En Extremadura, hace 85 años, se produjo una «suerte de revolución». Y la gran mayoría de los extremeños, probablemente, no lo saben. Fue el 25 de marzo de 1936, un día que varias asociaciones reivindican como el «verdadero» Día de Extremadura por un hito histórico que marcó el devenir de la región y cuyas secuelas perduran hasta hoy.

«Entre 70.000 y 80.000 campesinos, convocados por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, ocuparon más de 3.000 fincas en toda la región. Fue una sublevación campesina por la decepción ante la reforma agraria de la República», empieza a narrar Ángel Olmedo, historiador y miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (Armhex). «La fecha del 25 de marzo se enmarca dentro de la II República y la lucha por la reforma agraria. La lentitud de los cambios prometidos y la esperanza que estos trajeron a los jornaleros condujeron a la conflictividad social y a la ocupación de estas fincas que estaban incluidas como sujetas a la expropiación», coincide Carlos Sagüillo, miembro de la Asociación 25 de Marzo y su sindicato. «Fue una suerte de revolución con ocupaciones pacíficas y que además fueron en su mayor parte reconocidas por el Gobierno republicano. Se cumplió la aspiración histórica de que la tierra es para quien la trabaje», añade.

Campesinos de Extremadura DAVID SEYMUR

Los dos coinciden y repiten una y otra vez la misma palabra para explicar el desencadenante de este movimiento: miseria. La misma que recorría los pueblos de toda Extremadura. «Recordemos que la forma de contratación era que los jornaleros iban a la plaza y ahí el terrateniente fijaba las condiciones. La República introdujo unas bolsas de trabajo para que, al menos, los jornales se repartieran y tuvieran unas condiciones básicas. Por primera vez se tiene en cuenta la necesidad del campesinado. Evidentemente esto provocó graves problemas desde el principio, ya que los terratenientes y todos los poderes económicos estaban en contra», explica Olmedo. «Se habla mucho de la religión, de otras causas, pero lo cierto es que no se puede entender el golpe de Estado que se produjo el 18 de julio sin el miedo que provocó la reforma agraria», apunta Sagüillo. «Y eso tiene que ver también con toda la represión posterior, que fue especialmente sangrienta en la provincia de Badajoz. Fue una venganza de clase», añade.

«Ser protagonista»

«Por primera vez el movimiento campesino tomó la iniciativa y quiso ser protagonista de su propia historia», subraya Olmedo. Este historiador expone las paupérrimas condiciones de vida de los trabajadores del campo: «Cobraban cinco pesetas. Eso el día en que trabajaban, si no nada. Un kilo de carne costaba 3,5 pesetas y una barra de pan 1 peseta. Imagina las condiciones de vida», narra. «Hay una enfermedad, el carbunco, por la que mucha gente moría por comer carne en mal estado. Era tal el hambre que se comían cualquier animal muerto y enfermo», describe. «Cuando preguntamos a los mayores, en los pueblos, te dicen: era arriesgarse o morir de hambre».

Toda esta miseria se muestra en el documental Los yunteros de Extremadura, disponible en Youtube. «Cuando lo ponemos en las escuelas, los alumnos no se pueden creer que así fuera la vida de nuestros abuelos», dice.

Protesta en las calles extremeñas DAVID SEYMUR

La identidad extremeña

Lo cierto es que la fecha del 25 de marzo ha sido ignorada durante décadas y es ahora cuando empieza a reivindicarse. «Nos lo hemos encontrado en muchos pueblos, cómo se ha borrado la memoria. Muchos de estos campesinos acabaron en las cunetas fusilados. Pero no sólo se les asesinó, sino que se les hizo desaparecer. Ahora, al igual que conocemos a los conquistadores, deberíamos conocer a los campesinos y su movimiento», expresa Olmedo.

«Esta historia de lucha se desactiva con la represión. Al final se cumple aquello que promulgaba el general Mola de sembrar el terror en diez generaciones», tercia Sagüillo, quien también alude a lo que llama la «triada de los conquistadores, Yuste y Guadalupe» como sello de identidad predominante en Extremadura. «La construcción de imaginarios no es casual. Nos habla de una política de identidad que quiere relegar los problemas de la región y sus luchas populares», añade.

«A pesar de todos estos años, ese miedo sigue pesando. En nuestra sociedad la memoria y los vestigios franquistas siguen presentes», opina Olmedo. «Nuestro papel es intentar recomponerlo», defiende.

«En los sucesivos gobiernos autonómicos, el PSOE ha tomado un perfil conservador. Eso también se ve en que en el campo se ha producido una modernización técnica pero sigue siendo favorable a la élite económica. No ha tenido ninguna intención de que la tierra se ponga al servicio de los extremeños, incluso al contrario: se ha favorecido a las grandes empresas», denuncia Sagüillo. «Entonces el objetivo de elegir una fecha religiosa como día de la comunidad creemos que es para contribuir a la paz social y a que nos pensemos sumisos», señala.

«El 8 de septiembre se relaciona con valores religiosos, tradicionales, a un nivel institucional», dice por su parte Olmedo. «La memoria del 25 de marzo no es una cuestión política, sino de historia y derechos humanos», apunta.

«En esta región, aunque más tímidamente, en democracia hemos tenido otras luchas: en la Transición por parte del sector de la construcción, en Tierra de Barros contra el proyecto de refinería o en la crisis económica con el movimiento del Campamento Dignidad. Desde algunas instituciones se está reconstruyendo la memoria histórica pero sólo ligada a la represión, para nosotros también está vinculada a la lucha y los campesinos del 25 de marzo son un referente en el pasado que nos deben servir para el futuro», sentencia Sagüillo.