Encuentro en Xátiva

Serrat: “Si no hubiera existido Raimon yo nunca hubiera subido a un escenario”

El autor de 'Al vent' celebra los 60 años de esta canción con una exposición de su colección de arte en su ciudad natal, Xátiva. Una ocasión perfecta para que quienes le conocen bien homenajeen a un creador y un himno que ya tienen un lugar particular en la historia de España y de su lucha por la libertad y la democracia

Raimon y Annalisa celebran seis décadas de ’Al vent’ con un exposición en Xátiva de su colección de arte.

Raimon y Annalisa celebran seis décadas de ’Al vent’ con un exposición en Xátiva de su colección de arte. / EP

Juan Cruz

Xátiva, al Carrer Blanc. Hay una placa oscurecida por el tiempo de la democracia. Dice, como quiso la dictadura, Calle Blanca. Enfrente está, más lozana, limpia, rescatada de la República por la democracia, el nombre con el que Raimon la reivindicó en una de sus canciones más bellas, tal vez la más sencilla. “He deixat ma mare/ sola/ a Xátiva al carrer Blanc/, ma mare que sempre espera/ que torne com abans”.

Retornó cuando era un joven y “deixaba els llibres” apara abrazar a aquella mujer que inspiró su aventura y su regreso. Los que peregrinan ahora tras las huellas de esa calle que parece perderse entre la ciudad bulliciosa hallarán, y es azar seguramente, una señal que la confronta y que dice esto exactamente:Si no tuvieras miedo que harias?”.

Con esa grafía, sin los acentos que corresponden, sin el interrogante adecuado, el grafiti es como un trallazo en la vía. Lo subraya otra casualidad, que es un aviso de tráfico, en mayúsculas: “ACCESO CORTADO”. La palabra miedo, central en la poesía cantada por el artista de Xátiva, está ahí como si hablara de otro tiempo, cuando “a vegadas la pau” no era “mès que por”. A veces la vida no era más que miedo.

Xativa está, al atardecer, al borde de la melancolía que refulge en algunas de sus canciones, no en aquella otra que gritó, con júbilo de juventud y de rabia, “Al vent, la cara al vent, el cor al vent…” Ese fue un himno atrevido que rasgó las vestiduras del antiquísimo rigor y llenó las universidades y otros subterráneos de la ilusión de que podía estar empezando el final de la dictadura. Al vent, la cara al vent…

Diguem no. Raimon fue, en esos años del racionamiento (de la comida, del viento de la libertad), un himno en marcha. Todas sus canciones tenían el sello de Al vent y del canto a la madre, la rabia y la raíz jugaban juntas en el Carrer Blanc, eran parte de la educación de una época que necesitaba canciones y libros, para cantar y decir lo que no estaba previsto en los cuadernos escolares.

Se tarareaba a Raimon como en seguida se cantó a Serrat o a Paco Ibáñez, igual que leíamos a José Agustín Goytisolo o a Juan Marsé. Pronto el Noi del Poble Sec incorporó al repertorio democrático las poesías de los poetas destronados por el franquismo y tararear a Antonio Machado, por ejemplo, era equivalente a cantar la Internacional.

Raimon era de pocas palabras, como si esa alegría que rebosa en persona se guardara dentro del estuche de los versos de Salvador Espriu o de Ausiàs March. Era un compañero que esperaba una señal para ponerse en marcha a favor de quien viniera cantando por su senda.

Ayer me dijo Joan Manuel Serrat, cuando le hablé de este homenaje al poeta del Carrer Blanc, algo que quise destacar en el titular: “Si no hubiera existido Raimon yo nunca hubiera subido a un escenario”. Es difícil hallar una señal como la que emite esa amistad, en una u otra dirección, así que esa docena de palabras de Serrat constituye una ducha mediterránea para subrayar la personalidad, la que se ve, la que no se ve, del que nos enseñó a cantar lo que, por otra parte, también parece una admonición de Camus o de Sciascia: Diguem no. Nosaltres no son de eixe mon”.

Joan Manuel Serrat (izda.), Núria Feliu y Raimon, tres de los más destacados reprensentantes de la Nova Cançó, en 1965 en el Palau de la Música Catalana.

Joan Manuel Serrat (izda.), Núria Feliu y Raimon, tres de los más destacados reprensentantes de la Nova Cançó, en 1965 en el Palau de la Música Catalana. / Oriol Maspons

Indisinenter. Agotado por la novedad de sentirse asaltado por las preguntas del periodismo años después de haber dicho adiós a todo esto, el poeta de Al vent regresa al hotel donde pasa estos días, Annalisa a su lado, ese matrimonio se ríe de las fotos en las que parecen, dicen ellos, como “dos viejitos paseando” por el lado de acá de su biografía. No hay una palabra, o un gesto, que denote ese cansancio. Ríen como muchachos antes de irse a la cena en un colegio mayor.

Antes, a pocos kilómetros, decía alguien que sabe del “humor socarrón” del cantautor más serio de los últimos sesenta años (desde que inventó en la parte de atrás de una vespa el himno de los tiempos sin airecuál es el poema (de Espriu) que con más ardor guerrero bulle en su cabeza: Indisinenter.

