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VOTACION DE LOS JUECES DEL ALTO TRIBUNAL SOBRE LA CARTA CATALANA.

El Constitucional no consigue aprobar la sentencia del Estatut

Los conservadores vetan un texto que salvaba puntos clave de la reivindicación.

El Tribunal Constitucional (TC) cavó ayer otra zanja de descrédito en Cataluña con una nueva tentativa de sentencia del Estatut. Hubo votación. No pasó el filtro. Era un texto redactado por el ala, entre comillas, progresista de los magistrados del alto tribunal. Aunque con José Montilla a regañadientes, el eje central de los partidos políticos catalanes (PSC, CiU, ICV y, con matices, ERC) reclamaron la renovación absoluta del TC, una especie de borrón y cuenta nueva sin precedentes.

La sentencia que ayer no pasó el examen era, con todo, amable con el texto original del Estatut. Era tan amable como inasumible por parte del bloque conservador del TC. Amputaba solo las aspiraciones catalanas de descentralizar la justicia española y el artículo referido al Síndic de Greuges --Defensor del Pueblo catalán--, al que los propios padres del Estatut jamás han pronosticado una larga vida. Aceptaba la obligatoriedad de conocer el catalán en Cataluña, pero solo si no prevalecía sobre el castellano. Aceptaba que Cataluña tiene un himno y una bandera nacionales, pero con el subrayado añadido de que, desde el punto de vista jurídico, Cataluña no es una nación, solo desde la perspectiva cultural e histórica. En resumen, en la situación de enroque del TC, era una propuesta con nulas opciones de nacer viva.

INDIVISIBILIDAD DE ESPAÑA Uno de los dos magistrados que pueden decantar la balanza en un sentido o en otro, Manuel Aragón, que se ha revelado como una suerte de progresista de derechas, expresó ayer a sus compañeros su propósito de recordar, en el texto de la sentencia, la indivisibilidad de España.

La cuestión es, por lo tanto, que durante tres días el TC ha tenido en vilo inutilmente a la política catalana. Montilla, por ejemplo, intensificó el jueves la ronda de conversaciones para evaluar la respuesta conjunta y, sobre todo, la suya propia. Ayer, el presidente catalán anunció una breve e inequívoca declaración institucional: pidió la inaplazable renovación del alto tribunal, una misión casi hercúlea si quienes tienen que ponerse de acuerdo son el PSOE y el PP.

No es la primera vez que desde Cataluña se reclama la renovación de los miembros ya caducos del TC. La diferencia es que, entre líneas, la mayoría de partidos sugiere además que la tarea se posponga hasta después de las elecciones autonómicas. ¿Por qué? Porque, coinciden todos, una sentencia antes de la cita con las urnas podría alimentar la fiebre independentista.

Así pues, los partidos catalanes, incluido el PP, tan moderado que parece que no haya presentado el recurso, pueden encarar la campaña electoral autonó- mica con el Estatut en el cajón.

HOMBRE BISAGRA Aragón, el hombre bisagra, enarboló ayer la bandera de la indivisibilidad de España, pero parece que enarbola también la de presidir más pronto que tarde el alto tribunal, una meta incompatible, se supone, con traicionar al presidente del Gobierno que le abrió la puerta de la institución: José Luis Rodríguez Zapatero.

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