Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Serena, 1962) regresa con una nueva obra, Las armas de la luz donde presenta el agitado inicio del segundo milenio: la vida en los castillos y campamentos guerreros, las peculiares relaciones entre nobles y clérigos, la rica cultura monacal y las costumbres cotidianas en escenarios catalanes como Barcelona, Gerona, o los grandes monasterios de Santa María de Ripoll o San Cugat, con la esplendorosa Córdoba califal como telón de fondo. Las armas de la luz regala los lectores un viaje claro y anímico hacia el sorprendente mundo medieval, en el que se cruzan y entremezclan héroes de ficción y protagonistas históricos, en la epopeya de una tierra que lucha por regir su propio destino.

-¿Qué historia encuentra el lector en ‘Las armas de la luz’?

-Es una historia que gira en torno al año 1000, que contiene aventuras y el encuentro con dos mundos muy diferentes. Se sitúa en los reinos cristianos del norte, que están representados aquí por una sociedad y unos hechos muy desconocidos: los condados catalanes después haber sido atacados por Almanzor en el año 985, se habían rehecho y se estaban preparando para fraguar una gran venganza, aprovechando posteriormente la guerra civil que se había formado en el Califato en el año 1010. Saquearon la ciudad de Córdoba, que era la más esplendorosa y la más rica de todo Occidente. Esta novela incluye historias que pareciera que estaban esperando ocultas y desconocidas para ser contadas y el momento presente es muy adecuado para conocer todo esto. Es apasionante, esta época altomedieval es riquísima, de acontecimientos, de hechos, de todo, parece que nunca se fuesen a acabar las historias de esta época.

-¿Cuál es el papel de la ciudad de Córdoba dentro de la novela?

-La obra se desenvuelve en los dos escenarios simultáneamente, Cataluña y Córdoba. Lo interesante es que la Córdoba que aparece aquí ya no es la Córdoba de Alhakén II, Abderramán o Almanzor, es un escenario decadente pero hermosísimo, porque también tiene su encanto y los cordobeses deben conocerlo. En la historia no debemos quedarnos solo con los momentos más fulgurantes, sino que hay que mirar también a estos periodos grises, en los que aparece el ingenio humano, y gran parte de la belleza y el esplendor rutilante de tantas décadas se conserva aún en la ciudad, a la espera de la tragedia que se está avecinando.

-¿Se trata de una obra encajada dentro del género histórico o es una novela de ficción?

-Es una historia cuyos datos están sacados como siempre de las crónicas de Andalucía, las crónicas andalusíes, de los grandes cronistas andaluces, y sobre esos datos he construido una novela que he pretendido que se convierta en una obra para toda la vida. Aparece reflejada la vida cotidiana de aquella época, los castillos, la guerra, el amor, la traición, la venganza, etcétera. Todos los elementos configuran una epopeya medieval. Además, hay un detalle muy interesante y es que, durante el periodo de documentación, conocimos unos vasos de hace 1.000 años, de la ciudad de Córdoba, conocidos como los Vasos de Córdoba, que son un gran tesoro histórico para la ciudad y sus habitantes.

-¿Se sentirán identificadas las personas con la historia que cuenta de hace un milenio? ¿Hay mucha diferencia entre la sociedad de aquella época y la de ahora?

-Como en otras novelas mías, pretendo que el lector se encuentre con el ser humano, con sus grandezas y con sus miserias. Yo creo que nos puede dar bastante luz sobre el presente, aunque aquella época es más descarnada, más sangrienta, más cruel. El hombre en aquella época no tenía los grandes avances en convivencia y dialogo que tenemos hoy, pero, pese a ser una época más bruta, nos va a servir mucho para entender el presente. Es un homenaje a los hombres pacíficos e ilustrados, para demostrar que las armas para solucionar los conflictos no deben ser las más rápidas y fáciles, como la crueldad o el conf licto bélico; hay otros caminos.

-¿Son esas armas el motivo del título del libro, ‘Las armas de la luz’?

-Sí. El título está tomado de uno de los capítulos de la Carta a los Romanos, que dice literalmente: «Abandonad las armas de las tinieblas y revestíos de las armas de la luz». Hace referencia a eso precisamente, a que hay otras armas pacíficas, las de la luz, que no tienen que ver con el conflicto.

-¿Cuáles han sido sus inspiraciones para escribir este libro?

-Es una historia que no tiene nada que ver con ninguna de mis novelas anteriores, aunque completa cronológicamente ese periodo que yo comencé con la obra El mozárabe y continúe con Los baños del Pozo Azul. Esta es el final de toda una época. Yo tenía un deseo muy gran de contar esto, y el momento era ahora. A raíz del confinamiento, he podido disponer de más tiempo para hacerlo. He tenido la oportunidad de reflexionar, de tener quietud, de retrospección. La pandemia es una desgracia, pero es cierto que, buscando algún atisbo de positividad, para el escritor es una gran oportunidad, porque si sabes aprovechar este tiempo, sale un trabajo mucho más completo. Sin duda alguna, es la novela de mi vida.