Es tiempo de ‘saca’ en el sector del corcho. Aunque la climatología no ha acompañando mucho desde que se iniciara la temporada de extracción el pasado 15 de mayo --han faltado grados en el termómetro para que el corcho ‘se dé’, se despegue-- los alcornocales de la región bullen ya de actividad, mientras en el sector aguardan con expectación los resultados de la investigación que se acaba de poner en marcha hace apenas dos meses y que puede suponer el salto de esta actividad tradicional al siglo XXI: una máquina que permite realizar de una forma más ágil y precisa los cortes que marcan en la capa de corcho cómo se va a acometer la extracción de la lámina, sin tocar la ‘capa madre’ (la cobertura por la que se adhiere el corcho al árbol) de la que deberá brotar una nueva lámina de corcho en los siguientes nueve años.

«Si la máquina funciona va a suponer una pequeña revolución en la extracción del corcho», dice María Teresa González, secretaria de la Asociación de Propietarios de Montes Alcornocales de Extremadura que participa junto a otros doce colectivos y empresas de Extremadura Andalucía y Cataluña en el proyecto suprarregional Go Suber (por parte de Extremadura están además la empresa Jogosa y Cicytex, a través del Instituto del Corcho) con el que se investiga si es posible la mecanización de ‘la saca’. La clave del proyecto radica en la máquina que ha desarrollado la empresa extremeña de ingeniería Coveless, para realizar los cortes en el alcornoque, que marcan por dónde se acometerá la extracción de la capa de corcho. Hoy en día se siguen haciendo con hacha, exactamente igual que hace más de 200 años y con una exigencia elevada de capacidad física y destreza.

La pericia

La novedad en el caso de la máquina es que a través de un sensor va adaptando la profundidad a la que se debe clavar la sierra que va realizando el corte para que nunca toque la ‘capa madre’ (a la que está adherida el corcho), y no provoque heridas en esa lámina que pueden además afectar a la calidad futura del corcho. «El hacha siempre va a ser insustituible para determinados trabajos y por ello el trabajo del corchero también, porque sea con hacha o con máquina, hay que saber dónde hacer el corte. Y esa pericia la tiene el corchero. Su mano es esencial en los árboles con más deformidades», insiste la responsable de la asociación de propietarios que se constituyó hace 60 años y que aglutina a más de 200.000 hectáreas de alcornocales de la región.

Desde el Instituto del Corcho, que depende de Cicytex, confían en que ahora que hay un equipo tan diverso (empresas organismos públicos y productores) se pueda avanzar en la modernización del sector: «no sé si esta herramienta supone una revolución, porque hace 25 años que aparecieron las primeras máquinas. Pero sí es cierto que la de ahora se acerca mucho a lo que venía pidiendo el sector y no se había logrado aún», reconoce Ramón Santiago, ingeniero de Montes del Instituto del Corcho. Principalmente, porque al contrario que los prototipos anteriores, se ha logrado una máquina «ligera, adaptada al corcho, con poca indumentaria y batería eléctrica», añade. La proporción de descorches que se habían producido hasta ahora con esas máquinas era mínimo (unas 1.000 toneladas de las 20.000 que se extraen anualmente de media) y en muchos casos las máquinas acabaron por desaparecer y las empresas dejaron de prestar servicio de reparación. La mejora, no cuajó.

Un tercio de la producción

Extremadura acumula el 34,5% de la masa de alcornoques de España, que produce casi un tercio del corcho a nivel mundial. El sector del corcho es potente en la región y la extracción se viene haciendo hoy en día como se hacía hace 200 años, de forma tradicional y manual, con la ayuda de un hacha corchera. La campaña, que comenzó el 15 de mayo y se prolongará hasta mediados de agosto empleará a unos 1.200 sacadores. Se estima que en los dos meses que quedan por delante se extraerán un total de 23.000 toneladas en los alcornocales de la Sierra de San Pedro, la zona sur de Badajoz (Fregenal, Jerez…) Las Villuercas, Monfragüe y la zona limítrofe con Portugal.

