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Marisa, jueza de línea

La manchega María Luisa Villa será la primera árbitra asistente de Primera División Su gran sueño es participar en un Mundial.

Marisa, jueza de línea

La escena se produce en Santander en las jornadas de convivencia que los árbitros de élite destinan a la unificación de criterios, a la preparación física, técnica y a marcar las pautas para la temporada que comienza. Es costumbre que cada uno de los presentes tome el micro y se dirija el resto del colectivo. Por vez primera en la historia, una voz femenina, una mujer toma el micrófono. Se llama María Luisa Villa (Puebla de Rodrigo, Ciudad Real, 1973), aunque sus más allegados le dicen Marisa. Es la primera árbitra asistente de Primera División: "No quiero que me veáis como mujer, sino como compañera. Lo único que os pido es que me tratéis como una más". Sus compañeros, árbitros y asistentes, la escuchan con mucha atención. Saben que, muy a pesar suyo, es el reclamo mediático del mundo arbitral, al menos hasta que todos nos acostumbremos a ver a esta mujer corriendo por la banda en la élite del fútbol español.

Las de Marisa no eran palabras para la galería. En la puerta del autobús, un árbitro llega antes a la puerta, pero al verla detrás de sí, le ofrece galante que pase primero: "Solo quiero ser una más". El árbitro pasa raudo, ella después (como una más). Entre los muchos amigos que tiene en el colectivo y la certeza de que todos los ojos no arbitrales la van a estar observando, sus compañeros admiran su serenidad, su preparación (ha tenido que someterse a las mismas pruebas que los hombres) y su vocación.

Estos días anda con el ceño fruncido, al no haber superado las pruebas físicas en primera instancia como otros cinco compañeros. Tendrá una segunda oportunidad.

El debate está abierto. Si para acceder al cuerpo de policía o al de bomberos una mujer no necesita la misma marca que un hombre, ¿por qué para ser árbitra asistente sí? Desde el colectivo arbitral se defiende que en el ingreso se podría plantear, pero para los niveles de máxima exigencia o de élite no puede haber diferencias.

Marisa lleva el arbitraje muy dentro. Desde los 13 años ha luchado en este mundo de hombres que suele ser el fútbol, ha vivido hermosos momentos, pero algún que otro sinsabor. El más recordado fue el que protagonizó el entonces jugador del Tenerife Daniel Fagiani. Dudó de ella por su condición de mujer, defendiendo que "nunca podía ser juez en un partido de hombres porque jamás llega a tiempo para ver las jugadas".

Sabe que va a encontrarse a muchos Fagianis por el camino, tanto en el campo como en las gradas, pero lo único que le preocupa es estar preparada psicológicamente para la presión de la primera división. Sus compañeros más veteranos le han insistido en que el cambio más radical del salto de categoría es la repercusión que tiene cualquier decisión y lo importante que es saber vivir con los errores, porque de los aciertos no se acuerda nadie.

Habitual del AVE

Marisa acompaña al recién ascendido colegiado castellano-manchego Francisco Javier Ontanaya. Es fácil verla en el AVE que une Ciudad Real con Madrid. Allí acude muy a menudo a entrenarse en las instalaciones del INEF, donde cursa también estudios. Es absolutamente metódica y vigila mucho su preparación física.

De momento, le avala un expediente impecable. Ya ha participado como asistente en los Juegos Olímpicos de Atenas y en el Mundial sub-20 de Rusia y espera con tremenda ilusión su debut en la Liga. Si supera las pruebas, deberá esperar hasta octubre, ya que dirigirá en el Mundial femenino que se disputa en China, a partir del 10 de septiembre.

En el mundillo arbitral se habla de los comunicadores que van a utilizar los cuatro árbitros en cada partido oficial de la nueva temporada y de la aparición de esta manchega, que también tiene un sueño que estuvo a punto de cumplir la asistente francesa, Nelly Viannot. Ese sueño consiste en ser la primera mujer en participar en un Mundial. De momento, ha conseguido todo lo que se ha propuesto.

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