«No me arrepiento de nada. Estoy muy agradecido al fútbol, que me ha enseñado mucho, no solamente de lo deportivo, también de la vida. Con cada lesión he ido aprendiendo que no hay que rendirse jamás». Ismael Cerro Sánchez, ‘Isma Cerro’ (Cáceres, 7 de julio de 1995), última contratación del Coria, cumple este año el décimo aniversario de su fichaje por el Real Madrid, al que llegó procedente del Diocesano. Su vida ha cambiado extraordinariamente en todo este tiempo, con vivencias excepcionales, también en lo malo. El futbolista cacereño habla aquí con absoluta crudeza de todo, incluidos sus problemas mentales, felizmente superados.

Tres roturas de rodilla (dos la derecha, una la izquierda) han cortado la progresión de aquel jovencito que maravilló en el equipo de Adolfo Senso en la División de Honor en una delantera de época que completaban sus talentosos amigos Burgui y Teto, esos en los que confía que «aún pueden llegar muy alto, donde quieran, porque son buenísimos». 

Cerro llegó siendo un adolescente al Real Madrid juvenil, en el que fue capitán, con todo lo que ello supone. Desde el 2012 tiene para escribir un libro, en el que se incluirían los problemas psicológicos padecidos. «Si esta entrevista se hubiera hecho hace un tiempo, no hubiera contestado igual, pero he podido salir de todo gracias a mi familia y mis amigos», asume el futbolista, que afirma haberlo pasado mal. Muy mal. Sin embargo, ahora todo ha dado un giro porque, dice, «sigo siendo Isma Cerro, y quiero volver a ser yo como futbolista».

Cerro, hace diez años, cuando le firmó el Real Madrid. Ismael Cerro jugador juvenil del CD Diocesano fichado por el Real Madrid División de Honor Juveniles

«Me lo he preguntado muchas veces, pero eso es dañino para mí; pensar en lo que pudo ser y no fue te puede acabar frustrando», dice cuando se le plantea que dónde cree que hubiera llegado de no haber sufrido los sucesivos y tremendos condicionantes físicos, pero ello no le ha hecho venirse abajo. Hace 10 años del inicio de la aventura, y parece que fue ayer, pero ya no es un juvenil: luce tatuajes, es el orgulloso padre de Enzo (cuatro años) y destila optimismo. «Mi vida ha cambiado bastante, sí, sobre todo para bien. Ha cambiado para mejor como persona y como ser humano», recalca. En lo futbolístico, dibuja el panorama: «mi vida deportiva ha sido una montaña rusa, pero cada proceso pasado me ha enseñado algo. Con eso me quedo».

«Cuando me fui al Madrid pensaba comerme el mundo, pero las lesiones me han ido lastrando. Es lo triste del fútbol: cuando te lesionas la gente empieza a dudar de ti, pero yo siempre me he sobrepuesto a estas cosas», cuenta, antes de hacer una revelación tan absoluta como dura. «Llegó a un punto en que mi cabeza hizo ‘ploff’ y tuve un problema mental:no estaba feliz conmigo, se vinieron problemas personales y ahí llegó el bajón», explica. Esto sucedió cuando salió del Sporting de Gijón, hace dos años, en un club en el que había sido feliz en temporadas anteriores, pero que no tuvo un buen final. «Tenía un problema de salud mental que no supe ver en el momento idóneo y cuando me di cuenta estaba viendo que el fútbol no me ayudaba. Decidí apartar mi cabeza de ahí», dice crudamente.

Cerro fue tratado en ese momento complicado por un psicólogo, que también ha ayudado extraordinariamente a su recuperación. «Tuve ese proceso malo. Sin embargo, todo eso te enseña y valoras más las cosas afrontándolas mejor. De todas formas, fue muy duro porque nadie del fútbol te ayuda con estos problemas».

