Como ave fénix, la lana parece resurgir de las cenizas del olvido y sale del cajón al que había sido confinada hace décadas. Las laneras, como se hacen llamar las tejedoras del siglo XXI, salen a las calles con sus madejas y tejen en círculos mientras conversan emulando a las vecinas de cualquier pueblo extremeño.

En el último encuentro, casi una veintena de aficionadas al oficio ancestral colocaron su silla en la plaza de la Concepción de Cáceres y pasaron su tarde entre puntada y puntada mientras saludaban a las compañeras de la cita anterior o presentaban a las nuevas caras que se habían decidido incorporarse.

La iniciativa Laneras nace de la inquietud de Elisa Vera y Almudena Sánchez, que comparten su pasión en Dehesa Lana y el apoyo de Gonzalo Palomo, promotor de la cooperativa Actyva hace unos meses.

"Mi familia es ganadera, siempre me ha gustado tejer y me molestaba tener que comprar lana de acrílico cuando Extremadura tiene las mejores ovejas merinas del país", apunta Elisa Vera, la cabeza visible del proyecto, quien asegura que desde hace tiempo tenía "en mente procesar su propia lana". Fue entonces cuando conoció a Almudena Sánchez y decidió promover el procesado y la comercialización autónoma de lana y poner en marcha de manera paralela un programa formativo con guías para promocionar las labores de hilado. En su camino se cruzó con su rebaño de ovejas merinas negras Gonzalo Palomo, el pilar que faltaba para que la idea tomara forma. Desde entonces y a partir de febrero de este año y respaldados por BBBFarming desarrollan talleres por distintos puntos de la región para dar a conocer una tarea que cada vez tiene más adeptos.

Porque si algo está claro es que la lana está de moda. Como curiosidad, Gonzalo Palomo recuerda un viaje a Nueva York en 2011 cuando se vio sorprendido por vecinos de la gran manzana que, ataviadas, con su uniforme de trabajo frecuentaban los parques con sus madejas. "Era curioso como ejecutivas se sentaban en un banco y se ponían a dar puntadas, me recordaba a las abuelas de mi pueblo tricotando, ahí era lo más".

"Si la razón de ser de las ovejas merinas es la lana, no podía entender porqué se esquilaba por un precio mínimo y luego se mandaba China" incide Palomo. Ahora tiene medio centenar de ejemplares que pastan en tierras cedidas por propietarios cacereños y comparte la motivación de Elisa y Almudena hasta el punto de transportar en su furgoneta las sillas para que las laneras puedan tejer con comodidad.

En una de esas sillas encuentra este diario a Rosa María Cordero, que aunque asegura que "de pequeña tejía pero no era nada experta" da puntadas con certeza y sin quitar la mirada de las agujas confiesa que conoció el proyecto a través de redes sociales y apunta que uno de los puntos fuertes es que aprendes la técnica mientras conoces a gente de todos los puntos". Cuando era una niña tejía también M Carmen Cantón. "Mi abuela hacía ganchillo y nos enseñó a hacerle vestidos a las muñecas", apunta mientras sostiene a su hija en brazos. En un principio se apuntó a la cooperativa y luego salió la propuesta y se implicó de pleno. Reconoce que le gustaría que su hija, que no se separa de ella en todo momento, se aficionara a tejer. Cuando sea mayor "yo le enseñaré, pero que siga depende de ella", apostilla. Cantón incide en la capacidad de recuperar labores que se perderían si no fuera por este tipo de iniciativas y comparte con María Cordero los beneficios de la perspectiva social de la idea y concluye que "a veces estamos tan metidos en la tecnología que, aunque sea beneficiosa, no permite que veamos el resto de cosas, además también ayuda a desestresar al aire libre".

Y es que precisamente el objetivo del proyecto, según relata Elisa Vera tiene dos vertientes, por un lado, revalorizar un producto hasta ahora denostado y por otro, exprimir el componente psicosocial de reunir a gente a las que les une la afición por el oficio. Asegura que en este propósito la difusión las redes sociales cumple un papel fundamental, de hecho, es a través de Facebook y Twitter de BBBFarming y de Laneras donde mantienen al corriente a los interesados de las actividades que promueven a diario en la web de alimentos ecológicos.

GANCHILLO GUERRILLERO Más reivindicativa es María Eugenia Arroyo, que personaliza a la perfección otra de las cualidades de la iniciativa: protestar a través del Yarn bombing , una técnica cada vez más de moda en las zonas urbanas que promueve la acción social a través de la belleza delos tejidos. Consiste en decorar el mobiliario urbano con las piezas tejidas y reivindicar a través de colores y de las formas. "Me parece una buena idea para llamar la atención, la idea rompe con la imagen de manifestación y es más llamativa" suscribe María Eugenia Arroyo que relata cómo empezó a tejer en Madrid, se apuntó a clases cuando llegó a Cáceres y conoció más tarde la cooperativa ecológica. En su afán reivindicativo también hace al doble filo del boom que están viviendo este tipo de actividades relacionadas tejido y patchwork . "Me gusta que se recupere la moda de antaño para aprender, lo que no me gusta es el negocio que se hace de ello y que encarece la materia prima".

De momento, los esfuerzos de la iniciativa se centrarán en los árboles que están a la espera de ser talados en la avenida Primo de Rivera, donde está previsto que se construya el párking. En cualquier caso, el objetivo de las laneras está claro. Disfrutar del tacto de los tejidos naturales, recuperar el oficio, compartir un tiempo y si sirve para reivindicar, pues mejor.