Son siete letras que determinan cuál es el impacto ambiental de un edificio en términos de consumo de energía y emisiones de CO2. De la A, la categoría más eficiente, a la G, la que presenta mayores insuficiencias. Esta es la escala con la que desde 2013 es obligatorio calificar los inmuebles de nueva construcción o aquellos existentes que se vayan a vender o alquilar

La edad y las dimensiones de la construcción, los sistemas de climatización y agua caliente sanitaria que tenga instalados o los cerramientos y acristalamientos de que disponga son algunos de los principales factores que se tienen en cuenta a la hora de configurar estos documentos.

En Extremadura, desde 2013, la Consejería para la Transición Ecológica y Sostenibilidad ha registrado 28.407 certificados sobre viviendas, ya sean unifamiliares, bloques o viviendas individuales en bloque, la mayor parte de ellos sobre casas ya existentes (23.901, un 84,1%), frente a 4.506 (un 15,9%) sobre construcciones nuevas. Más de tres cuartas partes de las calificaciones en este periodo se han movido en la parte baja de la escala, con letras entre la E y la G. Una acreditación de nivel E, que es la que concentra un mayor volumen de inmuebles (56,2%), podría considerarse a lo sumo como un aprobado raspado, ya que ronda el nivel de consumo medio de una casa, pero ya superándolo (entre el 100% y el 110%).

Se trata de una tendencia que se ha mantenido a lo largo de todos estos años de vigencia del certificado. En 2019, último ejercicio hasta ahora en el que la actividad certificadora se pudo desarrollar con normalidad (en 2020 y lo que se lleva de 2021 las cifras se han desplomado), siete de cada diez viviendas no pasaron de la E. No obstante, en el caso de las nuevas construcciones sí que se ha ido apreciando una sensible mejora en las puntuaciones. Si los primeros tres años esta letra continuó siendo la más habitual, desde 2017 son las dos categorías con una mayor optimización del consumo energético las que encabezan el ‘ranking’.

«Ahora los requerimientos del código técnico son mucho más estrictos en cuestiones como los espesores de los aislamientos, lo que hace que la demanda energética de la vivienda disminuya. Y también en instalaciones como los aires acondicionados, para los que antes no se tenía en cuenta para nada cuál era su eficiencia», aclara David Preciado, arquitecto técnico, una de cuyas áreas de trabajo es la elaboración de estos certificados, que realiza por toda la región.  

La letra con la que se pone nota al inmueble no es ni mucho menos una cuestión únicamente administrativa. Además del impacto ambiental, también lo tiene sobre el bolsillo, ya que apunta cuál es el gasto al que deberá hacerse frente en materia energética. Si se parte de unos 60 euros de desembolso mensual para suministros en un hogar medio, una vivienda que quede englobada dentro del apartado A pagará 35, una en la E entre 60 y 65 y otra en la G a partir de 80.

«¿Cómo es posible que al comprar una lavadora, que con respecto al consumo de la vivienda es una cosa ínfima, sí nos preocupe qué letra tiene, y cuando adquirimos una casa sea algo de lo que nos olvidamos?»

David Preciado - Arquitecto técnico

Por eso, Preciado lamenta que frecuentemente este documento se considere «como un mero trámite» en las compraventas. «El decreto te dice que en el momento en el que pones en venta una vivienda es obligatorio informar al futuro comprador de cómo es de eficiente, pero realmente el certificado se encarga cuando ya se ha hecho la venta», cuenta. De esta forma, el nivel de eficiencia sigue estando lejos de ser considerado como un rasgo de importancia a la hora de decidirse por una casa. «Cómo es posible que cuando vamos a comprar un electrodoméstico, una lavadora por ejemplo, que con respecto al consumo de la vivienda es una cosa ínfima, sí nos preocupe qué letra tiene, y cuando adquirimos una casa sea una cuestión de la que nos olvidamos», cuestiona. De acuerdo a sus cálculos, la suma de los grandes electrodomésticos que hay en un hogar puede suponer aproximadamente el 20% del consumo energético total. En cambio, calefacción, refrigeración y agua caliente sanitaria llegarían hasta el 70%. 

En cualquier caso, este experto destaca que el certificado también incluye «una propuesta de mejora para mínimo una letra», lo que siempre será un punto de partida para que el nuevo propietario pueda reducir, si lo desea, el gasto energético de su vivienda con posterioridad. A la hora de dar el salto de un estrato a otro, existe un gran abanico de alternativas, que van desde la mejora de los aislamientos hasta la sustitución de ventanas o equipos de climatización, si bien, puntualiza Preciado, lo normal es que para conseguirlo haya que actuar «de forma global», aplicando «un compendio» de medidas correctoras. 

Por otro lado, para obtener el certificado recuerda que es imprescindible la visita del técnico al inmueble y pide desconfiar de los anuncios en webs que afirman que el documento se puede cumplimentar únicamente «con los datos que aporta el propietario verbalmente al técnico». «Es totalmente obligatorio para hacer la inspección visual y la toma de datos», recalca. Solo así podrá obtenerse la información necesaria sobre las características del inmueble.

Tener una calificación u otra no es una mera cuestión administrativa, puede suponer importantes ahorros en suministros

De los algo más de 4.500 certificados de obra nueva (fase de proyecto y de edificio terminado) otorgados en la región desde que este requisito es obligatorio, 2.422, algo más de la mitad, tuvieron cualificación A o B. En cambio, en los de segunda mano, de 23.901 solo se alcanzaron los dos niveles más altos en 93 ocasiones.

Sector servicios

Aparte de los certificados emitidos para inmuebles residenciales, desde 2013 se han tramitado 2.488 más para locales y edificios del sector servicios ya existentes. Aquí el grueso de las etiquetas se ha movido entre las categorías C y D, con 702 y 809, respectivamente. Las de mayor eficiencia fueron 24 (A) y 80 (B). En el extremo contrario, hubo 165 con la G, 252 con la F y 456 con la E. Además, se certificaron otros 281 edificios y locales del sector terciario de nueva construcción, la mayor parte de ellos con la A (84) y la B (117).