La cultura que nos viene

Habría que aprender a escoger mejor

La periodista y poeta Lara López.

La periodista y poeta Lara López. / NEIMA PIDAL

Lara López te presenta a Manuel García (»porque os vais a gustar mucho») en un Poetas para que habléis de colonización cultural, conquistas y reconquistas, feminismos varios, países de Centroamérica y América del Sur y te regala canciones de Lisandro Aristimuño por tu cumpleaños y cuando escuchas ‘Azúcar del Estero’ siempre recuerdas a Lara leyendo en el Womad, a Lara comiendo contigo en Centrifugados o en Cáceres, a Lara con un collar hecho de lápices, que es mi collar favorito, que te entrega envuelto, como vienen envueltos los poemas de ‘Insectos’ o ‘Derivas’ o esa ‘Antología de bolsillo’ que ha publicado Ediciones Liliputienses en una colección que es, a la vez, pequeñita y monumental y que comienza con un gesto cotidiano, abrir y cerrar unas tijeras, un gesto cotidiano en el que no nos fijamos casi nunca, el filo con un poco de óxido, el ruido que hacen al cerrarse y al abrirse, mientras piensas como si una decisión fuera determinante y lo cierto es que habría que aprender a escoger mejor.

«Habría que aprender a escoger mejor».

«Es dificilísimo hacer algo nuevo bajo el sol. El hecho de que haya un constructivismo en torno al lenguaje también me parece fundamental y, cuanto más acudes a los primeros responsables, te das cuenta de que hay mucho camino trazado también ahí, que a lo mejor ha evolucionado por lugares diferentes, pero no hay nada más emocionante que una palabra bien puesta en un papel», me dice cuando le pregunto si escribir poesía es, sobre todo, más que investigar sobre el hablar, saber situarse en otro punto, mirar de otra manera. 

Lara López dedica poemas. A la pianista Esther Ropón, y habla de Carnivàle (»El misterio del bien y del mal / explicado no por Dante / sino por aquella serie de televisión / que siempre nos hacía llorar»). HBO la canceló en la segunda temporada. «Demasiado oscura para estos tiempos», dictaminó mi hermano. Es una de nuestras series favoritas. Como ‘Twin Peaks’. ‘Como El ala oeste de la Casa Blanca’. «Vivir una batalla tras otra / para perder la guerra de siempre».

Dedica poemas, digo. A Lidia Jorge, la gran escritora portuguesa, que nos cuenta: «He visto acabarse muchas cosas. He visto literalmente caer algunos caserones rurales, abandonados por sus habitantes. He visto cómo el imperio portugués se iba al garete después de haber estado en África durante cinco siglos. He visto desaparecer la vieja familia tradicional, cuando sus miembros se dispersaban para conquistar una vida mejor. Ya sólo quedan unos pocos. Son los guardianes del mundo rural, continúan altivos frente al mundo, desafiantes, pero en realidad no saben qué hacer. El destino los ha ligado a la tierra, pero ya la tierra no la cultiva nadie y ellos no tienen ni siquiera un proyecto de supervivencia».

O a Esther Muntañola, que es poeta y también pinta maravillas, con colores o con palabras que son colores: «Al amanecer crece luz blanca / entre los edificios, luz en ámbar, / luz tendida / sobre el cielo abarcable de los amantes. / En tanto, / en todo ese vacío despiadado, / llevamos a solas el cuerpo a casa. / La obstinación de la vida cada mañana».

La perla

Esta tarde, a las ocho, y mañana sábado, a las siete de la tarde, Teatro Guirigai estrena ‘Amalia y el río’, basada en la vida de Antonia ‘La Lirina’, de Olivenza, «una estraperlista fuera de lo común, que le sirve para construir el personaje de una mujer valiente, inteligente y socarrona». Al estreno asistirán dos de las hijas de Antonia, Quima y Carolina Núñez Navarro. Además, la sala acogerá una exposición sobre el estraperlo. No era tan fácil como cruzar la frontera, coger enseres o comida y volverse. Lo contó Eusebio Medina en su tesis doctoral ‘Contrabando en la frontera de Portugal’, que documenta la historia de este fenómeno vital para la subsistencia en aquellos años de posguerra y que ha servido de base para un trabajo teatral que narra nuestra historia.

O a Luz Pichel, a propósito de cuyo ‘Co Co Co U’ escribí: «¿Se puede hacer en 57 páginas un tratado sobre el lugar desde el que leemos, la lingüística, las traducciones, los idiomas normativos, la(s) mujer(es) rural(es), la sensación (el complejo) de hablar mal (de no hablar como los otros), del pasadopresente, de lo atávico, del campo, del maltrato, del ritmo, de la emigración, de la dureza y la ternura? He ido a sitios en los que viví hace mucho y en los que hablan otras lenguas periféricas, como Herrera de Alcántara, que entiendo poco a pesar de que esté en mi tierra. He vuelto a oír hablar a un agricultor en un pueblito de Sevilla. Y me he avergonzado de la cantidad de veces que he pensado que alguien no habla bien». 

Al final, escribir es compartir(se) y dialogar. 

Toda la cultura se hace para eso. Ismael Serrano decía hace poco que siempre habrá un chico o una chica que coja la guitarra y quiera hacer una crónica social del tiempo que le ha tocado vivir, como él lleva haciendo durante 25 años. «Cuando llegaron ellas / con sus pañuelos verdes / resonaron los nombres / de todas las ausentes. / Cuando llegaron ellas / clamando por sus vidas / abrieron el camino / a todas nuestras hijas». O «Yo he jurado no volver jamás / ante el mar, apurando los veranos. / Yo he soñado con ser vendaval / y cerrar nuestra oficina de un portazo». 

Hoy será nuestra felicidad / un último acto de rebeldía.

Reivindicar lo sutil de la ternura. 

Julia Rubio, que es actriz y cantante y compone canciones que cuelga en Instagram y a la que vimos interpretar a la esfinge en el ‘Edipo’ de Luis Luque, compuso un tema medio humorístico para este 2022, que decía, entre otras cosas: «Al 2022 yo le pido / algún tiempo en el que no pase nada / que al guionista se le ha ido la mano / y piensa que esto es una serie diaria. / Al 2022 yo le pido / unas cosas así, normalitas / y tampoco hay que ser adivino / pa ver que este año / va a tener telita».. 

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