El Periódico Extremadura

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68 Festival de Teatro Clásico de Mérida. La crítica

‘Ariadna’, al hilo del estético y espectacular taconeo flamenco

‘Ariadna’, al hilo del estético y espectacular taconeo flamenco Jero Morales

Continúa la 68 edición del Festival, que llega en el Teatro Romano al ecuador de la programación con un bolo: ‘Ariadna, al hilo del mito’, espectáculo de nueva creación pretencioso de grecolatinidad y de tema feminista (de heroínas), realizado por la compañía de Rafaela Carrasco desde la esencia flamenca andaluza más genuina, que se estrenó hace dos años en el XXIV Festival de Jerez de la Frontera (Teatro Villamata) y ha recorrido otros muchos lugares de la geografía del país.

La versión del mito de Ariadna para este espectáculo es del poeta/dramaturgo madrileño Álvaro Tato que ha trabajado en los textos de las coplas flamencas y en los que narra en off el actor Carmelo Gómez. Textos poéticos inspirados en la versión de Hesíodo y en otras fuentes de mitólogos que cuentan la hazaña de Teseo, de matar al Minotauro y luego de escapar del laberinto ayudado por el ovillo de hilo que urdió su enamorada, la joven Ariadna, a la que después abandonó en una isla. Siendo más tarde el dios Dionisio quien la rescató y se casó con ella. Una historia del amor de Ariadna, Teseo y Dionisio, la cual forma parte del prolífico acervo de la mitología griega y que ilustra conceptos como el desafío, la entrega amorosa y la decepción. Y, por otra parte, esperanza para todos aquellos que han sufrido del desamor, pues habla del triunfo después de la derrota, del más dulce de los éxitos tras una amarga pena.

En el montaje, carente de una estructura dramática en la que no están los personajes del mito, todo resulta muy ambiguo

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En la puesta en escena, coreografiada e interpretada por Rafaela Carrasco, sin embargo, una vez más se da el caso del espectáculo donde la recreación artística del mito -y la propuesta feminista manifestada- en el programa de mano y entrevistas no se saben expresar con claridad sobre el escenario. En el montaje, carente de una estructura dramática en la que no están los personajes del mito, todo resulta muy ambiguo, sobre todo ininteligible para muchos espectadores, que terminan perdiendo el hilo conductor de un tema para ellos desconocido.

Y por tales motivos de fiasco como espectáculo grecolatino, creo que tampoco acierta en algunas declaraciones públicas más bien contradictorias o con pizca de inadvertida demagogia, afirmando que ella «más que un personaje soy alguien que interpreta las emociones» y que en la obra se enfrenta «a nueve hombres en escena, tanto bailaores como músicos, que están permanentemente en el escenario. Yo aparezco en un mundo de color más amable cuando ellos, que ostentan el patriarcado y el poder aparecen en colores grises».

Los clásicos no son fáciles de fusionar y menos con el flamenco. Tengo que recordar que en la historia del festival, Miguel Narros (junto al coreógrafo Granero) y Salvador Távora han sido los directores teatrales que mejor han resumido y acomodado los contenidos trágicos de los mitos y textos grecolatinos al modo de espectáculos estructurados con ese alfabeto de expresiones mediterráneas que nos reconcilia con las raíces culturales del flamenco. Lo demostraron aquí, en el Teatro Romano, con magníficos montajes – ‘Medea’, ‘Fedra’, ‘Las Bacantes’- que casan oportunamente con ese arte. Sin embargo, ha habido otros montajes con propuestas de teatro/danza, como este de Rafaela Carrasco, escasos de conocimiento en la dirección escénica, cuyos espectáculos sólo se quedaron en el disfrute del baile y la música. Referencias fueron las de ‘Prometeo’ de Antonio Canales (en el 2000) y ‘Medusa, la guardiana’ de Sara Baras (en el 2014).

El experimento de esta Ariadna ha estado más al hilo de un estético y espectacular taconeo, donde Rafaela Carrasco produjo una catarsis orgánica derrochando su prodigiosa energía, por donde parece manifestarse sin descifrar ese duende o espíritu de sus raíces andaluzas. Y con ella cuatro bailarines brillantes -Rafael Ramírez, Ricardo Moro, Gabriel Matías y Felipe Clivio- que le dan la réplica artística, complementada por un cuadro flamenco magnífico en el cante –de Antonio Campos y Miguel Ortega- y en la guitarra -de Jesús Torres y Salvador Gutiérrez-, por peteneras, tientos y tangos, milongas... Los palos flamencos en pleno e intenso diálogo.

El poco más de un tercio de espectadores (1.200) que asistió al estreno aplaudió a casi todas las intervenciones flamencas y al final del espectáculo.

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