Lucha

El cacereño Javier Aragoneses, adiós a 10 años en la élite de la lucha sambo

El deportista extremeño no volverá a competir en una especialidad en la que ha sumado medallas nacionales e internacionales

El deportista extremeño, de rojo, en un combate.

El deportista extremeño, de rojo, en un combate. / CEDIDA

José María Ortiz

José María Ortiz

Hace 15 días, en el contexto del Campeonato de España, oficializó su adiós a la competición de su especialidad fetiche, la lucha sambo, y lo hizo discretamente, sin ruido. «No lo sabía ni mi pareja», dice el protagonista, Javier Aragoneses Campos (Cáceres, 22 de noviembre de 1993). «Se ha enfadado conmigo gente por no haber dicho nada de que lo iba a dejar, pero no me gusta ser el centro de atención», agrega el deportista extremeño mientras, relajado ante un café, cuenta su particular historia, jalonada de éxitos en una especialidad minoritaria pero no por ello menos apasionante. «Mentalmente estaba cansado, físicamente este deporte requiere más que otros», recalca.

Aun con sus problemas físicos a cuestas (una hernia le ha amargado extraordinariamente) «y que apenas pude entrenar», en la última cita nacional pudo llegar a las semifinales. Empezó en 2014. Se ha retirado del sambo, «el deporte que me lo ha dado todo», pero lo seguirá practicando, con el jiu-jitsu y grappling. «Podría seguir ahí e incluso con buenos resultados, pero la gente que compite merece un respeto. Hace falta una preparación», aduce.

Su currículum, nada baladí, incluye el subcampeonato de la Copa de Europa en Londres; un quinto en el Campeonato de Europa en París, además de cinco medallas nacionales en campeonatos de España y tres en Copas.

«He sido el que más tiempo ha estado, no es que me considere el número uno. Badajoz tuvo un campeón de España de sambo, pero su especialidad era el jiu jitsu y lo dejó», informa el luchador. «Podría haber sido mejor, podría haber sido peor», dice en el balance. ¿Qué ha faltado?. El protagonista no lo duda: «Alguna medalla más en los campeonatos de España, pero no me quejo. Siempre lo he dicho: en Extremadura somos poquitos y el nivel es más bajo. País Vasco o Madrid siempre llevan tres competidores por peso y por estadística siempre hay alguno mejor preparado», explica.

Cuestionado sobre si hubiera nacido en Madrid habría ganado más, no es menos rotundo. «Quizá hubiera podido entrenar mejor, con más gente. Al principio solamente estábamos Roberto (Rubio, también presidente de la territorial) y yo en el tapiz de 30 metros para preparar los nacionales. Con todos mis respetos a Roberto, no deja de ser un ‘abuelo’ de cuarenta y pico años, no es lo mismo preparar un campeonato con alguien así, solo, que con 30 personas en tu tatami del máximo nivel».

La ‘espinita’

Y pudo ser mejor su balance. «La espinita que me queda clavada es que en el año del covid el Campeonato de España se iba a celebrar en Cáceres. Un mes antes me fui a Rusia a prepararlo. Ahí sí que noté el salto de calidad, pero como vino el covid… estaba en mi ‘prime’. Ese año hubiera ganadoe en casa, lo creo al 99 por ciento. No se celebró el campeonato al final. Entrené ocho horas diarias con el equipo nacional ruso».

Javier Aragoneses, tras ganar un combate.

Javier Aragoneses, tras ganar un combate. / Cedida

 Ahora llega el momento de decir adiós y lo hace feliz. «Siempre dije que cuando hubiera relevo generacional en Extremadura me echaba a un lado. El año que viene habrá bastante gente ahí. A las primeras competiciones íbamos tres o cuatro extremeños Extremadura. En esta última entre 20 y 25i».

¿Con qué se queda?, se le podría cuestionar. «Con las amistades, el aprendizaje… Además, este deporte me ha dado a mi pareja, Natalia, a la que conocí en el tatami. Roberto, mi entrenador, es como si fuera mi padre. Tenemos nuestros más y nuestros menos, como cada padre y con sus hijos, que cuando van creciendo van discutiendo más», dice gráficamente. 

El bagaje no es bajo. «A nivel de federación, entré con 17-18 años, y éramos 30-40 y a día de hoy somos 600-700. Me congratula formar parte del crecimiento de la federación», significa alguien que entró en este particular mundo ‘accidentalmente’. «A mi socio le pegaron y robaron en la puerta de mi casa en un Womad. Nos apuntamos al gimnasio, a defensa personal y después en el sambo», agrega. Ahí empezó todo.

«Otro de los motivos por los que me retiro de la competición es porque hay que estar siempre al 100 por 100. La empresa que he montado (Larroc Financer), en Cáceres aunque trabajamos sobre todo siendo intermediarios de crédito hipotecario en Madrid, me quita mucho tiempo. También sigo siendo entrenador en el Ronin Flight Club». Las clases las sigue dando «no por ganar dinero, sino por hobby. De mi deporte sólo pido que no me cueste dinero». Dice que lo que más le gusta es entrenar a los niños más pequeños del club, «transmitir mi deporte. De eso no me voy a retirar nunca».

«Somos extremeños los dos y estamos mucho mejor aquí que en Madrid. Ganaremos menos, pero tenemos mayor calidad de vida», apunta sobre su condición de profesional del crédito, fuera del deporte.

Además, confiesa que la muerte de su madre, el año pasado, fue «un golpe muy duro que me hizo recapacitar. A nivel personal la competición me ha quitado mucho. Empecé a competir a gusto cuando, ganara o perdiera, sabía que el lunes tenía que ir a trabajar. Quien piense que puede vivir de esto se equivoca. En deportes de combate, el más importante es el judo y ¿quién vive de ello? Y si acaso, los extremeños Cristina Cabaña y Dani Nieto, y porque son números uno y no deja de ser judo y tienen buenos patrocinadores, supongo», pone como ejemplo.

Sobre el deporte extremeño en general, éste es su diagnóstico, desde la claridad evidente de sus reflexiones, crítica incluída. «Falta mucha infraestructura y apoyo económico. En el fútbol, el Cacereño y el Badajoz tienen no sé cuántos miles de abonados, pero eso no significa que tengan dinero. Lo que necesitan es que apoyen las empresas y también los gobiernos, y eso no sucede».

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