CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

"¿Habré puesto la lavadora?": los viajes mentales de los diputados mientras están dos horas votando

Crónica (con humor) sobre las reflexiones y ocurrencias que asaltan a sus señorías durante votaciones maratonianas como las de este pasado jueves, cuando el Congreso votó 352 veces para decidir qué hacer con las innumerables enmiendas de los grupos a seis proyectos legislativos

La bancada socialista en el Congreso de los Diputados.

La bancada socialista en el Congreso de los Diputados. / EP

Ángel Alonso Giménez

Una leyenda recorre la bancada socialista. Un diputado, incapaz de aguantar más, se las apañó con una botella para poder orinar en ella sin salir del hemiciclo. Las votaciones son sagradas en el Congreso. Las votaciones eternas exigen sacrificios. Bienvenidos/as al templo de la democracia.

Pasan tantas cosas mientras los diputados votan. Pasan en sus cabezas. Una diputada de la bancada de la derecha, bajo condición de anonimato, reconoce en conversación con El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, que el pasado jueves, más de dos horas pulsando los botones de “presencialidad” y los del “sí”, “no” o “abstención” (verde, rojo y amarillo, respectivamente), se puso a pensar en qué vestido debería comprarse para ir a una boda próxima. Dudó entre varios hasta que irrumpió la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, flamante con su vestido rojo. La diputada dudó, claro, al fin y al cabo le iba a copiar el vestuario, y encima a una adversaria… Qué osadía, pero acto seguido reflexionó: ¿Es bonito? Sí, es bonito.

Jueves, 22 de diciembre de 2022. Última sesión plenaria del año. El hemiciclo se dispone a votar las enmiendas a seis dictámenes legislativos que los grupos decidieron mantener. En los cuadernos de votaciones se han enumerado las veces que habrá que votar. 352. Repito: 352. Esto, en tiempo, son más de dos horas.

La mecánica es sencilla, pero también titánica. La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, está cerca de batir récords de dicciones numéricas. “Enmiendas 362, 363, 364, 365, 366, 367, 368…”. Y de una tacada. Luego, dice: “comienza la votación”. Tras la votación, lee los resultados y sentencia: “Quedan aprobadas” o “quedan rechazadas”. Batet, que lo sepan, suele tener problemas de afonía, de garganta. Las campañas electorales, de mitin en mitin, llevan al límite sus cuerdas vocales. Pero ahí está la presidenta, recitando números sin parar. Fue dura la votación de las enmiendas a los presupuestos, tres horas más o menos, pero la del 22 de diciembre no se ha quedado muy atrás.

Cosas que uno ve si tiene la fortuna de verlo. Cuando la Presidencia termina de enumerar las enmiendas que se están votando, un diputado o una diputada levanta un brazo y hace una señal con los dedos. Además, grita “sí”. O “no”. O “abstención”. Ese mismo diputado o diputada u otro/a, por si hubiera dudas, exclama el color del botón correspondiente. ¡Verde!, ¡rojo!, ¡amarillo! Estas sesiones, la verdad, tienen su gracia.

Macarena Montesinos, del PP, es quien se encarga de marcar las votaciones a la bancada. En las filas superiores le replica algún compañero para que los que están situados arriba, al fondo, lo vean. Por ahí anda ahora Alberto Casero. No se rían, que el diputado no es que yerre mucho. Su problema es que su error fue el más colosal error de los últimos años. Montesinos tiene un vozarrón tremendo y es difícil equivocarse con semejante timbre, pero si la votación ha superado la hora y media y al cuadernillo con el esquema le quedan varios folios, este deber por antonomasia de los diputados se convierte en un reto. Un reflejo de lo costoso que puede ser lo dio una diputada de la bancada socialista, este jueves pasado, hora y media después de haber empezado: “¡Y aún nos quedan 62!”

Lógico que cuando acaben las votaciones haya diputados veteranos que salen corriendo, rumbo al servicio que está en la M-30. Se conoce así el pasillo semicircular que bordea al hemiciclo. Cuenta un diputado del PP, entre risas, que más de uno “estaba votando con el pie” en la última de las ocasiones para ser el primero en llegar al servicio. Este diputado, cuando abandonó el hemiciclo, vio una fila de hombres esperando. Como en las discotecas las noches de fin de año.

