Esquilo los llama «hombres de lengua libre», a los que acompañan a las mujeres y las asisten y las acogen e interceden por ellas. Hombres de lengua libre que son padres, por ejemplo: se habla de la paternidad en esta obra. Dánao es el padre de las danaides, a las que se quiere obligar a casarse con sus primos, los hijos de su hermano Egipto. En la obra original son 50, este hombre no hacía otra cosa que procrear, pero en la obra que vamos a ver ahora son once. Once mujeres, once hombres que van a por ellas, dos reyes benevolentes y un dios al que pedir.

La dramaturgia es de Silvia Zarco, que va colocando las palabras y los sonidos exactos, la ese cuando es una ese y hay que salivar, tejiendo una trama para contar la historia de ‘Las suplicantes’: de todas las suplicantes. Y nos cuentan: «La súplica formaba parte de los rituales religiosos griegos y seguía un procedimiento conocido por todos. Cualquier persona podía dirigirse en actitud suplicante hacia quien consideraba con mayor poder, solicitando su protección. Por su condición de suplicante, esa persona contaba con el favor de Zeus, que castigaba severamente a quienes mostraban indiferencia ante el dolor y la indefensión ajena. Para subrayar la naturaleza sagrada de la súplica, ésta se formulaba junto a un altar. Los suplicantes acudían a él llevando en la mano unos ramos de olivo o laurel atados con hilos de lana. Constituían estos ramos un símbolo sagrado de inviolabilidad y permanecían sobre el altar hasta que la petición se satisfacía».

Las danaides dicen, en boca de Esquilo: «que los hombres perezcan antes de apoderarse de las hijas de un tío y subir, a pesar de la ley que lo prohíbe, en tálamos que los rechazan».

Llegan a Argos y piden asilo al rey, que consulta con su pueblo si concede asilo. El asilo era tan importante que Zeus se encolerizaría si no se les procuraba cobijo a las danaides y quién quiere enojar a un dios. Pero, como siempre en las tragedias (en las tragedias no hay salida posible: ocurra lo que ocurra, siempre habrá horror y muertes y miedo). la elección no es fácil: si se las expulsa, habrá rayos, truenos y centellas. Si se las deja asilarse en tierra, habrá una guerra porque los de Egipto vendrán a por ellas. Lo cuenta Silvia Zarco así en la obra: «¡No puedo ayudaros sin causar daño! Y, sin embargo, abrazar a quien suplica es mi deber como ser humano. ¿Qué debo hacer? ¿Acoger a estas suplicantes, poniendo en peligro a mi ciudad? No... No puedo... ¿O entregar su carne temblorosa esperando el castigo de Zeus? No debo... ¿dónde quedaría entonces mi dignidad? El miedo muerde mis entrañas. ¡No sé qué hacer!».

Una escena de 'Las Suplicantes'. FESTIVAL DE MÉRIDA

Este es el planteamiento de la obra de Esquilo. En Eurípides no hay una huida. La expedición contra Tebas ha fracasado (nos vamos a ‘Los siete contra Tebas’), los tebanos han salido victoriosos y, para condenar a las almas de sus enemigos a vagar por toda la eternidad, rehúsan permitir el entierro de los cuerpos de los argivos. En Argos, que es el mismo lugar al que arriban las suplicantes que huyen de Egipto, permanecen las madres de los soldados muertos. Marchan a Atenas, jóvenes y madres, porque solo Teseo puede mediar entre Argos y Tebas para recuperar los cuerpos.

«Ya no soy madre», se dice en la obra, y nos detuvimos: «Ya no soy madre». 

Salió María Garralón a escena y miré a los compañeros: «Dios, qué buena es esta mujer». Sí, estamos en los ensayos: podemos hablar. Como alguien hable en la obra o saque el móvil lo reviento, pero en los ensayos hablamos mucho (entre las escenas, ojo): «No entra el sonido», «Entra bajo», «Qué bonito esto», «No me convence» y todas las gamas de crítica teatral a vuelapluma que se puedan ustedes imaginar. Sale María Garralón interpretando al corifeo de las madres y llena el teatro de amargura, de desesperación y de dolor. 

Las refugiadas las ayudan. 

Otra escena de la obra de teatro que se representa en el teatro romano. FESTIVAL DE MÉRIDA

Es la primera obra de Eva Romero y Silvia Zarco para el Festival de Teatro de Mérida, aunque la labor que ha hecho Silvia estos años en el teatro romano ha sido más que ingente. Cuánto adolescente hoy adulto le debe el amor a las letras a esa mujer. Y qué concepción del hecho teatral tan hermosa tiene Eva Romero. Lo sé bien: hemos hablado de teatro muchas veces. 

La semana pasada habláblamos de incendios con Edipo mientras varios continentes ardían y esta semana, con Afganistán (uno de los países con más minas enterradas en el suelo del mundo) en las noticias, hablamos de mujeres, derecho a los cuerpos y muertos. La comunidad internacional se ha apoyado en criminales de guerra, explica Gervasio Sánchez, el multipremiado fotoperiodista. La actitud de Estados Unidos y Europa ha fortalecido a los talibanes. Y escribe: «Un prisionero talibán les dijo a sus captores estadounidenses hace unos años: ‘Vosotros tenéis el reloj, pero nosotros somos los dueños del tiempo’. Hoy avanzan mientras Estados Unidos hace la maleta. Qué vergüenza de comunidad internacional. COBARDES».

María Garralón se refería a «la tristeza de pensar que estamos de actualidad». 

A veces, la prevalencia de los clásicos es desgarradora.