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desde casa

Cabo de Gata... perdón, Sierra de Gata

Un día más seguimos «disfrutando» de este confinamiento, con sus días mejores y sus días no tan buenos.

La verdad es que, con la nueva rutina, si no llega a ser porque mi mujer descansa sábado y domingo, no sabría muy bien en qué día vivo. De hecho hay jornadas que prácticamente se me mezclan.

Cuando me siento frente al ordenador algunas veces pienso... «¿Y ahora qué les cuento yo a esta gente?». En otras ocasiones, como bien sabéis, me levanto de la cama porque no quiero que se me escapen esas ideas que me rondan la cabeza.

Llevo tiempo reflexionando sobre las cosas en común que tienen mis dos tierras, Almería y Cáceres. Aparte de ser dos lugares espectaculares y maravillosos, tener un arte que no se puede con él, acogen dos parajes impresionantes en los que comparten nombre: el Cabo de Gata y la Sierra de Gata.

De puerta a puerta hay 660 kilómetros, entre Cáceres y la casa de mis padres de Almería. 778 kilómetros es la distancia de los dos puntos en común. Tras siete temporadas aquí este era uno de los lugares que tenía marcado con una equis por no haber podido visitar aún y eso que yo llevé a Cristina el primer verano que nos conocimos a que conociera la gata de Almería, el Cabo de Gata… Se enamoró no solo de mí (eso me costó más trabajo), sino de un paisaje con unas playas espectaculares, buen pescaíto frito y unos pueblos costeros preciosos… pero de la costa de Almería hablaré otro día. No os preocupéis que tiene pinta que el confinamiento va para largo)

Hace apenas un mes y aprovechando el parón de las ventanas FIBA del pasado 21 de Febrero tiramos para el noroeste de la provincia.

A una hora y cuarto de viaje llegamos a Descargamaría, un pueblecito de 129 habitantes que habíamos elegido como campamento base en nuestro fin de semana. Nada más llegar y subir unas stories a Instagram me empezaron a llegar mensajes de medio Cáceres diciéndome que habían estado allí en un campamento de verano, el de la AFA, del padre Pacífico. Me quedé sorprendido con la cantidad de gente que conocía este pueblo y yo lo encontré de casualidad buscando casas rurales.

Las mochilas estaban cargadas de ilusión y con muchas ganas de hacer excursiones pero sobre todo estaban cargadas de pañales, toallitas y bodies para Celia, nuestras circunstancias cambiaron hace 17 meses.

Nos recomendaron visitar sobre todo San Martín de Trevejo, Villamiel y Trevejo, pero hicimos caso entre comillas a las recomendaciones y la primera parada fue Gata (hay unas letras muy chulas a la salida al más puro estilo Amsterdam. Seguidamente Acebo, Hoyos, Trevejo, Villamiel, San Martín de Trevejo… si eso os pareció poco para un día, antes de volver al campamento base hicimos una visitilla al Embalse de Borbollón y ya de noche paramos en Robledillo de Gata. Al día siguiente estuvimos de nuevo por la mañana y comimos en Robledillo de Gata, precioso por cierto, aunque sería injusto quedarme solo con uno de los pueblos que fuimos visitando.

Desde aquí os invito a todos a que conozcáis (si no lo habéis hecho ya) las dos gatas. Cada una es diferente pero ambas tienen mucha magia y una energía brutal que te atrapa.

Cuando salgamos de esta situación depende de cuando, volveremos primero a la sierra o al cabo, mientras tanto… #YoMeQuedoEnCasa.

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