Si a todo el mundo no le sienta igual comer aceitunas, queso o patatas, ¿por qué los medicamentos sí tienen que hacerlo? Esta simple reflexión encierra detrás un proyecto de investigación pionero en el mundo que se está desarrollando en Extremadura y que va a cambiar la visita al médico a corto plazo. Se trata del programa Medea que busca la forma de implantar en el sistema sanitario público la medicina personalizada, es decir, reconocer que cada paciente es único y darle el fármaco que mejor le conviene y que menos perjudica su salud en base a sus propias características y circunstancias. Esto supone, en definitiva, tener un sistema sanitario más seguro.

Detrás de este proyecto está el equipo del Centro de Investigación Clínica del Área de Salud de Badajoz (Cicab), que lidera Adrián Llerena, catedrático de la Facultad de Medicina de la UEx, responsable científico de Medea y director del Instituto de Investigación Biosanitaria de Extremadura (Inube). 

Los trabajos se iniciaron hace varios años y ahora, superada la fase administrativa y de concursos, nada sencilla, acaba de darse un paso imprescindible para conseguir el objetivo final, que es implantar la medicina personalizada para todos los usuarios del Servicio Extremeño de Salud (SES) en 2023.

Con ese fin, este pasado mes de junio arrancaba la fase clínica de la investigación en la que están participando 26 servicios hospitalarios, centros de salud y de rehabilitación psicosocial de la comunidad y que implica, además de al equipo del Cicab, a 58 investigadores, la mayoría médicos, que asumen la responsabilidad de la fase clínica, de forma desinteresada y en un momento, además, de más trabajo por el covid-19, valora Llerena. 

Pero ¿en qué consiste esta fase clínica? En realizar informes farmacogenéticos personalizados a entre 3.000 y 5.000 usuarios extremeños. Ese informe indica el modo en que los genes de una persona afectan a la forma en que responde a los medicamentos. Lo acabará teniendo cada uno de los usuarios del SES, pero la fase piloto empieza con los más vulnerables: pacientes oncológicos, trasplantados, con enfermedades del corazón o psiquiátricas, porque son los que toman más medicinas, más complejas, y tienen un mayor riesgo de presentar interacciones. Se estima que el 6% de la población presenta efectos adversos a los medicamentos.

Investigadoras del Cicab, en el laboratorio. SANTI GARCÍA

Los investigadores ya han comenzado a recoger información de los primeros pacientes extremeños. Los estudios se realizarán de forma progresiva en 2021 y 2022, cuando se quiere llegar a esa cifra de entre 3.000 y 5.000 participantes, y servirán para crear una nueva herramienta con la información genética que ayudará al médico a recetar el fármaco más óptimo y seguro para cada persona. Pero además, el usuario también tendrá acceso a su informe farmacogenético personalizado.

Ensayo y error

«Ahora tomamos medicamentos en base a unos criterios comunes, pero con ensayo y error. Se funciona con dosis promedio, es decir, se hace un estudio, un ensayo clínico y lo que funciona para la mayoría de la población es lo que se recomienda y se pone en la ficha técnica del medicamento. ¿Quiere decir eso que a todo el que lo toma le va a ir bien? No. Sencillamente porque cada persona es diferente», explica el investigador, catedrático de Farmacología Clínica. Llerena pone un ejemplo claro y práctico de lo que supone la implantación de la medicina personalizada: «Hace años se realizaban transfusiones de sangre y algunos se morían, hasta que se descubrió que hay un tipaje de grupo sanguíneo y ahora ya a nadie se le ocurre poner una bolsa de sangre sin tener claro a qué grupo pertenece el paciente. Eso lo tenemos asumido, pues ahora es igual: se trata de conocer información previa de un paciente que nos permita ajustar su medicación».

Y eso se hará desarrollando un sistema, un programa informático puntero, que tendrá en cuenta ciertos parámetros claves que hay que conocer antes de dar un medicamento a una persona «porque le puede salvar, pero también le puede matar o hacerle daño», dice Llerena. En esta fase clínica lo que se busca es precisamente definir cuáles son esas variables que hay que tener en cuenta y ajustar qué peso tienen en la decisión de cada prescripción.

Para determinarlo lo esencial es recoger información de los pacientes y una de las fuentes más valiosas es la genética. «Es la que determina cómo somos, cómo metabolizamos cada cosa, con qué velocidad excretamos... Por eso lo primero es la genética». Se estima que en cerca del 50% de los fármacos comercializados hay un gen implicado en la respuesta del paciente a esa medicina. Pero no será la única información determinante, ya que esos datos tan personales se cruzarán también con los datos que todos los pacientes extremeños tienen en su histórica clínica, registrada en el programa Jara del SES. Porque también es importante conocer reacciones adversas anteriores, alergias, analíticas...

