Son más de cuarenta torres ubicadas en alturas dominantes de las zonas forestales de Extremadura. Lugares que permiten a los vigilantes que trabajan en ellas tener el máximo campo visual y dar la voz de alarma al menor atisbo de que algo se está quemando en el monte. Y si el fuego se propaga, ayudan a controlarlo. Por este motivo, su labor es más crucial cuanto mayor es el riesgo de que se originen incendios forestales. Pero a pesar de encontrarnos bien entrado julio, FSC-CCOO y CSIF aseguran que algunas de ellas se están cerrando ocasionalmente, sobre todo en horario nocturno, por falta de personal.

En teoría, cada una de ellas debe contar con cuatro vigilantes, que se relevan en turnos de doce horas, que por lo normal comienzan a las ocho de la mañana y a la ocho de la tarde, por lo que entran cada 48 horas. «Actualmente muchas casetas de vigilancia se encuentran solo con tres trabajadores o incluso con dos», lamenta Luis González Rico, responsable de la sección de bomberos forestales de la Federación de Servicios a la Ciudadanía (FSC) de CCOO.

En el verano del año pasado, señala, ya se quedaron sin cubrir varias plazas vacantes, pero este verano la situación se ha agravado. «Antes del inicio de la campaña alta se han llevado puestos de vigilancia que estaban cubiertos por temporales a otros de extinción, porque se han creado retenes nuevos», precisa. De esta forma, se ha reducido el personal disponible para atender las casetas, a pesar de que, remarca este responsable sindical, tienen una gran funcionalidad, porque aparte de la detección desde ellas se hace una vigilancia de la progresión de las llamas. «Es gente conocedora del terreno que sabe si un incendio puede ser peligroso o si está entrando en un área forestal que tenga valor ecológico», arguye.

Desde la Consejería de Agricultura, Desarrollo Rural, Población y Territorio se justifica la medida en el aumentó de 74 a 78 de las unidades de extinción que dan cobertura a este servicio, y que ha supuesto crear cuatro nuevas en Jarandilla de la Vera, Cáceres, Almendral y Manchita. Una ampliación que vino determinada por el Plan de Ordenación de Recursos Humanos para el Infoex, «negociando con las diferentes centrales sindicales». Y al contar con el mismo personal, se puntualiza, se ha optado por priorizar las funciones de extinción, que se desarrollan durante todo el año, «sobre no completar turnos de 24 horas en algunos de los puestos de vigilancia durante cuatro meses y medio», que son los que dura la actividad en las torres. «Debido a las actuales condiciones climáticas, y así lo confirma la estadística, aumentan las intervenciones de extinción fuera de la época de peligro alto. De hecho, en determinadas zonas de Extremadura hay más intervenciones durante el otoño e invierno que en la propia época veraniega», se argumenta desde el Ejecutivo autonómico, que no especifica si estos cierres son una medida definitiva.

Por último, esgrime la consejería, a pesar de que «menos del 5% de los avisos se producen durante la noche», el Plan Infoex mantiene operativos sus 43 puestos «con el 75% de los turnos con 24 horas de vigilancia, estableciéndose turnos entre puestos anexos siguiendo los criterios de cobertura visual, incluso durante la noche, garantizándose así la vigilancia a nivel regional».

«Es un 5% porque durante el día se dan muchísimos avisos que se repiten. Si trescientas personas pasan con el coche cerca de un incendio, todos te dan aviso del mismo fuego», replica Javier Blázquez, delegado sindical de CSIF para el Plan Infoex. En cambio, las llamadas que se hacen de noche se aproximan mucho más a la cifra «real» de incendios que se registra a esas horas.

«Se han producido 24 movimientos de vigilantes que estaban en las casetas que han pasado a retenes de nueva creación y solo 12 de esos puestos se han cubierto», explica. Bajas a las que hay que añadir los empleados que están en incapacidad temporal o con permisos de paternidad, lo que sitúa la pérdida de personal «en más de una veintena» de efectivos sobre una plantilla que debería superar los 170.

Además, considera que este recorte contraviene la normativa extremeña que regula la organización y el funcionamiento del personal laboral de prevención y extinción de incendios forestales y que establece que la vigilancia de incendios será continua durante las 24 horas del día.

Blázquez teme que este sea el inicio de un progresivo «desmantelamiento» de estos puestos. «La tendencia es que se intenta sustituir al vigilante por cámaras o drones», cuenta. Él cree, por contra, que hay que «velar por que no desaparezca el factor humano de la vigilancia del plan Infoex». «Las casetas desarrollan una labor preventiva muy buena. Son gente de los propios pueblos, muy ligada al territorio y que hace una labor disuasoria que es tan importante como la de vigilancia. El que la quiere liar conoce cuándo no están ocupadas y ese es el momento que va a aprovechar», esgrime. Y cuando el fuego se propaga, estos vigilantes «te van a decir de primera mano si el incendio es potencialmente peligroso o no», a la vez que aportan a los medios de extinción su «conocimiento del terreno y de los accesos».

Por otro lado, hace hincapié en el progresivo envejecimiento del colectivo del Plan Infoex, que no tiene contemplada actualmente la prejubilación, por lo que defiende que se establezcan segundas ocupaciones. Eso podría permitir, entre otras cosas, que los trabajadores de mayor edad se puedan ir recolocando en esos puestos de vigilancia. «Hay gente con 60 años en un helicóptero. Con este calor, eso es inviable», remacha. En este sentido, explica, se está ahora en «el último paso» para terminar el proceso para unificar las categorías de vigilante y bombero de retén, una medida acordada hace ya más de un lustro, y que facilitaría esos cambios.

Desmotivación

«En los vigilantes están creando una gran crispación, con desmotivación del personal, que ve cómo no valoran su trabajo, que los entienden prescindibles», critica Abel Solís, vigilante de la caseta de Pedro Gómez, en Herguijuela-Madroñera, perteneciente a la Zona de Cáceres Centro del Plan Infoex, quien confía en que esta situación no se «cronifique».

«¿Quién se responsabilizaría de un incendio producido durante las horas que permanece cerrada la caseta, del tiempo perdido en avisos y salidas de medios, y de posibles graves consecuencias para el medioambiente, las propiedades o las personas, cuando de haber estado abierta todo se habría minimizado?», se pregunta.