Paquirri, Bimba, Rosendo, Rabona, Loba y Bartolo. Dos border collie y cuatro mastines. Tres machos y otras tantas hembras. Son los «compañeros de trabajo» de Jacinto Guerra, un ganadero de Cabeza del Buey que gestiona una explotación con unas novecientas cabezas de merino fleischschaf. 

Los mastines son los que vigilan que las alimañas no se lleven corderos, manteniendo lejos a los zorros o a los perros asilvestrados. Las protegen las 24 horas del día. «Solo vienen a los establos por la tarde cuando yo les echo de comer», cuenta. El tiempo justo para reponer fuerzas y se vuelven con el rebaño. Y los border collie «son mis pies a la hora de recoger el ganado en grandes extensiones» -la finca tiene 350 hectáreas de superficie-- y también ayudan a apartar las madres de los corderos. «Te ahorran muchísimo trabajo y tiempo, son una herramienta fundamental para mi día a día, sin ellos todo sería mucho más complicado», destaca este ganadero de La Serena, que describe con especial entusiasmo el comportamiento de esta raza: «Desde que la probé, no la cambio por otra para trabajar. Son animales muy obedientes, nobles y listos y con mucha afición al ganado. No se separan de ti en todo el tiempo».

Con 34 años de edad, va a cumplir cuatro como ganadero en esta explotación de producción de corderos (está inscrito en la IGP Corderex), en la que tomó el relevo de su padre. «El campo es duro, pero si te gusta mucho, como a mí, es satisfactorio», asegura. Los perros los ha ido educando desde cachorros y él mismo ha efectuado también cursos sobre adiestramiento vinculados a la actividad ganadera. En ellos adquirió la parte teórica. «Luego la práctica la aprendes poco a poco, y les vas corrigiendo algunos detalles a los perros», que a su vez se van adaptando progresivamente a su dueño, al terreno y a las ovejas. «El tiempo los va haciendo mejores. Muchas veces, solo con una mirada ya saben lo que quieres hacer, eso es algo que da el rodaje», asevera. No obstante, también es básica, puntualiza, la buena genética de los animales, «que tengan un ‘gen ganadero’, que les guste el ganado».

Bimba observa a un cordero.

Bimba observa a un cordero.

En su opinión, es «una barbaridad» que por ley se pretenda restringir el uso de estos animales hasta los 18 meses - «con ocho o nueve ya pueden trabajar perfectamente», sostiene- o que se hable de jubilarlos a los siete, cuando un perro «está en su punto mejor, conoce sus cualidades, el terreno, y se dosifica mucho». El propio ganadero, aduce, es el que mejor sabe cuál es el estado de cada uno de sus perros. «Si alguno está mal por una infección o una lesión, lo retiro del trabajo unos días hasta que se recupera, no lo fuerzo, miro mucho por ellos. Tienen su buena alimentación a diario, sus casetas para dormir, siempre se desparasitan cuando toca,… a mis perros no les falta de nada. Son parte de mi equipo. Sin ellos iría como quien dice cojo. No hay día que no trabaje con ellos», subraya.