Desde su inicio, hace seis años, he informado y analizado la organización y espectáculos de esta controvertida ‘Muestra’ que sigue sin convencer por su forma de vacío estructural, pero que los organizadores -Asociación de Gestores Culturales de Extremadura (AGCEX) y Centro de Artes Escénicas y de Música (CEMART)- han terminado consolidando como una pequeña Feria Teatral comercial a su conveniencia (sospechosa de oportunismos y especulaciones en el embrollado mercado teatral y en lo competitivo entre las producciones de aquí y de otros lugares). Una ‘Muestra’ que para este crítico teatral y otros artistas decepcionados de compañías extremeñas -participantes y no participantes- que les agravian los oscuros criterios artísticos de selección de obras y el sistema de encuentro con los programadores de espectáculos, creemos que cada año ha estado contribuyendo al abuso de la ilusión y al fraude de la confusión.

En esta VI edición, se ha visto -igualmente que en las otras- la falta de orientación de los patrocinadores culturales que junto a los organizadores han reincidido alardeando de objetivos, tanto en prospectos como en ruedas de prensa. Dijeron que la muestra sería una plataforma de exhibición de espectáculos y de reflexión y debate de conceptos relacionados con el sector de las artes escénicas, de favorecer acciones que ayudasen a la internacionalización de las artes escénicas extremeñas, de motivar la creación de nuevos públicos, de contribuir al desarrollo turístico de Extremadura. Todo un revoltijo de propósitos con los que engañosamente tratan de ilusionar a los creadores extremeños. Objetivos que luego no se cumplen. Lo único que responde a lo que en verdad hacen desde su confusión lo ha expresado públicamente la responsable de AGCEX, Carmen Trenado: «La finalidad de una feria es siempre comercializar, mostrar y vender».

Y poco hay que decir ya -pues resulta cansino- sobre un evento inextricable consentido por nuestros políticos culturales, sin un cuerpo de asesores solventes, que se ha perpetuado en el ‘más de lo mismo’, sin interés de debatir el modelo de muestra extremeña que necesitamos (sugerido en mi crítica varias veces). Un modelo, que no sea esta ‘Muestra’ convertida solo en caótica feria, con un atracón de espectáculos representados en tres días (siete extremeños y once de fuera) donde no hay espacio para otras actividades trascendentes -foros de carácter participativo- que cuestionen los problemas y soluciones del teatro extremeño.

Un modelo, que también incluya la parte de la feria pero que no sea «culturalmente gratuito en la línea de ese sinfín de Muestras, Ferias, Ciclos, ‘Festivales’ de estación, en manos de dispuesta servidumbre de programadores oficiales o privados, que se pronuncian más por el escaparatismo teatral comercial que por ofrecer una selección de producciones de calidad que respondan a la realidad política, social, cultural del momento». Y que en los eventos efectivos «deben tener el propósito de levantar el interés cultural para que los creadores y el público puedan debatir en actividades adjuntas», paradigmas que asumo de Luis Molina López, el teatrista que más Festivales y Muestras organizó en el mundo (distinguido con un MAX y otros importantes premios por su trayectoria).

De las representaciones que presencié hubo, como en otras ediciones, diferencias en la calidad. En las extremeñas sobresalieron ‘Prime, el cristal y la hiena’”, de El Avispero Producciones (de Badajoz), espectáculo sobre un debate moral y social de las expectativas laborales de los jóvenes, escrito y dirigido con excelencia por Simón Ferrero (en colaboración con Isabel Martín), con magnificas actuaciones de un elenco de jóvenes -egresados de la ESAD extremeña- junto al veterano José A. Lucía; y ‘Mercachifles’, creación colectiva de teatro de calle, de Teatrapo (de Villanueva de la Serena), que ofreció con dos divertidos histriones -Chema Pizarro y Francis Quirós- y un músico ocurrente -Juanlu Berzosax- una visión irónica y festiva, de las que infaliblemente produce el deleite, sobre el modelo de consumo de la sociedad actual. Espectáculos a los que dedicaré un comentario aparte.

También destacó ‘El Busclown’, coproducción de Z Teatro (Coria) y La escalera de Tijera (Navalmoral) con otra versión circense basada, esta vez, en la novela picaresca ‘El Buscón’ de Quevedo. Dirigida por Javier Uriarte, el espectáculo recrea con los códigos propios de estas dos compañías -de clown, circo, comedia del arte, danza, música- acciones trepidantes, colmadas de imaginativos cambios de situaciones y de roles, para dar vida a las aventuras y desventuras del personaje Pablos en sus viajes. En la función los 4 intérpretes: Lola Sánchez, Roberto Calle, Javier Rosado y Juan Carlos Rey (que aporta la parte lírica) exhiben -de igual forma que en su espléndido espectáculo anterior ‘Celestina, la tragiclowmedia’- sus vistosas cualidades expresivas de artistas/atletas a un ritmo veloz y delirante, en todos los episodios que tienen lugar en la escena.

Y no dejó indiferente ‘Medea a la deriva’ de Maltravieso Teatro (de Cáceres), con texto de Fermín Solís y dramaturgia y dirección de Isidro Timón. Fue la función más polémica (que no halagó a algunos programadores en la injerida dramaturgia y por el espacio que no hacía sentir la intimidad requerida de la actuación) pero la que recibió la más larga y clamorosa ovación de la ‘Muestra’. El espectáculo parte de la novela gráfica de Solís (artista del comic que consiguió con ‘El laberinto de las tortugas’ el Premio Goya 2020), con una versión de dimensión ficcional de alcances simbólicos sobre la esposa de Jasón que mató a sus hijos por desamor. Una Medea que aquí huye acosada por humanos y dioses, objeto de la furia de Zeus, navegando a la deriva en un bloque de hielo. Timón, por su parte, indaga con exigencia y hondura en una difícil pero original puesta que mezcla comic y teatro, a través de una pantalla con las acciones del comic paralelas a las de un monólogo interpretado por una actriz, glosando la metáfora de un mundo que navega hacia ninguna parte y que se hace daño a sí mismo sin llegar nunca a desaparecer, como ocurre a Medea. Amelia David interpreta este personaje que late a buen ritmo con preciados matices dramáticos, tanto en la expresión corporal como en la de voz, dejando escapar sus conjuros, maldiciones, interpelaciones, ataques de ira, a lo largo de la función.