Mercè Managuerra es prudente, porque lo han dicho muchos estudiosos, durante varias décadas, con las revisiones de la obra de Shakespeare a la luz de la contemporaneidad porque cada generación necesita sus traducciones y cada generación también sus controversias académicas: «No creo que Shakespeare fuera antisemita, porque no trata bien a ninguno de los dos: ni a Shylock ni a Antonio».

Otra cosa es que habláramos de Marlowe. Aunque amemos a Marlowe. 

Shylock dice: «Se ha reído de mis pérdidas, se ha burlado de mis ganancias, ha despreciado a mi nación, ha frustrado mis tratos, ha enfriado a mis amigos, ha calentado a mis enemigos ¿y cuál es la razón? Soy un judío. ¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene un judío manos, órganos, dimensiones, sentidos, pasiones, afectos? ¿No se le alimenta con la misma comida, se le hiere con las mismas armas, no le calientan o le enfrían el verano y el invierno, como a un cristiano? Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no reímos? Si nos envenenan, ¿no morimos? Y si nos perjudican, ¿no nos vengaremos? Si somos como vosotros en lo demás, nos pareceremos también en eso».

Twain usaba la palabra ‘nigger’, que es muy despectiva. Escribió una novela en la que el protagonista es amigo de un esclavo negro, pero decían que la novela era racista. 

Tenemos que hacer algo con la comprensión lectora de la humanidad.

Por ejemplo, ver qué ha hecho la compañía Dau al Sec con ‘El mercader de Venecia’. Ver teatro también es una forma de ampliar significados, porque Shakespeare no se agota en una lectura. Managuerra consiguió el 45º premio Margarida Xirgu por su papel de Shylock, que es de los personajes más icónicos de Shakespeare. 

Qué buena programación está teniendo el Festival de Teatro Clásico de Cáceres.

Les voy a contar una historia que sucede veinte años antes de que acabe el siglo XV. En Castelnuovo Scrivia, que tiene hoy poco más de cinco mil habitantes, nació Matteo Bandello y escribió una cosa que se llamaba ‘La desafortunada muerte de dos infelices amantes que murieron envenenados y con dolor, con varios accidentes’. Sin ‘spoilers’. No fue el primero. Cuando lo tradujeron al inglés ya era ‘La trágica historia de Romeo y Julieta’. Y allí llegó Shakespeare y el resto es historia... La escribió en 1597. Lope de Vega hizo su propia versión en 1606. Pero era una comedia. Y ahora es un teatro musical. Lo dirigió Sergio Peris-Mencheta en plena pandemia, con un parón por coronavirus, trece actores encima de un escenario y un protagonista que se largó a menos de dos semanas de estrenar. Y a 9.000 kilómetros, porque está trabajando en California. Pero lo hizo. Y nació ‘Castelvines y Monteses’.

Hablar de teatro con este hombre es una de las mejores cosas de mi vida profesional.

Pero permítanme.

Podemos contar otra historia. U otras, entremezcladas: las de María de Zayas, Ana Caro, Leonor de la Cueva, Ángela de Azevedo, Catalina Clara Ramírez, Helene Cixous y Cristina D. Silveira y Karlik Danza y Memé Tabares, Carmen Galarza, Ana García, Olga Estecha y Alfredo Guzmán o Jorge Barrantes, Lara Martorán, Guadalupe Fernández, Sergio Barquilla y Chloé Bird. ‘Autorretratos de pluma y espada’ es un empecinamiento personal, un rescate historiográfico, una reivindicación y, además, una obra de teatro.

Y la firma Karlik.

Y Karlik es garantía de respeto intelectual al espectador. 

A estas alturas de la película, a mí lo que me interesa cuando voy a ver una obra es solo eso: puede salir mejor o peor, pero qué gozo una directora de teatro que te considera inteligente aunque te hable de gente que no conoces.

porque puede que muchos de ustedes no conozcan a Catalina Clara Ramírez de Guzmán, poeta llerenense cuyos manuscritos se conservan en la Biblioteca Nacional de España. 

«En cuanto a la forma -nos cuenta Cristina D. Silveira- se pone de manifiesto el concepto de ‘ekphrasis’ -significa ‘explicar hasta el final’- como intercambio entre el arte visual (la danza) y el arte verbal (el verso), en un viaje de ida y vuelta: el verso como representación escrita, sonora, lo dejaremos ver a través de la danza, el cuerpo como representación visual. Y al mismo tiempo la danza se hará verso en la representación de la escritura».

El tema principal es la ruptura del silencio desde la escritura, la palabra y la voz. Pero hay más. La solidaridad entre mujeres es uno de ellos, pero también están el luchar por tu honor (voy a decir dos nombres: Monica Lewinski, Dolores Vázquez. Ah, el derecho al honor no se quedó en el Siglo de Oro); la libertad (para elegir a tu marido -un sintagma: matrimonios concertados con niñas-) y la defensa contra la acusación hacia el carácter mudable de la mujer (Freud y las histéricas le siguieron la senda a esto). Un día me colocaré un cartel en la frente: «Puedo cambiar de opinión».

Podemos cambiar de opinión y de afectos.

Aunque sería muy raro que, después de tantos años viendo obras suyas, dejáramos de amar tantísimo a Cristina, a David y a Karlik y el campo y los gatos y La Nave y su compromiso y su amor al teatro y a la danza.