¿Mi vida sin baloncesto?

Me he propuesto para esta semana un ejercicio distinto. Primero elegir un título. Lo escribí en una hoja en blanco para después darle una respuesta. Parecía sencillo. Solamente tenía que darle vueltas a mi imaginación y escribir sobre eso.

Después de vueltas y más vueltas, de escribir y borrar, el texto no tenía sentido. Pensé que no me llevaría mucho tiempo. Quien no ha pensado alguna vez de pequeño eso de "cuando yo sea mayor quiero ser...". Pues años después me cuesta responder. ¡No soy capaz de imaginar mi vida sin baloncesto!

Yo no elegí jugar al basket. Simplemente él se cruzó en mi camino. Nadie de mi familia está relacionado con el deporte, pero como las amigas con quien jugaba en la calle iban a entrenar, yo iba también. Al principio yo iba por ir, por pasar un par de horas más con mis amigas, sin que el deporte me motivase mucho en ese momento.

Pero ahora es ponerme las zapatillas, entrar en la pista, coger un balón, tener una canasta y el resto se me olvida. Es algo tan natural en mi vida casi como respirar. Ya no tengo dudas: en los días buenos es la mejor forma de reforzar mi sonrisa y en los días regulares es la forma de reconquistarla.

Sé que si no jugase a baloncesto la diferencia no estaría solamente en mi vida. Yo misma sería una persona diferente, otra persona. Los valores y principios de mi vida cotidiana los he adquirido gracias al deporte, dentro y fuera de la pista.

Crecí y sigo creciendo en torno a este deporte llamado baloncesto. A través de él tengo las amistades que tengo ahora, conozco a personas increíbles, he crecido viendo a mis ídolos, no paro de viajar, conozco otras culturas. ¿Se puede pedir algo más?

Está claro que todo esto influye en la persona que soy. Pensar en mi vida sin el baloncesto es suponer una vida que no es la mía. Sería haber escrito páginas completamente distintas, otra historia y por eso me parece tan difícil contestar a la pregunta.