«El fútbol me tiene que dejar a mí, no yo a él, ya que me lo paso muy bien todavía y me encuentro físicamente perfecto. Ya veremos, pero de momento no pienso en dejarlo». Lo dice un futbolista fetiche en la comunidad, el centrocampista Antonio José González García, ‘Curro’ (Santa Amalia, 27 de noviembre de 1981). Incombustible rayando la cuarentena, genio y figura, este virtuoso que lleva desde el siglo pasado impartiendo magisterio con el balón en los pies no ve la hora de retirarse. Y todo ello, para deleite de los aficionados, aunque sea de la Segunda extremeña, que siguen paladeando su juego cada fin de semana. 

El último equipo en el que ha firmado ha sido el Quintana, que pelea por subir a Primera extremeña, y de hecho está en el último escalón con él como pieza clave en la fase de ascenso. Su último gol, por supuesto de falta, se degusta aún. «Les pregunté: ¿y no tenéis a otro al que llamar?», cuenta con su particular gracejo Curro, que en los días anteriores había mostrado su frustración por no poder ascender con el equipo de su localidad natal a Tercera. «Mi amigo Juan Marrero me ha dicho mucho que el fútbol siempre te da una nueva oportunidad, y acepté». El resto lo hizo su pasión por el balón.

El motivo es diáfano. «Sigo disfrutando mucho». Y tanto: su talento moviendo el balón o lanzando faltas (en pretemporada le hizo dos tantos al Extremadura desde casi el centro del campo) apenas tiene parangón en el fútbol extremeño. «No sé, he metido muchos, seguro», comenta preguntado por estadísticas. Tampoco se ha parado a pensar en cuántos clubs ha impartido su particular magisterio, desde que debutara en el Extremadura B en la temporada 1999-2000. Sí sabe cuáles han sido sus mejores momentos. «Sin duda, los ascensos, con Oviedo, Las Palmas y Extremadura», no titubea.

Mucho ha cambiado todo en el fútbol en los últimos años. «Ahora lo más importante es lo físico y la táctica. Se nota que se ha olvidado el fútbol de calle, ya lo he comentado en más de una ocasión». Curro abunda: «cada vez se regatea menos», se lamenta.

¿Por qué no ha llegado más allá de Segunda alguien de su perfil?. «No lo sé, no habré estado en el momento adecuado», dice, modesto, un jugador tan unánimemente reconocido, al menos en cuanto a calidad.

Mejor en casa

Sin embargo, Curro reivindica lo más cercano. «En Extremadura no se valora lo nuestro, se tiene en cuenta más a lo que viene de fuera, que muchas veces es peor», agrega un jugador al que siempre ha distinguido una melena que, cuenta distendido, «con el confinamiento se fue».

Curro es un currante fuera del deporte. Vive, realmente, de su trabajo, en una empresa de frutas en Valdivia, a la que está agradecido por darle una oportunidad laboral que antes tuvo, entre otros emplazamientos, como en la del presidente del Extremadura, Manuel Franganillo. «No me dio para tanto, y además hay que dar de comer a las niñas», comenta cuando se le cuestiona sobre su actual ocupación laboral y si el deporte profesional le dio mucho dinero.

Su forma física, insiste, está a tope tras cumplir con su jornada laboral para el empresario valviense para el que trabaja. Y bromea incluso con que incluso este factor le ayuda a conservarla. Pero lo que realmente le ha dado el rango de futbolista de nivel ha sido su talento, aún sin fecha de caducidad, para goce global.