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LAS CIFRAS OFICIALES REPORTARON MÁS DE MEDIO CENTENAR DE FALLECIDOS AUNQUE FUERON MUCHOS MÁS

El silencio de la tragedia de Torrejón

El 22 de octubre de 1965 tuvo lugar el accidente laboral más grave en la historia de Extremadura durante la construcción de la presa Tajo-Tiétar. Familiares de las víctimas siguen aún luchando para que se haga justicia

El silencio de la tragedia de TorrejónCEDIDA

Un 22 de octubre de 1965 a primera hora de la mañana se produjo el que se considera el mayor accidente laboral en la historia de Extremadura. El desastre tuvo lugar en la presa que se construía en el municipio cacereño de Torrejón el Rubio. Las cifras oficiales contabilizaron más de medio centenar de muertos, aunque aún hoy en día se desconoce su número real, pues algunos desaparecieron aguas abajo. La edición diaria de El Periódico Extremadura se hizo eco de la noticia ese mismo día: "El accidente de esta mañana en la presa de Torrejón", titulaba. Aunque la información que se ofrecía en los medios de comunicación de la época era muy escueta pese a la gravedad del suceso.

De la construcción se encargaba la empresa Agromán para Hidroeléctrica Española (Iberdrola, hoy), y en ella trabajaban más de 4.000 obreros. La presa, situada sobre el río Tajo, en su confluencia con el Tiétar, era única en Europa por un sistema de enlace de aguas abajo con el pantano de Alcántara y aguas arriba con el de Valdecañas, para hacer trasvases de un lado a otro. 

Inundación en la obra

El accidente se produjo al ceder la rejilla de una de las compuertas del aliviadero y precipitarse la tromba de agua sobre el lecho seco del río, donde trabajaban unos 400 obreros aproximadamente. En breves segundos el cauce del río subió como la espuma, alcanzando cotas de altura nunca vistas y aumentando el caudal conforme el agua discurría violentamente por el muro reventado. En el túnel inundado se encontraban trabajando 50 obreros que quedaron aprisionados y con escasas posibilidades de rescate. A otros, la tromba de agua les sorprendió en el lecho seco del río, aunque éstos, al estar al aire libre, a duras penas pudieron ponerse a salvo. Las máquinas, tractores, turbinas y herramientas de trabajo quedaron inmediatamente sepultados bajo los miles de metros cúbicos de agua. «Mi padre trabajaba en la construcción de la presa y el día anterior llegó muy preocupado a casa advirtiéndonos que aquello no se estaba haciendo bien y tendríamos una desgracia», explica Paqui Martos, la hija de uno de los obreros cuyos presagios se hicieron realidad. «Esa misma noche soñé con un problema muy grande: un accidente, agua desbordada, familias llorando...una cosa tremenda», recuerda.

Vista de los poblados del Salto de Torrejón en donde se alojaron algunos trabajadores y sus familiares durante la construcción de la obra.

Durante mucho tiempo, Paqui ha sido una de las personas que más ha luchado por la memoria histórica de la tragedia con el objetivo de que no quede oculta. «Me he puesto mucho en la piel de los afectados porque yo pude ser una niña huérfana del Salto y eso me ha motivado a tener que sacar esta historia hacia adelante para que esas vidas humanas no queden en el olvido», explica. Su labor se ha basado en poner en contacto a unos familiares de las víctimas con otros además de dedicarse a investigar para poder aportar nuevos datos.

Un complejo rescate

En un primer momento los obreros que estaban allí trabajando fueron los que comenzaron el rescate de sus compañeros que se encontraban atrapados. Todo aquel que en la noche del accidente o el día siguiente no se encontraba en casa o en su puesto de trabajo fue considerado como desaparecido. Los cadáveres de algunas de las víctimas se fueron hallando poco a poco, los días posteriores. Los supervivientes de aquella catástrofe están hoy diseminados por toda España, la mayoría de ellos han emigrado a Madrid, Cataluña, el País Vasco o al extranjero.