Con todo eso, el objetivo último del proyecto Medea es construir un sistema informático que todavía no existe en el mundo. Parece sencillo, pero es un reto no solo sanitario, sino también tecnológico. El programa que se desarrolle utilizará herramientas de manejo de la información de última generación como inteligencia artificial, big data, algoritmos, predicciones... que ya se emplean en otros campos, como la meteorología, pero no en la medicina. «Se trata de que el programa consulte toda la información personal disponible y conteste a la pantalla del ordenador qué se le puede dar a un paciente, qué no, en qué dosis y cuáles son las alternativas», indica Llerena.

Quedan todavía por delante dos años cruciales de arduo trabajo, pero llegar hasta aquí no ha sido fácil. Este proyecto de investigación cuenta con un presupuesto de casi 5,5 millones y se está llevando a cabo gracias al sistema de Compra Pública Innovadora, una política impulsada por la Unión Europea para fortalecer el mercado de la I+D+i y fomentar la competitividad empresarial. 

El SES como motor de innovación empresarial

«Cuando conocimos que existía en Europa este tipo de programas de innovación nos planteamos poner por primera vez al sistema sanitario como candidato a estos fondos que sirven para que las empresas desarrollen conocimiento o innovación. Nos presentamos y lanzamos el reto al mercado», explica Llerena. En los últimos dos años han estado explorando entre empresas regionales, nacionales e internacionales si existía la capacidad de hacer el sistema que quieren y que no existe en el mercado mundial, «si no no sería compra pública de innovación, sería un concurso regular», anota.

Y el proyecto extremeño ha despertando el interés de más de 80 empresas de todo el mundo. «Nos han ido presentando sus propuestas y hemos tenido que demostrar que existe la capacidad de hacerlo a nivel empresarial», añade. De esta forma, el programa Medea no supone solo un beneficio para los pacientes, ya que va a ayudar a prevenir y disminuir reacciones adversas o efectos negativos de un medicamento al tiempo que rebajará la factura farmacéutica y contribuirá a la sostenibilidad del sistema sanitario, sino que además convierte al SES en motor de la innovación empresarial. Otro hito.

Y justo ahora, mientras los investigadores ya han empezado con la recogida de información genética necesaria para el nuevo sistema, se inicia también otra fase que es clave: el concurso para determinar qué empresa se encarga del desarrollo de la herramienta informática que sustentará la medicina personalizada.

A concurso el próximo otoño

A diferencia de otros concursos, aquí no se valora el precio, sino el grado de desarrollo de innovación. «Ha sido un trabajo administrativo complicado, ha costado dos años porque nunca se había hecho algo así en Extremadura, en España solo tres veces, pero ya están los pliegos terminados», señala Llerena. El concurso se lanzará este próximo otoño y durante estos dos años de estudios a la población, las empresas irán desarrollando los productos para diseñar el piloto. «En 2023 tendremos el innovador programa dispuesto en el SES para el SES, y las empresas que ganen los concursos podrán comercializarlo por el mundo entero».  

"Cualquier extremeño, viva donde viva, tiene derecho a acceder a la investigación"

Los investigadores están presentando a la población esta fase clínica del proyecto Medea en cada una de las ocho áreas de salud del SES. Empezaron el 1 de junio en Coria, la zona sanitaria más pequeña, y no fue por casualidad, sino «porque defendemos el principio de equidad sanitaria; cualquier habitante de Extremadura, viva donde viva, tiene derecho a tener acceso a la investigación», dice Adrián Llerena.

Por ello, esta parte práctica se está desarrollando en 26 servicios de toda Extremadura: en el Universitario de Badajoz (en Oncología, Medicina Interna, Neurología, Urgencias, Trasplantes, Cardiología, Patología Infecciosa y Farmacogenética), en Nefrología en el Hospital de Plasencia, Oncología en Don Benito-Villanueva, Psiquiatría en Llerena y Reumatología en el Hospital de Mérida. También en centros de salud de Badajoz, Trujillo, Losar de la Vera y Azuaga y centros de rehabilitación psicosocial de Cáceres, Badajoz, Don Benito, Mérida y Zafra. Además es posible participar solicitándolo a la unidad de Farmacogenética del Cicab (924218040 o proyectomedea@salud-juntaex.es).