El Periódico Extremadura

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La cultura que nos viene

El arte en el cómic y viceversa

Exposición 'El arte del cómic', cuando estuvo en Madrid en la sede de la Fundación Telefónica, que la produce. El periódico

El primer libro del que tengo conciencia es un volumen de ‘El Hombre Enmascarado’ por el que supe qué era el ámbar gris. Me lo puso en las manos un señor de cincuenta y largos, supongo, que hizo las veces de abuelo y que murió. También me regaló a Flash. Luego, cada vez que nos poníamos enfermos, mi madre traía a casa a Spiderman, El Caballero Luna, Capa y Puñal, El Castigador, Batman, La Patrulla X, Los Vengadores, Ojo de Halcón, El Motorista Fantasma, El Capitán América, Spirou o Corto Maltés.

Esa gente es mi familia. Crecí amando a Wanda Maximoff y odiando a Cíclope. La primera vez que me di cuenta de que un tío era guapo fue viendo una viñeta de Spiderman, con un Peter Parker ya crecidito, vestido con un jersey azul de cuello vuelto, cuando Veneno no era Veneno siquiera. Recuerdo, como si fuera ayer, la primera vez que vi la cara del Doctor Muerte, de qué manera exacta se da cuenta Bernie Rosenthal de que Steve Rogers era el Capitán América y asistí con pavor infantil a la primera pelea de Ororo y Kitty Pride. Quise ir a Nueva Orleans y supe qué era un cajún gracias a Gambito, mucho antes de haber escuchado nada de jazz y, por supuesto, mucho antes de ‘Treme’ y de Louis Armstrong. Crecí leyendo nombres como Chris Claremont, Stan Lee, John Buscema, Joe Kubert, Jack Kirby, Frank Miller, Alan Moore, Julián Clemente y Trajano Bermúdez.

Cuando estoy jodida, respiro y me repito como un mantra una frase de Lobezno.

El volumen más antiguo que se conserva en mi casa, de mi infancia, es ‘El vástago de los 4 fantásticos’, que se publicó en 1980.

Yo tenía cuatro años.

Según mis padres, llevaba un año y medio leyendo. Este mes hago 37. He leído cómics desde que puedo recordar y nunca he dejado de leerlos. Nunca. Jamás. Si no los compraba porque no los encontraba, los releía. Me sé ‘Dios ama, el hombre mata’ de memoria.

La perla

La compañía Rhum y cía nació como un homenaje al grandísimo payaso Monti, Joan Montanyes. Rhum era el nombre artístico del payaso Enrico Jacinto Sprocani, sobre el que Monti preparaba un espectáculo cuando falleció de cáncer a los 48 años. Ahora resulta que les han ofrecido hacer un clásico. Y han elegido ‘El diablo cojuelo’. No porque sean muy cultos, es que no había otro. ¿Qué ocurre? Pues lo pueden ver a las diez y media de la noche este viernes en la plaza de San Jorge. en Cáceres. Y ojo, el texto es de Juan Mayorga. El domingo, ‘El amor enamorado’, con Teté Delgado haciendo de Venus en los bosques de Galicia. Como dicen Yayo Cáceres y Álvaro Tato, hacedores de la historia de la pícara Elena de Paz en ‘Malvivir’, el sábado, este festival es un tesoro y un milagro.

Luego llegaron los demás. Llegó Seth y llegó Ware y llegó Satrapi y llegaron, claro que llegó, el ‘Watchmen’ y el ‘From Hell’, y Enrique Corominas y Carlos Giménez -a los que también he entrevistado- y Paco Roca y Fermín Solís y Harvey Pekar y Pablo de Santis y Juan Sáenz Valiente. Y no llegó Will Eisner porque también crecí con Spirit. Y con Blueberry. Y con Astérix y La pequeña Lulú.

Todo esto que antecede lo escribí hace casi diez años en un blog en el que nombraba también a Fermín Solís, Pedro Camello, Gol, Fran Iconos o Borja González, en aquella época en que existían los blogs: está lleno de entradas en las que no me reconozco, pero en esta sí. La frase de Lobezno es: «He estado peor. Y estaré mejor». La carta que le escribe a Cíclope y Fénix el día de su boda, a la que no va, sigue siendo uno de mis textos literarios favoritos, junto con varios poemas de Auden, los libros de Hidalgo Bayal, los cuentos de Carson McCullers y el Tabacaria de Álvaro de Campos, la Oda a Walt Whitman de Lorca, todo Whitman y Dumas y Dickens y ‘La isla’ de Mayte Alvarado (¿he dicho ya que tenéis que leer ‘La isla’?).

También escribí: «Todos mis amigos lectores leen cómics, novelas gráficas, tebeos o como lo queráis llamar. Los no lectores no leen. Para mí es tan natural como abrir un libro de Pessoa. Me enamoro de Athos lo mismo que me enamoré de Danielle Moonstar».

Al cómic le pasa lo que le pasa a la poesía («es que escriben raro») o a la música clásica («es que tienes que saber solfeo para escuchar a Rimsky-Korsakov»). Con el añadido de que, muchas veces, te tienes que poner a explicar que los tebeos no son para niños, lo mismo que explicas por qué Tom Sawyer es, y no es, una lectura de infancia únicamente. Qué se le va a hacer: hay gente así. 

«Al que le guste la pintura, le va a gustar esta exposición. Y al que le guste el cómic, también», dice Asier Mensuro, comisario de ‘El arte en el comic’ que se inaugura hoy en el MEIAC. Tardó en llegar a los museos, pero llegó hasta El Prado (con Max, que estuvo en Cáceres Abierto porque Max... bueno, Max es Max), aunque en España el primero fue el Thyssen. Fidel Martínez (Fidel, haz otro cómic) ha revisitado ‘La esperanza’, de Timoteo Pérez Rubio. Fermín Solís aparece con un cómic digital en el audiovisual de la muestra desde los inicios (va cambiando conforme las ciudades que visitan) y Mayte Alvarado ha hecho dos obras basadas en el ‘Vértigo’ de León Spilliaert, al que yo no conocía porque no se puede conocer a todo el mundo y menos mal: ¿se imaginan que no quedara nada por aprender? 

Javier Olivares y Santiago García, Juan Berrio, Mamen Moreu, Ana Galvañ, Teresa Valero, Tyto Alba, Rubén Pellejero, Paco Roja, Juan Díaz Canales, David Rubín, Daniel Torres, Milo Manara, Enki Bilal, Catherine Meurisse, David Prudhomme, Bernard Yslaire, Marc-Antoine Mathieu y así hasta 70 autores, desde Juan Giménez a Malagón o Enrique Ventura o Arthur Suydam en un proceso de escritura, investigación y reescritura que no se acaba nunca. 

Porque al salir, lo sé, me van a entrar ganas de coger algunos de los cómics que tengo pendientes (compro libros por encima de mi esperanza de vida) y volver a rellenar el espacio entre viñetas.  

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