Entre las ganas de orinar y las espaldas… Gabriel Rufián, por ejemplo, se levantó en algunas ocasiones para estirar, tal y como puede comprobarse en la foto que encabeza esta crónica. La cara de aburrimiento que tiene el portavoz de ERC podría inspirar a Homero para escribir otra “Ilíada”.

Precisamente Rufián, en conversación con este medio, critica el sistema de votaciones. Lo tilda de “absolutamente anacrónico”. Reconoce que el “voto es sagrado”, que no hay función más notoria (pues es lo que forja el modelo legislativo), pero no le cabe en la cabeza que haya que estar más de dos horas dándole a los botones del escaño. 

Él sigue el esquema de votación que confecciona la asistencia parlamentaria de Esquerra, así que entre botón y botón intenta aprovechar para avanzar en otras cuestiones laborales, por ejemplo redactar discursos o preparar actos. No le ha ido mal porque Rufián, además de portavoz, es candidato a la Alcaldía de Santa Coloma y presenta un programa de entrevistas, “La Fábrica”, que se emite por “youtube”. Tarea tiene…

A quien no da tiempo a nada, sencillamente porque no puede, es a Txema Guijarro, secretario general de Unidas Podemos en el Congreso. Entre las funciones de su cargo, la coordinación de las votaciones. Él tiene que estar marcando el voto; él levanta el brazo y grita. “Trato de concentrarme todo lo posible”, dice a este medio. Ni contesta mensajes. “Me sentiría muy culpable si un despiste mío lleva a un resultado inesperado”, sentencia.

Con humor admite que dos horas de votaciones dan para mucho. “¿Estamos realmente solos en el universo?”, se pregunta entre carcajadas. Gloria Elizo, vicepresidente tercera del Congreso, es más mundana. Está muy pendiente, no vaya a liarla, según sus palabras, pero es duro y agotador el proceso. Lógico que uno/a repase la intendencia doméstica. “¿He puesto la lavadora? ¿He apagado la luz de la cocina?” Son algunas preguntas que revolotean por su cabeza. Preguntas que invitan a viajar… Aunque sea a casa.

Son, más bien, intentos de huida. Elizo rellena los huecos entre botón y botón para leer papeles de trabajo o para contestar mails. A veces, cuestiones personales, pero no muchas. Esas distraen más.  

El diputado socialista Toni Hurtado no se atreve con lo personal. Acaso dedica el tiempo a responder mensajes por whatsapp. El representante de la provincia de Córdoba, que es además vicepresidente de la Comisión de Asuntos Económicos del Congreso, uno de los lugares en los que con más claridad ha reinado el consenso, señala las dos causas que han condenado al pleno a votaciones eternas. Bienvenidos al templo de la democracia.

La primera razón es la cantidad de avocaciones a pleno que piden los grupos. Esto es instar al Congreso a que las leyes no terminen el trámite en la comisión, lo que se llama dar a una comisión “competencia legislativa plena”, sino en el órgano parlamentario más importante y crucial, el propio pleno. La segunda razón es la querencia de los grupos por mantener vivas las enmiendas que no consiguen incorporar al dictamen. Al hacerlo, ganan tiempo de negociación. Es ésta una legislatura con aritmética ajustada, conviene apurar los plazos. “Nos podríamos ahorrar o la votación en comisión o la votación en pleno”, apostilla Hurtado.

Elizo recalca que en la Cámara, últimamente, es “continuo el comentario sobre que no tienen sentido votaciones presenciales tan largas”. Sin embargo, apunta Guijarro, si los grupos no retiran sus enmiendas cuando acabe el paso de la ley por la comisión, cosa a la que tienen derecho, abreviar la duración es “imposible”.

Por lo menos seguiremos disfrutando de la leyenda del diputado que, incapaz de contener más tiempo su asendereada próstata, meó dentro de una botella.