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Antonio Sitges-Serra : Unas cuantas claves contra el desánimo

Antonio Sitges-Serra : Unas cuantas claves contra el desánimo

THtace un año comentaba en estas mismas páginas la asociación entre pobreza y problemas de salud. Me duele, tanto tiempo después, haber sido invitado a escribir de nuevo sobre la misma cuestión porque ello significa que seguimos por mal camino y que siguen rodeándonos --cuando no las compartimos-- historias de conciudadanos que han perdido mucho o todo de lo que consiguieron con esfuerzo y trabajo. Y si la pobreza es ya de por sí mal tolerada y fuente de desánimo, acaso lo sea más aún el empobrecimiento, el ver como se desvanece nuestro bienestar, por frugal que este fuese, sin poder hacer nada por evitarlo. Lejos están los días del triunfalismo, días en los que nuestra banca era de las más saneadas de Europa, días de préstamos e hipotecas alegres, días de regalos en el IRPF, días frívolos de los brotes verdes.

Aún hoy, años después de que comenzara el descalabro, nos cuesta creer que el país se haya empobrecido tanto, que encontrar trabajo sea tan difícil, que tantos jóvenes, entre los que incluyo a mis tres hijos, hayan tenido que viajar y emigrar para ganarse la vida y alcanzar la autonomía que, a partir de los 30, debería considerarse casi un derecho humano. Pero no quiero en este artículo seguir el derrotero del pesimismo y del desconsuelo ya muy trillado en conversaciones del día a día y en los medios de comunicación. La solución de esta crisis va para largo y debemos de cambiar nuestra estrategia mental para adaptarnos a vivir en momentos difíciles y para intentar, a pesar de todo, mantener el ánimo y el espíritu de lucha para seguir adelante.

Cito libremente, y con la premura de un artículo periodístico, a Carl Jung, quien, si no recuerdo mal, sugería que los tres pilares sobre los que reposa la salud mental son el amor, el trabajo y la religión (o alguna fe). Y no dijo -aprecien ustedes la diferencia- el sexo, el dinero y la ideología. Hagamos todos lo posible para que, por lo menos, dos de los pilares del trípode junguiano nos sostengan.

A pesar del paro, de la quiebra, incluso en el desahucio, habrá quien le quiera a usted; habrá, seguro, alguien que sea muy querido por usted. Hable con sus amigos, con sus parientes, su amante, su cónyuge; aprovéchese del lado práctico de la estima: esa sonrisa, ese mano apoyada en la espalda, ese beso en la intimidad, esa invitación al paseo que puede ayudarle a abandonar la espiral de la derrota.

A los creyentes les recordaré aquel pasaje en el que Pedro es invitado por Cristo a caminar sobre las aguas del mar de Galilea y, en un momento dado, este le tiende la mano porque Pedro desfallece en su fe y cree hundirse. Unos de los textos más simbólicos y sabios del Evangelio, sin duda alguna.

A los no creyentes, cabría recordarles el ejemplo de Spinoza, que logró salir de un mal trance (perdió trabajo, amigos, parientes y tradición al ser expulsado de la comunidad judía de Amsterdam) gracias a los clásicos y a un oficio que se sacó de la manga: pulir lentes con gran pericia. ¡Anímese usted, adáptese y reinvéntense!

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