Senderismo-Carreras por montaña

Salvaleón se reivindica con la Beturia Céltica

Una prueba de 42 kilómetros pretende poner en valor un entorno de gran belleza

Uno de los participantes, en pleno esfuerzo.

Uno de los participantes, en pleno esfuerzo. / Juan González Corrales

J. F. C.

En las orografías serranas que rodean Salvaleón, la escritora pacense Carolina Coronado evocó historias de moros regios, amores y fortalezas; también aquí el general Rafael Menacho urdió una estratagema para romper las líneas francesas y acudir contrarreloj a la defensa de la amenazada Badajoz; y en un rinconcito de esta geografías una estela recuerda a la memoria del profesor Fernando Serrano, uno de los mayores expertos en el comercio de Indias, y sus pecios. 

Tres pinceladas de una densa historia que una prueba deportiva de nuevo cuño, y onomástica peculiar, hilvana con su propuesta de itinerario. Se trata de la Beturia Céltica, cita sobre 42 kilómetros donde el reto es completar sus 2000 metros de desnivel (1000 de ellos positivos, esto es, puro y duro acumulado ‘cuestasarriba’) en un máximo de once horas. La cita, este sábado 27. 

Se colgó el ‘no hay billetes’. ‘La Beturia no quiere superar a otros, sino para superarse a sí mismo’, reza su lema. Reivindica esta cultura prerromana que prosperó en toda la zona. Más allá de los círculos académicos, las vivencias de los beturios no han contado con una gran interiorización. Hasta ahora. No es una cita de trail al uso, tampoco de senderismo. Es, más bien, una experiencia. En la propuesta de la Comarca Sierra Suroeste lo importante es el escenario.

Entornos de una belleza sorprendente, mágica, aún muy desconocida, que esta Beturia Céltica quiere acercar y poner en valor. Dehesas infinitas que refulgen. La prueba nace bajo la tutela de la Asociación de Senderismo El Encinar, que desde 2009 ha organizado por el entorno 130 rutas por las que han pasado 13.000 personas. «No queríamos que una prueba tan complicada se nos masificase el primer año, por lo que cortamos las inscripciones en torno a las 200. Hemos generado interés sin existir y eso habla por sí mismo de nuestro entorno», dice su presidente, José González Corrales. 

Habrá 30% son inscripciones femeninas. El recorrido tiene tres trazados que, independientes, han protagonizado algunas de esas 130 rutas. No falta el paso por la más conocida: la de los Doce Apóstoles, de alcornoques centenarios y majestuosos. 

Tampoco se podía quedar fuera el icónico Monte Porrino, formidable dehesa comunal gestionada por la población desde 1563 donde todo un Duque del Alba, y su ejército, se pertrecharon de maderámenes y recursos en su avance hacia Portugal para defender los intereses de Felipe II al trono lusitano. Las Sierras de Monsalud y Santa María también cuentan con su cuota en el menú.

 Y sorprenderá del mismo modo el periplo por Risco Barbellío, una de las buitreras nacionales más importantes, y sus pendientes bravías. No hay altas montañas, pero tocará gestionar muchas, muchísimas, rampas violentas. De esas de dos dígitos. Un enclave de sierras, emparentadas con la línea que propone Sierra Morena, más hacia el sur, en los confines con Huelva; orografías quebradas.

Salvaleón no está muy lejos de Badajoz, lo cual debería aportar su atractivo en una provincia, la más extensa, que cuenta con pueblos distantes más de 200 kilómetros de su capital (Bohonal de los Montes ostenta el récord, casi 250 kilómetros: más cerca Madrid, Ciudad Real o Córdoba). Pero la despoblación es un hecho. No hace tanto superaba con holgura los 2.200 habitantes. 

Repunte

Se vivió un ligero incremento a comienzos de los 90 entre retornos, jubilaciones o vuelta a los orígenes; pero nada que ver con esos más de 4.200 censados en 1950, cuando las fotos de las escuelas muestran camadas enormes, decenas de niños rodeando al maestro de turno, en escenas que tiempos después se difuminarían con las rutinas de la emigración masiva de las dos siguientes décadas. Desde el 2000 la pirámide poblacional mengua, implacable. 

Menos población, más vieja, «mueren más abuelos que niños nacen», comenta con cierto pesar Maribel G., que, asentada en la treintena, espera su tercer retoño para los albores del verano. No estamos en una España tan desoladamente vaciada como lo está en otras latitudes, pero las problemáticas son parecidas. Al final, la España vacía se levanta sobre casas vacías. Falta gente, acaban faltando servicios y oportunidades. Y sin embargo qué entornos. Los de la Beturia Céltica.