¿Pensó en la retirada? Inquebrantable en su pelea, afirma que no. «Pensé en irme más cerca de mi casa, arropado por mi familia. Eso era lo que necesitaba en ese momento, estar con ellos, con mis amigos. Ahí tenía que encaminarme para volver otra vez al mundo del fútbol, porque soy joven. Isma sigue siendo el mismo, aunque haya tenido ese problema. Ahora ha venido más fuerte», recalca sobre su momento actual, ilusionado con el reto del Coria.

Senso y Ramis

En todo este tiempo, desde que abandonó Cáceres en 2012 ha habido momentos «imborrables» para él, como el día que, con él de capitán del Madrid juvenil, hizo el 0-1 a sus amigos del Diocesano en Pinilla. «Fue bonito hacer ese gol y ver que la gente me quería». Era su segundo año como juvenil en el Madrid (club al que se fue con 16 años y con el que había firmado por cuatro temporadas). Frente a frente, sus dos valedores: Adolfo Senso y Luis Miguel Ramis, los entrenadores que más ha apreciado a lo largo de su trayectoria.

«Nos complementábamos bien los tres, Burgui, Teto y yo. Yo tenía dos años menos. A Teto le tengo mucho cariño y me joroba que no haya tirado para adelante. Si él quiere puede lograrlo todavía porque tiene una calidad increíble», relata Cerro. De Burgui dice: «tuvo un problema de rodilla y ahí se resintió bastante, pero puede marcar la diferencia en Primera. Es un jugador diferente, no he visto a nadie como él irse con esa facilidad de los contrarios y hacer goles. Si se recupera no lo paran», comenta antes de repetir que aún pueden volver a lo alto. «El caso de Enric Gallego, que ha triunfado con treintaitantos, es significativo. Nos queda mucho. Dani Rodríguez, buen amigo del Mallorca, con 28-30, también. Ahora mismo la edad se está aumentando el rendimiento en el mundo del fútbol y cuando pasas los 30 es cuando debe estar más asentada la cabeza. ¿Modric? Coincidí con él alguna vez». Tras su cesión al Racing de Santander, vivió con dureza no contar con el plácet de Pedro Munitis, al que después tendría en el Badajoz. «Me dio una confianza que luego no me demostró. Fue mi año más duro. Sentí que se rieron de mí y no sabía cómo iban las cosas».

Pidiendo perdón tras marcar el gol del triunfo del Madrid ante el Diocesano en Pinilla. Jose M. Rubio

En el Madrid tuvo su experiencia de años que jamás olvidará. «Eso es una burbuja ajena a todo. Tienes todo, desde muy joven pareces y te hacen ser un profesional, vives el fútbol las 24 horas del día. Eso para mí era un lujo que no supe valorar. Los dos primeros años estuve en la residencia del club, inauguramos la de Valdebebas, y después me fui a un piso cerca». De aquellos compañeros han triunfado muchos llegando a jugar en Primera, citando el futbolista cacereño a Marcos Llorente o Álvaro Medrán, Raúl de Tomás, Mario Hermoso... «Tuve la mala suerte de las lesiones y me tiraron para atrás».

Isma Cerro dice que a veces el ego «y el querer ser titular siempre» le han pesado. «Juegan 11 y lo decide el entrenador, punto», recuerda para asumir que a veces su mentalidad ha fallado. Ya, más maduro, entiende el proceso real.

Con Teto, celebrando un gol con el Diocesano. JOSE MANUEL RUBIO

Su nuevo reto le encandila. «Es un vestuario increíble», dice sobre el Coria, en el que espera dar lo mejor de él «para volver al fútbol profesional», que es su verdadero objetivo. Mientras se afana en ello cada día que viaja desde su domicilio en Cáceres hasta la capital del Alagón. Agradecido con Rai, "al que siendo un niño veía jugar en el Cacereño y me parecía buenísimo", también lo es con su amigo David Sánchez y Miguel Ángel Ávila por entrenar con ellos en el Arroyo en los últimos meses. Es el ‘nuevo’ Isma Cerro, la ilusión recuperada, el futbolista corajudo que merece el premio por el que ha peleado siempre.