"Con lo que yo he hecho, era para que mi mujer me hubiera pegado una patada, a mí y a todos como yo", dice Antonio Regalado, ahora presidente de la Asociación Extremeña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Aexjer) después de superar su adicción a las tragaperras. Hace esta reflexión porque asegura que si bien el 30% de las personas con ludopatía en Extremadura son mujeres (una enfermedad que según los datos nacionales afecta al 5% de la población), un mínimo porcentaje de ellas es el que pide ayuda. De hecho, en su asociación apenas han tenido un par de casos. "El problema está en que cuando es la mujer la que sufre la adicción, en la mayoría de los casos se produce una separación, de manera que ellas no encuentra el apoyo de su pareja. Cuando le pasa a un hombre, ocurre totalmente lo contrario".

"Yo mismo te digo --continúa Regalado-- que no lo hubiera soportado. Y sé que está mal que yo diga esto, pero es la verdad, por eso hay que trabajar para que haya un cambio de mentalidad en la sociedad y que ellas también tengan ese apoyo que nunca encuentran y que el hombre sí, porque mi mujer, por ejemplo, está en la junta directiva conmigo".

En este sentido, el presidente de Aexjer asegura que para los familiares es muy duro asumir lo que está ocurriendo y que por eso la terapia también se extiende a ellos. "Al principio lo único que les sale es llorar, pero luego se recomponen y dan su apoyo. Cuando el enfermo lleva un mes, ya se empiezan a notar los cambios, ya empieza a ser otra persona y a hablarle mejor a los padres, la pareja..., y entonces en cuando a los familiares les da el bajón de verdad, porque han estado aguantando mucho. Por eso hay sesiones con la psicóloga que están destinadas a ellos".

Una vez al mes, hay una terapia conjunta con enfermo y familiar en la que "suelen saltar chispas", porque, como asegura Regalado, "hay quien está en tratamiento y sigue jugando, y lo que hace es mentir, de manera que se crea mucha tensión".