con conciencia

Para Guiral, además de Don Rosendo y el abuelo, uno de los personajes más singulares de la historia es el loro Jeremías, "que tiene conciencia propia y es la voz sardónica y crítica gracias a sus comentarios punzantes de lo que le rodea". En la órbita, la madre, "poco definida y con poca personalidad", el hijo Diógenes, "que al principio es un pitagorín y acaba gamberrete", o la hija "que cambia de novio continuamente y que no se sabe por qué desapareció".

La evolución de la familia, según Guiral, "es tanto a nivel gráfico como de contenido, y con la censura Vázquez se concentró en explotar los personajes de Rosendo y del abuelo con sus batallitas". Batallitas que han llegado a formar parte de las expresiones del imaginario popular --"no seas pesado y no me cuentes batallitas"-- y que Guiral recuerda que no son las únicas: "´Es un invento del tebeo´, ´¡ostras, Pedrín!´, de Roberto Alcázar y Pedrín, o ´es un pitagorín´".

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