Máximo Fragoso, natural del municipio pacense de Aljucén, tenía 15 años cuando ocurrió. Llegó a Torrejón por su hermano, que ya trabajaba en Agromán. Ambos desarrollaron su labor en el taller de soldadura de la obra y reconoce que las condiciones de trabajo eran muy precarias: «La jornada laboral estaba regulada en ocho horas pero las horas mínimas que hacíamos todos los días eran 10 e incluso 12 por necesidades de la empresa. Además no teníamos medidas de protección en el taller y la ropa de trabajo era la que cada uno aportaba». Máximo se considera un superviviente de la tragedia porque aquel 22 de octubre casualmente no tuvo que acudir a su puesto de trabajo en la obra. «El día después se hizo el silencio porque no sonaba el ruido del agua ni siquiera de las máquinas que estaban completamente paradas. Pensé en toda la gente que se había dejado la vida allí», recuerda. Esa imagen fue la que más le impactó.

Monolito en memoria a las víctimas de la tragedia, inaugurado en 2016 en el Parque Nacional de Monfragüe.

También las condiciones sociales de los trabajadores eran muy duras: vivían en poblados y barracones situados en los aledaños cercanos al Salto. «En un barracón podíamos vivir unos 60 hombres. Dormíamos en unos colchones llenos de chinches, nos duchábamos con agua fría y los alimentos que nos proporcionaban en los comedores colectivos estaban bastante malos», describe Fragoso.

No se hizo justicia

En los días, semanas y meses siguientes continuaron apareciendo cadáveres, que fueron arrastrados por el río siendo el último cuerpo encontrado el 5 de julio de 1966. Ya al año siguiente la presa comenzó a funcionar pero no llegó a inaugurarse. En 1969 el sumario judicial se trasladó de Navalmoral de la Mata a la Audiencia Provincial de Cáceres y el 23 de febrero de 1970 se dictó el sobreseimiento del caso «por no aparecer justificada la perpetración del delito». A pesar de las negligencias evidentes y de la temeridad, ni siquiera llegó a haber juicio, según recoge el reportaje La tragedia de Torrejón, un crimen sin castigo (2018), publicado en El Salto Diario. La indemnización establecida por Hidroeléctrica para las familias fue de unas 20.000 pesetas para las viudas o familiares y 5.000 pesetas por cada hijo.

Homenaje a las víctimas

Ahora, la magia de internet ha hecho que muchos de los niños que vivieron en Torrejón durante el tiempo en el que trabajaron sus padres en la obra vuelvan a reencontrarse. Fue Fernando, uno de aquellos menores, quien en el año 2006 decidió enviar un mensaje, como quien lanza una botella al mar, en el foro Raíces Extremeñas, creado por el antropólogo Manuel Trinidad. Varios años después, algunos como Paqui o Máximo le respondieron y se pusieron en marcha para que un desastre de tal magnitud no se olvidara. «Conseguimos que tras años de lucha, el 5 de marzo de 2016 Iberdrola nos hiciera caso y se inaugurara en la zona un monolito en homenaje a los fallecidos, ya que no existía nada que los recordara», apunta Trinidad. Ahora vuelven a trabajar con otro objetivo: la señalización correcta del monolito, donde es muy difícil llegar sin un mapa. Pero parece una tarea complicada porque el Real Decreto 13/2014 de 18 de febrero, que aprobó el Plan de Uso y gestión del Parque Nacional de Monfragüe, no permite acceder a la zona y ni mucho menos señalizarla.

Ya han transcurrido 56 años tras aquel fatídico accidente que fue envuelto en el olvido y el silencio de la dictadura franquista. Sin embargo, hay quienes no conocen el suceso y otros que ya han pasado página, pero son más los que aún siguen visibilizando la tragedia y reivindicando un homenaje justo para las víctimas.

Una joven viraliza en Twitter la historia de su abuelo

Sara Fernández, nieta de uno de los obreros de la presa del Salto, ha convertido recientemente en viral su reivindicación sobre de la censura que sufrió el desastre de Torrejón debido a la dictadura franquista. Su abuelo, Pedro Díaz, trabajó varios años allí pero observó que estaban muriendo muchos de los trabajadores y decidió emigrar a Alemania. «Siempre me contaba que la prensa y radio alemana informaba mejor sobre el suceso y sus consecuencias que los medios de comunicación españoles», narra. Además, la joven (@saralebrel en Twitter) también ha denunciado en redes sociales que este verano no ha podido acceder al monolito en homenaje a las víctimas, situado en el Parque Natural de Monfragüe: «Nos costó mucho encontrarlo y me parece una indecencia que no se haya señalizado», asegura.

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