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Tragedia aérea El dolor de las familias

Doble lección de talante

Doble lección de talante

"Lo primero son las familias". Esta sucinta y contundente orden de José Luis Rodríguez Zapatero impregnó la actuación de cuantos responsables políticos y administrativos tuvieron contacto con los familiares de los 17 militares españoles muertos en Afganistán. El presidente del Gobierno les dedicó atenciones personales en Pontevedra, Sevilla y Madrid. El Rey y el Príncipe les dedicaron más de media hora de palabras de pésame y consuelo en la terminal del aeródromo de Getafe. Y el ministro de Defensa acompañó los cuerpos de sus hijos, maridos y hermanos muertos durante las 12 horas que duró el vuelo del Hércules que los repatrió.

Sin reproches

A cambio del exquisito trato recibido, no se oyó un reproche ni se vio un mal gesto en la casi hora y media que se prolongó la ceremonia de recepción de los cadáveres a pie de pista. Fue una lección de entereza. Nada que ver con la última vez, en Torrejón de Ardoz, cuando las familias de los 62 españoles muertos en el accidente del Yak-42 reventaron de indignación ante el ministro Federico Trillo, tras esperar tres horas al sol la llegada de sus fallecidos.

Unas 150 personas fueron trasladadas en aviones de la Fuerza Aérea española desde Pontevedra y Sevilla en la tarde de ayer.

Las familias estuvieron en todo momento acompañadas de asistentes psicólogos. Tras la ceremonia de recepción, los familiares fueron conducidos a hoteles de la capital madrileña en autobuses. Allí pasaron la noche --mientras los forenses del hospital Gómez Ulla iniciaban las preceptivas 17 autopsias-- y allí permanecerán hasta que sea fijada definitivamente la fecha del funeral de Estado, que previsiblemente tendrá lugar mañana sábado.

17 cuerpos y un ministro

A las 20.06 horas tomó tierra el avión Hércules en el que llegaron los cuerpos. Diecisiete cadáveres y un ministro de Defensa. José Bono, ataviado aún con botas militares, descendió del aparato para seguir los honores al lado de Zapatero. Los familiares llevaban a pie de pista desde las 19.55, todavía bajo un sol de justicia que se fue apagando junto con las fuerzas de los deudos. Militares de la base de Getafe proporcionaron sillas plegables para los que no resistían en pie, pero sólo unos pocos llegaron a usarlas.

Entre los más afectados, los padres del sargento Alfredo Francisco Joga. Abrazados todo el tiempo por su nuera, la también sargento Susana Pérez Torres, recién llegada de Afganistán, que siguió la ceremonia ataviada con el uniforme de campaña. Otros dos compañeros de su esposo, heridos del segundo helicóptero, siguieron los honores de la misma guisa, uno de ellos con collarín.

Sólo al término de la ceremonia, una mujer agotó las fuerzas y cayó desvanecida. Las autoridades habían comenzado a irse ya y los cadáveres de los 17 militares, en otros tantos coches fúnebres, desfilaban camino del Gómez Ulla. En el hospital aguardaban 17 capillas ardientes dispuestas para que los deudos puedan velar a sus muertos.

Zapatero había iniciado la jornada con un recorrido de Pontevedra a Sevilla y después de vuelta a Madrid para dar personalmente el pésame a los familiares de todas las víctimas. Estos coincidieron en trasladarle su preocupación por la identificación de los cadáveres, vivo aún en el recuerdo los errores ocurridos tras el accidente en Turquía, del Yak-42.

El jefe del Gobierno llegó a la base de Figueirido (Pontevedra) poco antes de las 10 de la mañana, acompañado por el presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño, informa Antonio Sangiao. Después de pasar revista a las tropas, Zapatero se reunió en privado con 16 parientes de 8 de los 12 muertos adscritos a esta base.

Máximo celo

Los allegados de las víctimas esperaban en una sala, alrededor de varias mesas adornadas con claveles rojos, en las que se les sirvió un desayuno. Ropas oscuras, rostros agotados y ojos enrojecidos les distinguían. Más allá de dar el pésame, Zapatero se interesó pausadamente por cada uno de ellos, y les garantizó el máximo celo en la identificación de los cadáveres.

Algunos, más enteros, saludaron al presidente con un apretón de manos. Otros no pudieron contener la emoción, como una mujer que rompió a llorar en sus brazos. Partió a los 45 minutos hacia la segunda estación del vía crucis: la base El Copero, en Sevilla. Hacia la una de la tarde le recibieron en ella con honores los miembros del cuarto batallón de helicópteros de maniobra, compañeros de la tripulación fallecida. Las 47 personas que acudieron a recibir las condolencias del presidente habían pedido que el encuentro fuera privado, informa Salomé Machío. Tras regresar a Madrid y despachar con el Rey, Zapatero culminó la jornada en Getafe, donde volvió a dedicar palabras de consuelo a las víctimas.

Cuando callaron las marchas fúnebres y los 17 cuerpos partieron, el sol completó la puesta. Una enorme luna coronó el Cerro de los Angeles, que domina la base de Getafe. Fue la señal que abrió los dos días de luto.

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