A medida que nos acercamos al templo wagneriano por excelencia, el teatro que sobre una pequeña colina hizo construir, con el apoyo financiero de Luis II de Baviera, el compositor Richard Wagner en Bayreuth, la ciudad alemana en la que vivió y en la que está su tumba, a medida que se divisan los jardines de ese “walhala” operístico, nos encontramos con unas esculturas, de tamaño medio, situadas en las esquinas y en las que se representa a un Richard Wagner en señal de dirigir una orquesta, sin batuta, con las manos, con gesto elegante pero a la vez seguro y decidido.

Y es que en Bayreuth, el verano tienen un nombre: Richard Wagner, ya que desde el 25 de julio y hasta finales de agosto, cada día tiene lugar una representación de alguna de las ópera del compositor, que no son muchas, una docena en total (solamente contando las que siguen en el repertorio habitual) o un concierto con fragmentos de sus obras.

A primeras horas de la tarde empiezan las sesiones, que pueden alargarse hasta bien entrada la hora del crepúsculo, ya que una constante en todos los títulos es su larga duración, Los Maestros cantores, la más extensa, llega a las cuatro horas y media, sin contar las pausas, que aquí, en Bayreuth, cuando las hay, son de una hora cada una. Pero no siempre tiene uno la oportunidad de salir del patio de butacas, ya que El oro del Rin y El Holadés errante se interpretan de forma continua, que en el caso del primer título puede llegar a las dos horas y media y del segundo a las dos horas, sin interrupción.

En Bayreuth no se estrenaron todas las óperas de Wagner, ya que algunas de ellas ya se habían dado a conocer cuando se construyó el teatro, en 1876. Con una capacidad para casi dos mil personas, este monumento musical es Patrimonio de la Humanidad desde hace diez años, cuando fue calificado como tal por la UNESCO en 2012.

En el Festspielhaus, como se conoce habitualmente, se estrenaron Parsifal y las dos últimas óperas que forman, junto a El oro del Rin y La Walquiria, la llamada tetralogía wagneriana sobre temas míticos; nos referimos a Sigfrido y El ocaso de los dioses.

Sí es cierto que el compositor puso restricciones a la interpretación de Parsifal fuera de Bayreuth, según las cuales no podía verse fuera de ese recinto hasta treinta años después de su muerte, cosa que casi se cumplió, pues en 1903 el Metropolitan de New York rompió por una vez esa restricción, que duró hasta 1913, en concreto hasta la Noche vieja de 1913 a 1914, cuando legalmente se pudo ver en el Liceu de Barcelona.

Cada verano suele presentarse en Bayreuth alguna producción nueva de alguno de los títulos de Wagner. Y éste, ha sido el año del estreno de nuevas escenografías para Tristán e Isolda y para las cuatro de El anillo del Nibelugo. Del primer título, el director musical para las diferentes funciones será Markus Poschner y la escenografía viene firmada por Roland Schwab, ambos aparecen por primera vez en Bayreuth.

Quien también se estrena en ese espacio es el tenor Daniel Kirsch, alemán de amplia trayectoria que ha cantado los grandes papeles wagnerianos en teatros alemanes, llegando a substituir a Jonas Kaufman en Munich con mucho éxito. Kirsch será el encargado de dar vida a dos personajes, Loge, el dios del fuego en El oro del Rin y el de Lohengrin en unas adaptaciones para público familiar que tienen lugar por la mañana, durante diez días y que coordina Katharina Wagner.  

Loge, junto al dios Wotan y al nibelungo Alberich son los tres protagonistas de esa primera entrega de la tetralogía que Wagner compuso a partir de relatos de la mitología nórdica, mezclándolos con otras ideas filosóficas.

Para esas funciones del Anillo, en Bayreuth, la familia Wagner, propietaria del recinto y de la producción del Festival, ha arriesgado a la hora de presentar una nueva producción, ya que ha optado por encargar la dirección musical a un joven director de Hamburgo, Cornelius Meister que hace unos años, en 2004, participó en ese teatro como asistente de dirección de Parsifal. La dirección artística vendrá de la mano del austriaco Valentin Schwarz. Ambos han ideado una Tetralogía con aires modernos, en los que los dioses son componentes de una familia de nuevos ricos, cuyo patriarca es Wotan, casado con Fricka y cuyo amigo Loge es un cínico, irónico y endiablado confidente, mientras que los gigantes son constructores sin escrúpulos de un enorme chalet de lujo, Alberich un viejo verde que rapta niños que se acercan al río para bañarse en sus aguas con sus madres, las tres Nornas, mientras que la diosa Erda es una institutriz.

Además del ya citado Daniel Kirch, forman el reparto de voces para los diferentes títulos, algunos nombres consolidados como los veteranos Klaus Florian Vogt, Tomasz Konieczny, Irene Theorin, Christa Mayer, Camilla Nylund y Petra Lang o los que llevan pocos años aquí como Lisa Davidsen, cuya carrera meteórica empezó con un recital en Palma hace unos años.

Por lo que a directores se refiere, Christian Thielemann dirigirá Lohengrin, Oksana Lyniv hará lo propio con El Holandés errante y Axel Kober se pondrá al frente de Tahnhausser.

Para los seguidores de Wagner y que no puedan desplazarse a Bayreuth, hay una muy buena noticia, que se ha dado a conocer nada más empezar el festival el pasado 25 de julio y es la ampliación de la colaboración entre el teatro y la discográfica Deutsche Gramophon, que permitirá poner en la red, a partir de otoño, la grabación completa de todas las óperas escenificadas durante el poco más del mes que dura el ciclo.