«Cada vez cuesta más encontrar a cuadrillas en estos oficios, porque es un sector grande pero muy concentrado en zonas pequeñas, para el que no hay una formación reglada. La única manera de formarse es estar junto a personas que tienen mucha experiencia», explica Manuel Bejarano, coordinador del Go Suber a través de la empresa Trevinca Inversiones Medioambientales. Y formarse requiere un periodo de aprendizaje mínimo de cuatro años: en la primera campaña trabajan como apiladores (juntando en montones los trozos de corcho que extraen los expertos), a partir de la segunda empiezan a golpear con el hacha en los troncos secos... y solo más allá del cuarto o el quinto año comienzan a extraer corcho.

«La precisión de la máquina puede permitir que alguien sin tanta experiencia pueda ir haciendo los cortes en el árbol y que otro sacador más experto se pueda ocupar de desprender después el corcho», plantea Bejarano. Esa dinámica es, de hecho, una de las cuestiones que se está evaluando en esta campaña dentro del proyecto.

Félix Serván, sacador profesional desde hace dos décadas, ha sido esta semana el primero en testar la máquina dentro del proyecto Go Suber en un alcornocal de la Sierra de San Pedro. «La máquina está muy bien, aunque tiene aún algunas limitaciones, pero es cierto que no requiere tanto esfuerzo y que la arboleda no la daña», reconocía después de marcar la zona por la que acometería la extracción de ‘la pana’, como se conoce a la lámina de corcho. Serván comenzó en el sector, como tantos, en la adolescencia y por tradición familiar. Nacido en Cordobilla de Lácara, heredó el oficio de su padre, que ahora es el veterano de la cuadrilla que comparten en Jogosa. «Como no me gustaba estudiar, empecé a trabajar en el campo», recuerda Serván. Del campo dio el salto a la ciudad, donde tiene un empleo fijo, aunque desde hace unos meses disfruta de cinco años de excedencia que ha solicitado para dedicarse «a lo que me gusta, que es estar en el campo y trabajar en el campo», explica.

La semana pasada tocaba descorchar en el corazón de la Sierra de San Pedro y con una nueva herramienta que los sacadores miran aún con curiosidad y cierto recelo: «habrá que ver si aguanta una jornada de trabajo, si la hoja no se rompe, si la batería resiste», dicen otros compañeros de la cuadrilla.

Campaña a prueba

La pericia de sus muñecas con el hacha y su capacidad para cortar sin dañar el árbol son sus más valiosas cualidades como sacadores y lo cierto es que en estos primeros días de ‘saca’, la campaña les está poniendo a prueba. «El tiempo no está acompañando», resume el sacador. En las estribaciones del verano, la semana pasada, se estaban encontrando con termómetros muy por debajo de lo esperado, «y así hay que trabajar más con el hacha para desprender el corcho y los árboles no quedan bien», dice el experto. Unos instantes después, eso sí, lograba sacar una pana completa (toda la capa de corcho del árbol en una pieza única) en un alarde de técnica y experiencia.

«Los sacadores tienen cierto poder porque son indispensables y hay cierta inercia en el sector a que las cosas se mantengan como están, También en las empresas, el cambio tiene que ser muy bueno para que apuesten por ello», reconoce José Luis Becerra, de Jogosa. Hay buenas sensaciones, pero si son buenos o no esos cambios se podrá determinar cuando termine este proyecto, que tiene una duración de dos años y con el que también se desarrollará una App para ir recopilando datos de los alcornoques y monitorizarlos. Entonces ya habrá datos para saber si puede haber relevo para el hacha en ‘la saca’, si podrán convivir la nuevas técnicas con las tradicionales y si hay una puerta abierta a que la actividad se cuele en el siglo XXI.