Nosaltres sabiem/ d´un únic senyor/ i veiem com/ esdevenia/ gos”.

Raimon es un historiador que primero cantó contra el franquismo y que se convirtió en una máquina de comunicar poesía”

Vicente Todolí

— Comisario de arte, exdirector del IVAM y de la Tate Modern

Quien lo recita hasta el canto es Vicente Todolí, cultivador de cítricos en una finca que es una tierra de colores, uno de los grandes hacedores del arte mundial. Para él esos versos cantados por Raimon constituyen el himno de “un historiador que primero cantó contra el franquismo y que se convirtió en una máquina de comunicar poesía”. Se lo dije a Raimon, la cara de risa con la que mira cuando hablas de él. “Jaja, ¿eso dijo el Todolí?” Y dijo también el Todolí: “Ausias March y Espriu. Casi nada esa combinación que Raimon tiene en la cabeza”.

La canción Annalisa. Los han llamado socarrats, abrasados, porque en 1707 Felipe VI quemó la ciudad y le quitó el nombre para llamarla como él. Por eso en el Museo de Bellas Artes el retrato de aquel incendiario aparece boca abajo. La ciudad es ahora una memoria y un presente que estos días rinde homenaje a un ciudadano que con una canción integró a Xátiva en la historia de la lucha civil por la democracia.

Cipriá Ciscar, socialista, exconseller, exdiputado, parte de la ráiz valenciana de esa lucha, decía ayer que Raimon “convirtió en música la palaba de la época“ y es Al vent, naturalmente, el espejo de aquel hallazgo. Siempre con Annalisa. Ella es como una canción suya, una persona con una gran presencia en su vida. Sí, es como una canción suya”.

Al vent. Francisco Brines era su amigo. El poeta de Oliva y de Oxford, y del Madrid de noche, le dijo un día a Ángels Gregori, 38 años, ahora la directora de la Fundación Francisco Brines, que a él le regaló su único poema en valenciano y Raimon lo tiene inédito. Un día saltará.

Ella misma, poeta, ganadora del premio Ausiás March, dice que Raimon, con Joan Fuster, compartieron “la ambición universalista” que hizo del valenciano un mito abierto al mundo. Ahora que el grupo Zoo, “de valencianos que arrasan”, ha llenado el Wizzink Center, ella se explicó esa fuerza: “Viene de Fuster, de Raimon, de los que se atrevieron a poner en primer plano la poesía de Ausiàs March y de una cultura, uno desde Sueca y otro desde los grandes escenarios”. Raimon “actualizó a los clásicos” y ahora estos son materia también de los estadios… “Los dos hicieron de una provincia un país”.

La poeta no había nacido cuando Raimon montaba en vespa, pero Al vent es su poema“La sencillez de la letra, el compromiso. Es un poema actual”. Falta que escuchemos el que le regaló Brines, su amigo contemporáneo.

Isabel Burdiel, premiada por su manera de explicar la historia, tenía cinco años cuando se cantaba Al vent en las facultades, y cuando ella entró en la universidad aquel grito de 1963 seguía sonando. “La fuerza de un grito que no es obvio, que todos escuchamos como nuestro. Del antisfascismo valencianista, ahora tiene el aire de un clásico que apela a la renovación de la vida, a la juventud. Venía del mundo rural valenciano y nos llegó a todos. Hasta ahora”.

En un futuro lejano, cuando la Transición se reduzca a cinco líneas en bachillerato, quedarán dos imágenes: el grito de Raimon cantando 'Al vent' y la imagen de Tejero entrando en el Parlamento"

Manuel Vicent

— Escritor

El grito. Andreu Alfaro, Tápies, Antonio Saura, Rafael Pérez Contel, Joan Miró, Guinovart… A su modo todos reflejan en sus obras dedicadas al cantor de Xátiva ese grito que es Al vent. Ahí están en la Casa de la Enseñanza donde estudió primaria Raimon y donde ahora se exhibe parte de su legado. En la trasera de uno de los cuadros de Miró se lee, en catalán: “A Raimon, este personaje pájaro que quiere llegar al cielo”. El de Guinovart es el grito mismo, como si la pintura gritara. Le pregunté a Manuel Vicent qué significa ese grito de Raimon. Dijo esto: “En un futuro lejano, cuando la transición se reduzca a cinco líneas en bachillerato, quedarán dos imágenes: el grito de Raimon cantando Al vent y la imagen de Tejero entrando en el Parlamento. Al vent no es una canción. Es un himno o un grito. Aparte de ese grito, si olvidas todo lo demás a lo mejor eres aprobado en el instituto”.

A veces Raimon viene a Xátiva, en silencio; ve a los amigos, saluda al vecindario, pasa por la calle que recuerda a otro prócer, el Espanyoleto, o a los papas, o al Tipógrafo Martí, conversa, y se va. Ahora arraiga aquí con su legado, es un prócer inmortal. Pasó el tiempo en que un alcalde de otro tiempo fue indiferente a sus conciertos, pero él dejó aquí su grito, que sonó anoche en el silencio de Xátiva junto a los nombres de su amor, Annalisa, y de sus canciones. Este es su grito.