Ana Yáñez es la única española miembro del Comité Asesor de la Asociación Mundial por la Salud Sexual (WAS en sus siglas en inglés). Y es extremeña. Esta psicóloga y sexóloga emeritense es además la directora del Instituto Clínico Extremeño de Sexología, que coordina un máster para la Universidad de Extremadura, y delegada en la región de la ONG Sexología Sin Fronteras. Afirma que «sigue habiendo reparos a la hora de hablar de sexualidad». Yáñez habla con este periódico para desgranar algunos de ellos.

Sexualidad femenina

«En nuestra sociedad patriarcal la mujer ha salido perjudicada en muchos ámbitos y el sexual es uno de ellos», expone Yáñez a la vez que apunta a «mitos y creencias erróneas», como el que se crea que la mujer es «más lenta» o que su forma de llegar al orgasmo sea a través de la penetración: «Sabemos que el orgasmo llega a través de la estimulación del clítoris, ya sea externa o interna. Pero no sólo en eso, la mujer ha salido también malparada por considerase sucia cuando tiene la regla, por no poder alardear de su deseo o renunciar a su propia autoexploración. Porque cuando lo hace socialmente se le sigue tachando de ‘puta’, ‘viciosa’, ‘guarrilla’...», denuncia. 

En ese sentido, la visión de la sexualidad femenina históricamente ha quedado relegada con respecto a la masculina, en la que por el contrario el hacer alarde de la vida sexual tiene una connotación positiva y ha añadido tradicionalmente un plus de varonilidad a los hombres. «La mujer se sigue viendo como un objeto de deseo en lugar de un sujeto propio», dice Yáñez, «y eso viene de la propia educación que, si hablamos de una relación heterosexual, nos dice que en las relaciones sexuales los hombres deben llevar las riendas y las mujeres dejarse llevar», añade.

Educación sexual

«Tenemos un problema con la pornografía», afirma tajante Yáñez, aunque añade que «en sí misma no es mala, cuando se percibe como lo que es, un producto erótico, y la persona que la consume tiene la madurez suficiente para saber que lo que ve es sexo-ficción», dice. 

El problema principal que señala esta sexóloga es por tanto el creciente número de adolescentes e incluso niños que acceden a estos contenidos pornográficos como primera base para su conocimiento sobre la sexualidad. Todo esto unido a la falta de una educación sexual que les muestre relaciones sanas. «En esas edades tienen dudas porque es natural y, si buscan, el ‘porno’ es lo que van a encontrar en internet. El imaginario erótico de esos niños va a estar basado en la pornografía y pensarán que eso es disfrutar. Incluso más tarde, como adultos, tendrán más difícil desarrollar una sexualidad sana y placentera porque esta consiste en que sea consensuada y se busque el placer mutuo», argumenta.

Yáñez también advierte que la falta de una educación sexual integral puede desembocar en la violencia machista: «La violencia de género también es violencia sexual y la vemos cuando existen abusos o por ejemplo presión para mantener relaciones», expone. Por eso insiste en la necesidad de educar como «herramienta fundamental» para evitar estas conductas. Por ello, tanto el Instituto Clínico Extremeño de Sexualidad como la ONG Sexología Sin Fronteras, imparten diferentes charlas y talleres en escuelas y otras entidades público y privadas para derribar todos estos mitos y tabúes.

Las etapas de la vida

Y otro de los mitos que esta sexóloga también echa por tierra es la creencia de que la menopausia apaga el deseo sexual de las mujeres: «Nuestra sociedad tiene un concepto erróneo de que cuando dejamos de ser fértiles acaba nuestra sexualidad. La sexualidad humana no para hasta el día de nuestra muerte, mientras sigamos teniendo salud», asegura. 

Yáñez explica que durante toda su vida el ser humano pasa por diferentes etapas pero nunca deja de ser un ser sexuado. «Lo que se dice de la menopausia es algo cultural y hace que muchas mujeres se autoconvenzan de que cuando llegan a la menopausia pierden el deseo», dice. «Y, claro, si una mujer no ha cultivado su erótica lo va a hacer porque es lo que se espera de ella», añade. Todo esto «viene también por relacionar la sexualidad femenina con la reproducción, cuando esta última es una mínima parte de lo que es nuestra sexualidad», remacha.

Duelo perinatal

Además de en Sexología, otra de las ramas en las que Yáñez se ha especializado es en el duelo perinatal (se considera ‘perinatal’ al periodo inmediatamente anterior o posterior al nacimiento de un bebé). De hecho es autora del protocolo del SES para estos casos, titulado Atención profesional a la pérdida y el duelo durante la maternidad. «Cuando hablamos de pérdidas de bebés en el periodo perinatal sigue habiendo mucha incomprensión social», narra. «Como no ha habido, digamos, una presentación social del bebé, muchas veces desde el entorno se hace como si no hubiera ocurrido nada. Se dicen frases hechas como ‘podéis tener otro’ o ‘ no es para tanto’... Que en vez de ayudar generan más dolor a la pareja porque sienten que se están invalidando sus sentimientos por esta pérdida», añade. Por eso esta psicóloga trabaja con parejas que han pasado por esas experiencias, que también necesitan sanar el propio proceso que viven en su relación tras esa pérdida a todos los niveles.

La experiencia del duelo, al igual que la de la sexualidad, atraviesa a todos los seres humanos. Naturalizar estos procesos y luchar contra las leyendas que los rodean es una de las principales tareas de profesionales como Yáñez. Y aún les queda trabajo por delante.  

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